Adán Ramírez Serret
Abril 28, 2023
El escritor cubano Alejo Carpentier decía que las primeras grandes novelas de la literatura latinoamericana eran las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, Bartolomé de las Casas o Alvar Núñez Cabeza de Vaca, entre varias hermosas crónicas más de indias.
Esta afirmación puede ser tomada desde dos puntos. El primero, que la novela es la gran literatura durante el siglo XX y que las primeras obras relevantes en el encuentro de dos mundos fueron estas crónicas. Y el otro, desde donde puede ser vista esta definición, es que en Latinoamérica el gran género (la génesis de esta literatura) no es la poesía, el ensayo o la novela, sino la mezcla de estas: la crónica. No en balde Juan Villoro define el género como el ornitorrinco de la prosa. A las nuevas identidades latinoamericanas les han costado los otros géneros, pero las crónicas son sublimes.
Por si estas obras citadas fueran poco, en Latinoamérica se ha construido una literatura prodigiosa en todos los géneros; pero la crónica siempre se cuece aparte. Siempre es un respiro, un refugio y la encarnación de una justicia, poética la mayor parte de las veces, pero al menos aparece la voz de quienes son silenciados por el Estado en Latinoamérica.
Así, están los nombres de Leila Guerriero, Alma Guiller-moprieto o Alberto Salcedo Ramos por tan solo citar tres que podrían ser cincuenta.
Dentro de esta tradición es en donde se consolida Carlos Manuel Álvarez (Matanzas, 1989), quien ha escrito diversos artículos para periódicos, libros de crónica y novelas.
Su más reciente entrega es sobre el Acuartelamiento de San Isidro que ha sido uno de los momentos más efervescentes de la vida política cubana de los últimos años. En donde al mismo tiempo aparecía otra Cuba, hecha de negros y homosexuales, que vivía de manera marginal bajo el régimen a la vez que era reprimida de manera escandalosa ante los ojos del mundo.
Este es el marco en el que comienza Los intrusos (obra ganadora, por cierto, del Premio de Crónica Sergio González Rodríguez). El libro es un texto organizado en dos momentos; el primero, en el cual de manera cronológica el personaje/narrador/cronista, presuponemos Carlos Manuel, va contando paso a paso el momento desde el cual se enteró de este estallido social, hasta que culminó.
Los otros capítulos del libro son “vidas breves” en los cuales aparecen pequeñas biografías de las personas que conformaron esta resistencia del Acuartela-miento de San Isidro.
Los intrusos es una obra periodística en donde se logra ese clímax del género: cuando se vuelve una obra de arte. Porque uno de los principios fundamentales del periodismo es informar, en este libro se aprende, se muestra mucho de la vida, de la realidad que dio cuerpo a este movimiento; por lo tanto, la noticia deja de ser números para comenzar a ser carne. Seres humanos que habitan este mundo y las tribulaciones para hacerlo: la esencia de la novela.
Aquí, como dice Carpentier, la crónica es novela, literatura. Porque en este libro de Carlos Manuel Álvarez se descubre que los intrusos son aquellos que oponen resistencia a un sistema. Puede ser política claro, legítima e indispensable; pero puede ser también estar enfermo, ser negro u homosexual.
Escribe sobre su llegada a Cuba: “Empezaba la temporada de la pandemia. El cubrebocas condensaba la respiración, los lentes se empañaban. Era esa una representación aceptable de Cuba, un país con cubrebocas, la respiración secuestrada, la mirada obstruida por la niebla del jadeo”.
Días después Álvarez es señalado por el Estado como mercenario y sufre una persecución por demás dolorosa, en donde a las personas que habitan una misma tierra, el Estado las hace enemigas, intrusas.
Carlos Manuel Álvarez, Los intrusos, Ciudad de México, Océano, 2023. 267 páginas.