EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Casa blanca, humildad y perdón

Humberto Musacchio

Julio 21, 2016

Desde el punto de vista moral, es muy loable que el presidente de la República, “con toda humildad”, pidiera perdón a los mexicanos por la irritación que produjo el asunto de la casa blanca. Sin embargo, como dijo el Alazán Tostado, uno de los clásicos de la picaresca priista, en política la moral es un árbol que da moras.
El funcionario que obra con acierto y responde con eficacia a lo que sus gobernados esperan, ése tiene la absolución social sin necesidad de pedirla, aun para los mayores pecados. Por otra parte, cualquiera sabe que “confesión no pedida, acusación manifiesta”. De modo que no es un acierto pedir perdón, más aún si todo estuvo apegado a la ley y no hay culpa alguna.
Menos aceptable es que quien tiene el mando solicite la indulgencia pública “con toda humildad”, pues el gobernante necesita proyectar la fuerza que se requiere para proteger a sus gobernados, que no se sienten amparados por quien peca de humilde, sinceramente o con fines de legitimación.
Un hecho más que no contribuye a despejar la sospecha general de corruptelas es la renuncia de Virgilio Andrade. Por supuesto, no se trata de un funcionario que merezca la confianza pública, porque obró en contra de lo que, cierto o falso, era una percepción general. Echarlo del gabinete aporta un elemento que confirma esa percepción. Para el gobierno, hubiera sido mejor dejarlo algunas semanas y luego hacerlo renunciar por “motivos de salud” o cosa parecida.
Más todavía: si la adquisición de la casa blanca “causó gran indignación” y constituyó un agravio a la sociedad, como aceptó  en su discurso el Presidente, cabe preguntar ¿dónde estuvo el error que alimentó la opinión de que había algo turbio? ¿Lo malo fue que Carmen Aristegui difundiera la compra de la mansión o lo condenable, indignante y agraviante fue la adquisición misma? Si Carmen Aristegui difundió un hecho cierto, ¿por qué presionar a MVS para que la despidiera?
También cabe preguntar si Luis Videgaray pedirá perdón por adquirir la casa de Malinalco de un proveedor del gobierno mexiquense al que él mismo pertenecía. ¿Al igual que Virgilio Andrade va a renunciar por haber causado gran indignación, o bien optará por pedir perdón con toda humildad? No es pregunta ociosa, pues si su jefe procedió de esa manera, lo menos que se puede pedir al hombre de las finanzas públicas es que él también lo haga, pues aunque todo sea legal, lo cierto y comprobable es que se trata de un conflicto de intereses.
Videgaray –suponemos– tiene asesores políticos que sensatamente le recomendaron hacerse el muerto y no salir en busca de la exoneración pública. Es probable, pero al pedir perdón su jefe, él automáticamente quedó obligado a hacer lo mismo y presentarse en público dándose golpes de pecho por algo que, dicen, era impoluto, pero agraviante para la sociedad.
El resultado de estas peticiones de perdón y reconocimiento de agravios a la sociedad es que, contra lo deseado, despertaron nuevamente el interés por el caso y ya surgieron voces que piden profundizar en la investigación, pues según el coordinador de los diputados perredistas, Francisco Martínez Neri, se trata de “una confesión”, en tanto que el líder de la bancada del Movimiento Ciudadano fue más drástico: “Pedir perdón sin asumir las consecuencias de un error no es un ejercicio de ética pública, sino de demagogia”.
Para el coordinador de la bancada panista en el Senado, Fernando Herrera, las acciones de Peña  Nieto y las omisiones en la presunta investigación realizada por Virgilio Andrade “deben encontrar el camino de la ley y no quedar como hecho anecdótico ante una sociedad que se ha manifestado indignada”.
La declaración presidencial se produjo en el acto en que se presentó el Sistema Nacional Anticorrupción, que para empezar cuenta con siete leyes secundarias. Con dicho sistema, según el verbo del Ejecutivo, “el servicio público será más íntegro y habrá una real y efectiva rendición de cuentas”, pues contará con una Fiscalía de Combate a la Corrupción y el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.
En suma, más y más leyes que no se aplicarán más que a los políticos caídos en desgracia. Mientras tanto, los señores de Oceanografía o de Higa, el ex gobernador sonorense Guillermo Padrés o los tocayos Duarte, el de Veracruz y el de Chihuahua, estarán revolcándose la risa, pero eso sí, muy dispuestos a pedir perdón.