EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Centrar los esfuerzos (I)

Eduardo Pérez Haro

Febrero 26, 2019

Para Jorge Pablo Rivas Díaz.

El régimen se acomoda en su andar, va encontrando, paso a paso, la verdad compartida entre la percepción del presidente y el hartazgo popular. La corrupción aparece debajo de cualquier piedra que se levante. El respaldo es implícito, tácito, real, superlativo. Nadie en la base del pueblo tiene dudas, ni miramientos. Bienvenido el embate en curso contra la corrupción.
Sin embargo, la diversidad del fenómeno y su amplitud inquietan a los responsables y actores del entramado instituido, pero no sólo de las instituciones que desde el gobierno habrán de encararlo, sino de las instituciones no necesariamente formales, instituciones como prácticas y convenciones con los que se da el funcionamiento general de la vida diaria, incluso legal, de la sociedad no gubernamental. Ahí es donde los responsables de su acometida se colocan ante la inquietud de tener que administrar la misión. Podría abrirse una guerra sin seguridad de ganarla en el corto plazo, con lo que surge el dilema entre asumirla sin perspectiva de éxito o no asumirla plenamente y fallar ante la expectativa. Huachicoleo de gasolina, gas, electricidad, reclusorios, guarderías, organizaciones de la sociedad civil, medicamentos, ciencia, tecnología, sindicatos, qué más, vendrán los bancos, los medicamentos, los vinos y licores, las telecomunicaciones, la construcción, qué más…
Todo indica que se abren los términos de la lucha contra el crimen organizado y se disminuye el efecto pensado de haber acotado los problemas con la legalización de las drogas pues, en principio, parecía que era una lucha contra el narcotráfico, pero el régimen demuestra que llevaba razón al lado del pueblo: la corrupción está en todas partes y no es sólo de funcionarios públicos sino de las cadenas de funcionamiento comercial y, eventualmente, desde la producción asociación inmoral de intereses con permisibilidad legal como expresión subliminal del fenómeno.
Se abre una ruta que habrá de usar muchas energías y recursos. Que se haga lo conducente en el mejor esfuerzo que habrá de poner en su debido cauce el desempeño de la administración de gobierno y el funcionamiento de los mercados. Los empresarios no tendrán manera de opinar en contrario, los funcionarios tendrán que acatar, el pueblo se sentirá satisfecho, todo mientras no se atrofien los funcionamientos del abasto y los precios de las cosas, las mercaderías que son todo lo habido y por haber.
Por si no fuera suficiente, las finanzas públicas se verán favorecidas, así está planteado, los programas sociales tendrán sostenibilidad y podrá aumentar la inversión pública que los opinadores convergen en la idea de que a través de ésta se atrae la inversión privada y, detrás de ello, se crea la base para alcanzar el crecimiento del 4.0 por ciento en el Producto Interno Bruto de la economía que es el indicador en el que se sintetiza la expresión monetaria de la riqueza nacional.
Ciertamente, en el mundo, no hay una cruzada semejante a la vista, y sin embargo, la vía en que se han forjado los desarrollos de capitalismos nacionales como los que pueden verse en los países escandinavos, los tigres asiáticos o los BRICS, excepción de Brasil por sus trastabilleos políticos, han echado mano de procesos de desarrollo endógeno que asumen un cuadro de condiciones que no están en el escenario de este momento en México y todo indica que sin ello, la transformación hacia el crecimiento distributivo, como expresión del cambio verdadero, no será.
En estos casos de crecimiento y desarrollo de países emergentes, el Estado ha sido determinante, pero no porque distribuya de manera individualizada recursos entre los amplios sectores vulnerables o porque, en general, incremente en grado alguno la inversión pública, pues parecería que la economía depende del Estado y eso no es exacto. En México la hacienda pública recauda menos de la cuarta parte de la economía y tiene tres componentes de gasto fijo que hacen uso de la mayor parte del disponible, a saber, las nóminas de la administración pública donde están los maestros, los médicos y los integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad; la deuda pública externa e interna, y las transferencias a estados y municipios sin lo cual no tienen manera de funcionar. Por consecuencia, la inversión tiene un margen limitado.
Por principio, la posibilidad del desarrollo endógeno se radica en erigir un gradual desarrollo de la capacidad productiva industrial en dirección de la competencia internacional donde se forman los precios de las mercancías (tangibles e intangibles, manufactureras y de servicios) desde el maíz, la gasolina, los celulares, las computadoras, los hoteles, etc., ningún esquema fuera de esta lógica prospera en forma sostenible y es ahí donde verdaderamente radica la solvencia de las finanzas públicas que se ligan al crecimiento de la producción y el comercio que corren por cuenta de los privados.
Desde ahí puede haber una inversión de mayores alcances y posibilidades no sólo para la política social sino para un cuadro de requerimientos nacionales para incentivar la inversión privada que podemos referir en: 1) infraestructura de producción y comercio, comunicaciones, puertos, almacenamientos, transporte, etc.; 2) la tecnología sin la cual no puede haber bases propias para asentar el progreso de la capacidad de desarrollo industrial, salvo que nuestras empresas lo hagan por ayuda subsidiaria o legal para la formación de monopolios domésticos que después desbordan en trasnacionales con posibilidades determinadas por ventaja comparativa más no de competencia y, por tanto, de alcances expuestos en el tiempo y espacio, una fórmula ya recorrida; 3) capacidad de la fuerza de trabajo acorde a los cambios y exigencias de las nuevas tecnologías, no es fuerza e ingenio o la habilidad potencial, sino la capacidad especializada que presupone procesos desde el nivel prescolar hasta el doctorado, con todo lo que ello significa.
4) La integración de los sectores es de la mayor importancia pues en México cada sector pareciera querer escribir su historia por separado y eso termina en cuentos cortos. No hay prosperidad de las agriculturas sin decantación en la industria y así con todos los productos primarios, esta es tal vez una de las partes centrales que está en la explicación del realce efímero de países como Brasil o Argentina, que se han prendido de momentos alcistas en los precios agropecuarios y de las materias primas, pero que no se han asentado sobre el cambio estructural de sus capacidades industriales como sí lo han hecho los países escandinavos o los tigres asiáticos.
5) Un punto está en la integración de las industrias pequeñas con las medianas y éstas con las grandes, un tema que suele aludirse como integración de cadenas de valor, pero que en realidad no es un esquema lineal donde la pequeña y mediana industria hacen el 98 por ciento de la planta productiva con una gran dispersión que eleva los costos o lo peor, se les deja al margen y se sustituyen con importaciones (ya hablaremos de eso más adelante). México es experto en ello, sus exportaciones se integran con material importado y poco o nada articulan las capacidades internas que entran en declive o quiebres recurrentes, empezando de cero cada vez, aprovechando el turno de remplazo.

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