EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Carta a un joven chaca

Federico Vite

Julio 04, 2017

Apreciable chaca, sé que debe ser doloroso buscar infructuosamente en los libros algo similar al ritmo del reggaetón. Agradezco que asome sus depiladas cejas a este espacio y me sugiera que hable de Cuentos de amor, de Junichiro Tanizaki (Traducción Akihiro Yano y Twiggy Hirota. Alfaguara, México, 2017, 317 páginas). Pido encarecidamente que no confunda, como lo hizo en su distinguida misiva, la transgresión con la vulgaridad ni el buen gusto con la mojigatería. Pasado ese punto, déjeme decirle que Tanizaki realmente es un transgresor. Ecléctico y transgresor, para ser preciso. Amaba occidente, pero vivía en oriente. Sus libros fueron prohibidos en oriente; en cambio, muy bien vendidos en occidente. Era un fetichista confeso. Abordó este tema con asombrosa naturalidad. Los cuerpos literarios reunidos en este volumen exploran el placer; por ejemplo, Los pies de Fumiko, cuento que sondea las variantes del amor desmedido por los pies de una doncella loca y abusiva, así suelen ser las damiselas que habitan los cuentos de Tanizaki.
De los 11 textos, nueve son cuentos; dos, El segador de cañas y La gata, el amo y sus mujeres, pertenecen a la categoría de noveletas; la primera de 46 páginas y la segunda de 76. Pareciera, querido chaca, que las editoriales no pueden vivir sin publicar historias largas; nos les basta la contundencia de una buena narración corta. Recurren a la trampa de anunciar una colección de cuentos, pero en realidad incluyen noveletas para que el volumen no se vea muy flaco.
El segador de cañas se fundamenta en una incontenible necesidad de exploración, tanto en el tema como en la forma. El autor recurre a la transposición literaria para sugerir los hechos, para construir la sustancia de un relato en el que dos hombres, azorados por el espectáculo de la luna sobre un lago, comparten sake y la historia de amor entre el padre del narrador y dos hermanas. Aunque a simple vista parece un amor filial, en realidad el texto es depravado.
En La gata, el amo y sus mujeres el autor narra la relación amorosa entre un hombre y su mascota; recientemente casado con su segunda esposa, el amo de la felina experimenta la agonía de perder el objeto de su pasión debido a la exigencia de su primera esposa. De corte irónico, a veces excesivo, el autor muestra la sinrazón de un matrimonio fundamentado en las apariencias. Exhibe la inmadurez de un personaje masculino indeciso, obcecado por dos mujeres y esclavizado a los deseos de su madre.
Pero vayamos a los cuentos, querido chaca. Son nueve (El tatuaje, El secreto, El guapo, Los pies de Fumiko, El caso del baño Yanagi, El mechón, La flor azul, El fulgor de un trapo viejo y El caso Crippen a la japonesa) piezas que emulan en la forma a la literatura antigua, no rompen con el canon clásico. Se trata, explica Tanizaki en Tratado de la escritura, de narrar como un susurro entreoído, de preservar ese poder de insinuación. Dice el autor: “El secreto de la escritura, o dicho de otro modo, el arte de escribir a fin de suscitar la atención el lector consiste en conocer la frontera que separa lo que se puede expresar con ayuda de las palabras y lo que no se puede, para detenerse justo ahí, en ese límite”. Puesto así, hablemos de El tatuaje, uno de los textos más conocidos de Tanizaki. El autor cuenta un periodo de la vida del maestro Seikichi, quien sobresale por la singularidad de sus composiciones y la voluptuosidad de sus trazos. El tatuador busca una mujer de piel resplandeciente donde pueda tatuar su propia alma. La resolución del cuento está relacionada con la búsqueda de esa mujer, una chiquilla que encarnará el ideal de la femme fatale.
El secreto explora cínicamente el travestismo. El narrador recurre a “casualidades” que poco a poco develan la búsqueda del personaje principal: salir de lo habitual, cambiar de aires, renovarse. Es, sin duda, un texto excéntrico. El rostro empolvado, la suavidad del kimono, un abanico, herramientas con las que el protagonista descubre su lado femenino. El cuento está resuelto de manera solvente.
En El guapo, Tanizaki detalla el encanto de un padrotillo (algo que usted debe comprender muy bien, querido chaca) que desgracia a las mujeres con las que se enreda; les arrebata el dinero, el amor propio y la autoconfianza, pero el corazón de ese hombre pertenece a una mujer vulgar, sucia y fea. La ironía es el estilete más valioso en este texto. Como proposición contraria, tenemos El caso del baño Yanagi, cuento de terror, protagonizado por un hombre sádico, demente y probablemente responsable de un asesinato, pero la construcción de la atmósfera es impresionante; en especial, las visiones del protagonista en los baños públicos, un verdadero portento.
El fulgor de un trapo viejo procede de un poema de Charles Baudelaire. El autor detalla la atracción física de un pintor venido a menos (chico de familia adinerada que renuncia a esa condición social) por una indigente. Una atracción a prueba de mugre y de asco. Lo curioso del caso es que en este cuento hay aspectos biográficos de Tanizaki, quien pertenecía a una familia de clase alta, pero perdió su fortuna y terminó casándose con una ex geisha.
Finalmente, querido chaca, refiero El mechón, La flor azul y El caso Crippen a la japonesa. El primero da cuenta de la pasión que ejerce una mujer extranjera en el corazón de los nipones; el segundo se regodea en el consumismo de una señorita caprichosa y el tercero amplía el rango de movimiento pasional de un sádico, quien está harto de su esposa y decide matarla.
La manufactura de los cuentos es destacable. Se trata de textos cuidados; los conflictos son urdidos con sabiduría. El autor muestra su solvencia literaria en el manejo ejemplar de la progresión dramática de los hechos y en los motivos, perfectamente definidos, de cada uno de los personajes. Cuando un escritor tiene claro esos aspectos, la resolución de las historias suele ser afortunada. Dicho de otra manera, todo funciona como un relojito suizo. Querido chaca, yo le recomiendo que se deje hundir en la sabrosura de un autor como Tanizaki. Entre sin prejuicios a este libro. No es reggateón, pero tiene valía estética. Que tenga un cachondo martes.