EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Carlos Slim, los pobres y Guerrero

Juan Angulo Osorio

Marzo 14, 2005

LA TRANSICION  

La noticia de que un empresario mexicano es el cuarto más rico del mundo debiera recibirse con alegría por todos, si no fuera porque ese hecho no guarda correspondencia con la situación del país. Y, ciertamente, el de Carlos Slim es un caso emblemático de lo que somos como nación.

Aunque él insiste en que forma parte de una familia de siempre próspera, al poderoso magnate siempre se le ha asociado como uno de los beneficiarios del crack de la Bolsa Mexicana de Valores de 1987, y después, como uno de los empresarios favoritos del presidente Carlos Salinas de Gortari, en cuyo sexenio se hizo del control de Teléfonos de México.

Los adversarios de Slim decían entonces –porque ahora ya no se sabe si existe alguno pues ahora es objeto de admiración y veneración por todos lados– que sin el monopolio de la telefonía que por varios años ejerció Slim no se explicaría su inmensa fortuna de hoy, calculada por la especializada revista Forbes en ¡23 mil 800 millones de dólares! (El presupuesto todo del estado de Guerrero es de 21 mil millones, pero de pesos. El del Distrito Federal es de 8 mil millones de dólares).

Tras el sexenio de Salinas, luego del episodio conocido como el “error de diciembre”, que marcó la ruptura entre el presidente que se iba y el que llegaba Ernesto Zedillo –que llegó al punto de que el hermano del primero fue encarcelado acusado de ser el autor intelectual del asesinato del ex gobernador nuestro, José Francisco Ruiz Massieu– Slim se hizo a un lado de los reflectores. No quiere decir que pasara al ostracismo, pero en el sexenio de Zedillo ya no se contaba esa especie de chiste según el cual si en la época de Salinas alguien hablaba a Los Pinos preguntando por Carlos, invariablemente le contestaban: “¿Cuál de los dos?”.

Pero más allá de anécdotas, lo cierto es que en la década de los 90 se dio un crecimiento exponencial de la presencia de Slim en los más diversos giros, y no sólo en México. Sólo que ahora ya no se vinculaba ese éxito a algún tipo de relación con el poder político, sino que todo era resultado de la visión empresarial del dueño del grupo Carso, de su olfato para hacerse de negocios rentables, de su capacidad administrativa.

Simultáneamente, Slim patrocinó proyectos que contaron con el apoyo de reconocidos intelectuales y escritores del país, y comenzó a ganarse la simpatía y admiración de algunos de los más conotados.

Y si eso no fuera suficiente para el consenso favorable que alcanzaba su figura en las elites empresariales, políticas e intelectuales del país, el consorcio de Slim se convierte en varios casos en el principal anunciante de periódicos y revistas, lo que influirá de diversa manera en los contenidos editoriales siempre que se hable de él o de alguna de sus varias y variadas empresas.

En el sexenio de Zedillo quedó atrás la precepción del empresario amigo del presidente Salinas, mantiene una sana distancia del sucesor y en las elecciones presidenciales del 2000 se da por sentado que apoya la candidatura del priísta Francisco Labastida, pero aparece él y toda su familia en las listas de contribuyentes del actual presidente de la República que aparecieron cuando se investigaba el caso de los Amigos de Fox.

Desde el principio de este sexenio Slim comienza a jugar un papel más protagónico. Sus negocios siguen creciendo, su relación con intelectuales y periodistas se consolida –hace al ex presidente del gobierno español, Felipe González, su asesor– y ve abierto el camino para opinar, sugerir, proponer vías para el desarrollo del país.

Se acerca con el jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador; invierte para la remodelación del Centro Histórico de la capital de la República, lo que le gana aplausos de aquí y de allá, y también la fama de que es un empresario distinto a la mayoría de su clase, acostumbrados a la ganancia fácil y rápida.

Por añadidura, Slim comienza a hacer críticas al modelo de desarrollo que se aplica en el país desde el gobierno de Miguel de la Madrid. Es decir, el neoliberalismo. Critica la politicia monetaria y la obsesión ante el fantasma de la inflación y plantea que ya es tiempo de aplicar una política de crecimiento económico.

Más aún, dice que este crecimiento debe ser con desarrollo social y que ya es la hora en que los empresarios mexicanos asuman que invertir en los pobres también es negocio.

A raíz de los videoescándalos, Slim guarda distancia de López Obrador y reaparece en la escena haciendo los anteriores planteamientos con el rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente.

Y al siguiente día, a tan atendibles planteamientos Fox respondió en alusión al poderoso empresario y dijo algo así como que el modelo económico que criticaban algunos es el responsable del crecimiento de sus empresas.

Y sanseacabó. Ya no ha vuelto Slim con sus planteamientos que acá en Guerrero fueron muy bien recibidos. Imaginemos a los más importantes empresarios del país uniéndose a su distinguido par y respondiendo a la convocatoria para invertir en los pobres.

Con                                   Zeferino Torreblanca en la gubernatura, un empresario como él, ¿se animará Slim a invertir parte de los miles de millones de dólares que tiene en Guerrero? Ojalá. Así no seguiremos de criticones.

 

*****

 

Bien por la propuesta de Porfirio Muñoz Ledo de crear una comisión de la verdad en Guerrero, hecha al gobernador electo Zeferino Torreblanca… A propósito, es muy positivo el alúd de planteamientos, sugerencias, cartas que se han publicado aquí para recordarle una y otra vez al flamante trinfador de las elecciones históricas del 6 de febrero que, aunque no prometió nada en su campaña, está comprometido a impulsar un cambio real de las relaciones políticas en nuestro estado… En la misma línea, qué pena por la falta de transparencia con que se sigue conduciendo la comisión zeferinista en el proceso de entrega-recepción. Apenas le entregaron casi todo lo de la Secretaría General de Gobierno a su coordinador Armando Chavarría, y casi nadie se enteró. Ni el vocero Julio Ortega sabía nada. Síganle por allí.