EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Castañeda, el mercenario imprescindible

Jorge Zepeda Patterson

Diciembre 09, 2007

Da la impresión de que el gobierno de Fox no dejó contento a nadie, o a muy pocos, pero por razones que difieren en cada caso.
Con el libro La Diferencia, de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, sucede exactamente lo mismo.
La izquierda lo ha repudiado por la procedencia de los autores, colaboradores ambos del ex presidente, y por la lógica
presunción de que se trata de una “defensa de Fox”. Por su parte, la derecha ha mostrado resquemores por la cantidad de trapos
sucios sobre los modos de gobernar del presidente con botas. Ambos, izquierdas y derechas, tienen razón para justificar sus
recelos, y eso resulta ya una razón para revisar este libro con atención.
No considero que La Diferencia sea un libro dedicado esencialmente a justificar a Fox. En todo caso me parece que es un texto
para justificar a sus autores. Ciertamente, a ratos parece un ajuste de cuentas de Castañeda y Aguilar con algunos personajes
contra los que descargan fobias o resentimientos.
En realidad, muchos pasajes me parecen más bien incriminatorios para el gobierno de Fox. Hay datos que no se conocían, o sólo
se sospechaban, que confirman la manera en que el ex presidente boicoteó su propio proyecto por inconsistencia, frivolidad, por
la incompetencia de sus colaboradores y/o la competencia entre ellos.
El que busque chismes sobre los políticos no saldrá defraudado. El libro puede ser leído como una especie de Ventaneando de la
clase política. Por ejemplo, al revisar el fracaso en el incremento del IVA, señalan la hipótesis de que haya sido negligencia de
Arturo Montiel, quien fue incapaz de asegurar el voto de sus 21 diputados que al parecer había garantizado. “Pero debido a sus
líos matrimoniales, patrimoniales y anímicos se fue a refugiar a San Diego para reconquistar a su esposa francesa”. Ella había sido
objeto de una golpiza mayúscula por parte de presuntos guardaespaldas de Montiel y el daño fue reparado mediante la compra
de una fastuosa casa de playa en la isla francesa de San Bartolomé, pagada con maletín de efectivo.
En ese sentido el libro va de revelación en revelación. Que Fox buscó al empresario Roberto Hernández para financiar la campaña
de Madrazo y de Gordillo, y asegurar así la derrota de Beatriz Paredes en la disputa por la presidencia del PRI en 2002.
O que Alfonso Romo, un millonario regiomontano, se opuso a que Sabina Berman fuera la titular de Conaculta por ser demasiado
“liberal”, lo cual confirma que la influencia de los empresarios fue mucho más allá de los ámbitos económicos.
O que el teléfono del presidente del Trife fue intervenido ilegalmente por parte del PRI del gobierno del estado de México, días
antes de que los magistrados dieran su fallo sobre le elección.
O que Cerisola no podía ver a Gil Díaz, y éste no tragaba a Derbez, quien a su vez le tenía muina a Castañeda, quien terminó
enemistándose con Adolfo Aguilar. Y con este Borondongo le dio a Bernabé y Bernabé le pegó a Muchilanga –que Fox toleraba–
podría explicarse un par de proyectos frustrados del sexenio.
Algunos pasajes del libro merecerían mayor atención por parte de la izquierda. Constituyen música para sus oídos. Los autores
reconocen que Fox habló con los grandes empresarios para que le metieran dinero a la campaña de Calderón y/o a la campaña
negativa contra AMLO; que negoció con Elba Esther el apoyo del Panal y acordó la designación del candidato de ese partido;
introdujo en las elecciones a Dick Morris, el estratega de las campañas del miedo; intercambió favores con Televisa para contar
con una cobertura favorable a Calderón.
En otro capítulo los colaboradores de Fox confirman la participación de Diego Fernández de Cevallos y de Carlos Salinas para
golpear a AMLO con los videos de Ahumada. El libro documenta una reunión en Los Pinos entre el Jefe Diego, Fox y el procurador
Macedo de la Concha antes de pasar los videos a Televisa. Quizá muchos lopezobradoristas no quedarán sorprendidos por esos
datos, pero no deja de ser sorprendente que los confirmen dos miembros del círculo interno de Fox.
Más allá de las anécdotas y revelaciones, lo más interesante del libro es la visión descarnada que ofrecen del ex presidente, quizá
de manera involuntaria. Una y otra vez al analizar algunas coyunturas (el aeropuerto de Atenco, el desafuero, las elecciones) dan
cuenta del frecuente divorcio entre los deseos del presidente y la realidad. Una frase muy usada con la que describen el
comportamiento de Fox es “falsa ingenuidad”. Remite no a la ingenuidad de Fox, sino a la capacidad de autoengaño del ex
presidente. Los autores nos pintan a un hombre de buenas intenciones; sí, pero incapaz de darse cuenta de las muchas ocasiones
en que actuó con malas intenciones.
El breve capítulo sobre Marta Sahagún, es un texto para curarse en salud. Y de hecho lo hacen “bajo protesta”. Los autores
argumentan que no era su papel ponerse hablar de la familia Bribiesca toda vez que el asunto está en tribunales. Pero no
debieron ignorar el papel político de la consorte y sus pretensiones de convertirse en sucesora de su marido. Marta no es un
simple affaire en la Presidencia, como el de la señora Sarkozy. Cualquier análisis del gobierno foxista sin abordar a la primera
dama queda sospechosamente incompleto.
Encuentro muchas razones para estar en desacuerdo con este libro, pero también muchos motivos para leerlo con atención. En la
presentación en la FIL de Guadalajara, Castañeda se autodefinió como “un mercenario” en búsqueda de mayor venta de
ejemplares. Podría ser también una descripción de su paso por la política que lo ha llevado a ser asesor de Cárdenas, de Gordillo
o de Fox. En su calidad de protagonista interesado, sus testimonios nunca serán objetivos, pero sin duda forman parte de una
historia con la que podemos coincidir o diferir, pero nunca ignorar.

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