EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Cero a la izquierda

Juan Angulo Osorio

Diciembre 16, 2007

La suspensión de la asamblea del Consejo Estatal del PRD y la reaparición en un acto público del ex gobernador René Juárez
Cisneros parecen hechos inconexos, pero puede que no lo sean tanto.
Ambos episodios indican que el poder no pasa por el PRD, y que éste es visto como una franquicia, como una agencia electoral
que sirve para registrar legalmente a candidatos, pero no para debatir nada ni siquiera para hacerse las ilusiones de que puede
orientar las decisiones y las políticas de gobierno.
Las fuerzas de izquierda de ese partido dejaron ir muy lejos a Zeferino Torreblanca y ahora, de cara a las elecciones de dirigentes
nacional, estatal y municipales; y de la designación de candidatos para los ayuntamientos y las curules del Congreso que se
disputarán en octubre de 2008 no saben cómo detenerlo.
A él y a sus aliados. Es la alianza de los caciques, según la definió ayer mismo don Pablo Sandoval Cruz, que tiene un proyecto
muy claro: continuar con la liquidación de la izquierda partidaria; terminar de sacarla de las instituciones para que en éstas
solamente queden remedos de izquierdismo; políticos dóciles; políticos que no cambian las instituciones, sino que son
cambiados por éstas; políticos que utilizaron el argumento válido de cambiar la forma de lucha como pretexto para dejar de
luchar.
Este proceso liquidacionista comenzó la misma noche del 6 de febrero de 2005, cuando el triunfante candidato de la oposición
dejó plantados en el Zócalo de Chilpancingo a miles de entusiastas ciudadanos que esperaban festejar con su nuevo líder la caída
del PRI, y prefirió hacer un acto en un local cerrado a unas cuantas cuadras de allí solamente con los políticos profesionales.
Marcó Torreblanca entonces el sello de su futuro gobierno. Los de abajo sirven solamente para votar. Y los de arriba están para
gobernar
¿Cuántos días tenía el pacto de Torreblanca con Rubén Figueroa Alcocer y René Juárez Cisneros? No muchos. Y el gobernador se
equivoca al decir que le faltan al respeto al pueblo quienes dicen que el ganó las elecciones porque tuvo el apoyo de esos ex
gobernadores. Quizá solamente el candidato perdedor Héctor Astudillo y sus seguidores digan eso, pero no es tal la crítica que
se ha hecho desde el campo democrático a Torreblanca. Lo que aquí se ha dicho es que si Figueroa y Juárez Cisneros se
acercaron a Zeferino es porque ya sabían que éste iba a ganar. ¿Cuándo se había visto un cierre de campaña tan masivo,
combativo y mayoritariamente de contingentes populares como el que acompañó al candidato de la alianza Guerrero Será Mejor?
Torreblanca ganó gracias al voto popular; gracias al enorme deseo de cambio que se apoderó de la mayoría de los electores. Por
eso es más grave su traición. Sin necesidad, porque los caciques no le aportaron los votos, el nuevo gobernador les conservó
espacios decisivos en su gabinete que bien podría ser incluido en el libro de records Guiness de la incongruencia: un equipo de
colaboradores de un gobernador que no hicieron campaña por el candidato.
De los 14 funcionarios de primer nivel, incluido el procurador, no participaron el secretario de Seguridad Pública, el general
(recién) retirado Juan Heriberto Salinas Altés; ni los de Desarrollo Urbano, Guillermo Torres Madrid; de Salud, Luis Barrera Ríos; de
Desarrollo Rural, Armando Ríos Piter; Asuntos Indígenas, Crispín de los Santos; de la Mujer, Rosa María Gómez; ni el procurador
Eduardo Murueta.
Los secretarios de Desarrollo Económico, Jorge Peña Soberanis; y de Fomento Turístico, Ernesto Rodríguez Escalona son del
grupo político del ex gobernador René Juárez, de modo que si participaron en la campaña fue en el lado contrario al del
candidato del PRD, al menos hasta antes del pacto con su jefe que le permitió al primero ser nombrado en el gabinete y al
segundo ser ratificado.
Y el nombramiento de José Luis González de la Vega en Educación, un puesto estratégico, es parte de un arreglo con la cacica del
sindicato de maestros Elba Esther Gordillo.
¿Qué podía esperarse de un gobierno encabezado por un gabinete de funcionarios ajenos a los avatares de una campaña
electoral? ¿Qué sensibilidad social de quienes ni siquiera conocieron los rostros de la pobreza extrema en varias regiones del
estado? ¿Qué podía esperarse de un gobernador que respetaba los espacios de las fuerzas políticas que habían sido derrotadas
en las urnas, fuerzas enemigas de la democracia y de la transparencia?
“Ellos me respetan, yo los respeto”, recién declaró el viernes el gobernador de su relación con René Juárez y Rubén Figueroa la
cual, amenazó, va a continuar. Es un respeto interesado. Un respeto a un gobernador que gobierna con ellos y para los mismos
intereses para los cuales ambos priístas gobernaron en su momento. ¿Por qué no habrían de respetarlo en esas condiciones?
Respetan al gobernador, y le faltan al respeto a los electores que votaron por éste con la esperanza de que tendrían un aliado de
ellos en el gobierno, no un aliado de los caciques de siempre.

*****

Ahora, René Juárez y Rubén Figueroa no son solamente unos políticos priístas que están en todo su derecho de hacer política.
Son dos de los hombres más ricos del estado. No están para defender algún programa, ideología o declaración de principios de
su partido, sino para proteger y ampliar negocios muy concretos.
Forman parte de aquellos que siguieron el consejo de Carlos Hank González según el cual un político pobre es un pobre político.
En la terminología de Andrés Manuel López Obrador, ambos son claros exponentes de la “mafia política”, que se ufanan (esto ya
lo digo yo) de su amistad con un gobernador postulado por el PRD.
Dijo Juárez Cisneros el jueves que viene a apoyar a los candidatos de su partido para las elecciones de 2008. ¿A apoyarlos
después de imponerlos? ¿Esa es la parte que le toca en la división del trabajo que acordó con su amigo Zeferino?
Dijo también que algunos colaboradores suyos han sido perseguidos sin que hayan violado ninguna ley. ¿A qué colaboradores se
refiere? El único al que ha perseguido Torreblanca ya está en la cárcel y es del grupo de Héctor Astudillo, quien por cierto no
asistió a la comida de René Juárez, al que considera que lo traicionó.
Tal vez se refiera a su ex secretaria de Salud, Verónica Muñoz Parra, a quien se investiga por el uso de facturas falsas como
comprobantes de gastos por el orden de 100 millones de pesos. Pero allí no pasa nada. Cuando se le preguntaba de eso al
gobernador –hace mucho tiempo, pues ya ni caso tiene– respondía que él no es agente del Ministerio Público. Porque los otros
colaboradores de René Juárez –como ya vimos– o están en el gabinete; o están al lado del gobernador a donde quiera que va
como su coordinador de Comunicación Social César Bajos; o simplemente no los ha tocado, como es el caso de su secretario de
Educación Daniel Pano, uno de los sonrientes comensales del festejo del jueves.
“Venga quien venga” el PRD tendrá resultados electorales “muy positivos” el año próximo, declaró Torreblanca el mismo jueves
en respuesta al anuncio de René Juárez. Puede ser. Quien sabe. Todavía falta mucho. Pero ¿con cuáles candidatos tendrá el PRD
esos resultados? ¿Con los que imponga el gobernador en alianza con su secretario de Gobierno? ¿Qué PRD será el que gane las
principales alcaldías y el que controle el Congreso del Estado?
¿Un PRD que sería parte de ese acuerdo político expresado en la alianza de los caciques de que habló Sandoval Cruz?
Por eso huele mal que se haya suspendido la sesión del Consejo Estatal del PRD. De haberse impuesto en el debate la línea crítica
del gobierno de Torreblanca; de haber prosperado la exigencia de que destituyera al secretario de Educación y de que se apegara
a la plataforma electoral con la que ganó, esto habría significado un triunfo de las posiciones de izquierda dentro de ese partido
que podría tener repercusiones en las elecciones de dirigentes y en la designación de los candidatos a alcaldes y diputados.
Si no se pudo impedir que Torreblanca impusiera sus condiciones y sus políticas en estos casi tres años; si no se pudo tener un
Congreso que sirviera de contrapeso y que fuese no sólo garante de las libertades democráticas, sino el promotor de su
ampliación; si no se pudo tener una dirigencia partidista que se comportara con dignidad frente al gobernante, al menos intentar
detener este proceso de derechización del gobierno y de descomposición del PRD. Al menos hacer la lucha para que éste deje de
ser un cero a la izquierda.
Pero como se ve no será una tarea nada fácil. Al justificar su cercanía con un ex gobernador que no terminó su periodo acusado
de la matanza de Aguas Blancas; y con otro cuya gestión se caracterizó por un alto nivel de corrupción, Zeferino Torreblanca está
lanzando el mensaje de que está dispuesto a imponer sus políticas a cualquier costo. Porque, también lo dijo, esa alianza le
garantiza la estabilidad necesaria para enfrentar eventuales protestas sociales o políticas.
Torreblanca podrá tal vez, en la coyuntura, desactivar algunos conflictos; presentarse de nuevo como un gobernador que dialoga,
que es respetuoso de sus adversarios y que no intervendrá en la elección interna del PRD. Pero si es que se comporta así será
solamente por ganar tiempo y preparar el terreno para, a la vuelta de 2008, tener alcaldes y diputados a modo para su proyecto
de gobierno que nada tiene que ver con el desarrollo democrático del estado.