EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

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Opinión

Centroamérica, el primer desafío de la política latinoamericana de Joe Biden

Gaspard Estrada

Marzo 24, 2021

Esta semana una misión de diplomáticos del equipo del nuevo presidente de Estados Unidos viaja a México y varios países de Centroamérica. Se trata de un equipo experimentado: además de Roberta Jacobson, una veterana diplomática que fue embajadora de Washington en México entre 2016 y 2018, estará presente en el viaje Juan González, el hombre fuerte de del presidente Joe Biden para América Latina, y Ricardo Zúñiga, el recién nombrado enviado especial del Departamento de Estado para el Triángulo Norte.
A poco más de 100 días de su toma de posesión como jefe del Ejecutivo estadunidense, Biden quiere mandar la señal de que su política exterior hacia la región latinoamericana empezará dándole prioridad a la vecindad inmediata, a un asunto que liga la política exterior con la interior: los flujos migratorios desde América Central hacia Washington. Y es que se trata de algo urgente: el incremento del flujo migratorio ha sido considerable en los últimos meses. Sólo en febrero fueron retenidos o detenidos más de 100 mil migrantes en México. Estos números recuerdan la crisis vivida a mediados de 2019, cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se plegó a las exigencias del entonces inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump para frenar la llegada de centroamericanos a Estados Unidos, quien en aquel momento amenazaba con reventar las negociaciones sobre la continuidad del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
Sin embargo, contrariamente a Trump, Biden tiene como objetivo impulsar una política que atienda las causas de la migración, y no se quede en su mero tratamiento punitivo. De cierta manera, Biden quiere recuperar parte de la política estadunidense hacia la región, que él supervisó cuando era vicepresidente de Barack Obama, entre 2009 y 2017. A partir de 2013, el entonces inquilino de la Casa Blanca le confió la misión de ser su representante para América Latina, y así impulsar las iniciativas estadunidenses en la región. Una de las primeras tareas que Biden decidió encabezar en ese momento fue la iniciativa de desarrollo del “Triángulo Norte”, es decir de Guatemala, Honduras y El Salvador, junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La idea de la administración Obama era fomentar proyectos productivos que permitieran detonar el crecimiento económico y social de esos países, para así crear un círculo virtuoso y detener los flujos migratorios. Pero la realidad fue diferente: en vez de aplicar los recursos a proyectos de desarrollo, la mayoría de los recursos terminaron alimentando los gastos corrientes de los gobiernos… y las cuentas bancarias de sus dirigentes. Las cosas continuaron siendo como siempre.
Pero Biden ha querido dejar claro que esta vez, será diferente. No será fácil. En efecto, estos países tienen un sistema institucional extremadamente frágil. Como México, tienen un nivel de recaudación de impuestos muy baja en comparación con el promedio de América Latina (poco más del 10 por ciento del PIB va a impuestos, contra 20 por ciento en la región). Además de ello, los dirigentes de estos países no tienen la mejor imagen en Washington. El caso de Honduras es emblemático. El actual presidente de ese país, Juan Orlando Hernández, ha sido señalado por la justicia norteamericana por haber supuestamente participado en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. En febrero, ocho senadores estadunidenses introdujeron una propuesta de ley para suspender ayuda financiera relacionada con cuestiones de seguridad a Honduras porque, según ellos, hay evidencia sustancial de que el presidente Hernández “se ha involucrado en un patrón de actividad criminal y utilizado el aparato de Estado para proteger y facilitar el tráfico de drogas”. Por otro lado, además de los problemas ligados a la política, también es preciso señalar que estos países fueron devastados por los huracanes Iota y Eta.
Ante ello, los emisarios de Biden tendrán mucho qué hacer, en particular para asegurarse que los 4000 millones de dólares prometidos por Washington se traduzcan en obras y no en más corrupción. Esperemos que así sea.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada