EL-SUR

Miércoles 13 de Noviembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Chilpancingueña bonita

Silvestre Pacheco León

Enero 02, 2023

 

(Segunda parte)

Chilpancingo es una ciudad de burócratas, hecha a la imagen y semejanza de los políticos enriquecidos con el presupuesto público que invirtieron en propiedades inmobiliarias definiendo ellos la imagen provinciana y caótica de la capital.
A pesar de la concentración de la oferta educativa y el número considerable de escuelas y universidades con cientos de estudiantes en su matrícula, no es la educación ni la cultura lo que destaca en la ciudad capital, sino las fiestas ruidosas, el caos vial, las manifestaciones, el bloqueo de calles, y quizá el desfile masivo con el que se inician las fiestas decembrinas que termina en borrachera colectiva.
Chilpancingo es un pueblo grande donde las manifestaciones cotidianas que ocupan las vías públicas más concurridas son diversas pero menos educativas, porque están lejos de ser ejemplo de sociedad contestataria, organizada y demandante, pues la mayoría es una población domesticada y resignada, ajena a la cosa pública pero insatisfecha hasta el hartazgo por la poderosa e indolente burocracia que la domina e impone su ritmo y su santa voluntad en la vida de los capitalinos.
Hace menos de cinco años que la mayoría de sus electores se decantó por una opción de izquierda para el gobierno de la capital, pero no se mira claro si el gobierno precedente caminó en el sentido deseado por quienes lo apoyaron; sin embargo, con la actual presidencia municipal el deseo de los ciudadanos se manifestó más a la izquierda llevando al poder a una joven mujer imbuida en la militancia del cambio, pero que tampoco está mostrando que tenga clara su misión para avanzar en el cambio que reclama la sociedad, desperdiciando las inmejorables condiciones que tiene para gobernar, acompañada como está por una gobernadora que le da fuerza a la equidad de género y de un Ejecutivo federal de su mismo partido cuya fuerza contundente está desaprovechando.
Siempre he pensado que en la izquierda hace falta un modelo nuevo de gobierno municipal que funcione como escuela de educación política, que promueva la participación de los ciudadanos y eduque a la población en el arte de gobernar. Para ello están dadas las condiciones que pueden marcar el cambio dándole mayor fuerza a la voluntad de los electores.
En ese cambio se debe empezar por agotar todo el margen de actuación democrática que permite la Ley Orgánica del Municipio Libre, de por sí presidencialista, empezando por dejar a un lado el tradicional ceremonial priísta del culto a la personalidad. La presidencia municipal de nuevo tipo debe ser ejemplo de humildad, que proyecte confianza entre la población, estando dispuesta siempre a escuchar, más que a decir.
La mejor escuela participativa deben ser las sesiones de cabildo, abiertas y públicas donde el electorado aprenda la manera elevada y democrática de abordar los problemas de la comunidad, exponiéndola y debatiendo hasta llegar a propuestas viables y necesarias que luego deben ser votadas y ejecutadas.
Que los acuerdos emanados democráticamente pasen a ser ejecutados dándole seguimiento hasta su conclusión. Ese es el papel de los regidores, ocuparse de vigilar el desempeño de cada ramo de la administración municipal.
Pero lo que resalta del gobierno no es el cambio ni siquiera en la actitud de los servidores públicos, el formalismo de sus actos es una reproducción del modelo priísta que alejó a la ciudadanía de la política.
Acometer problemas como el de la escasez de agua debería ser un problema en el que cada ciudadano chilpancingueño debería ser especialista, pero la mayoría ni siquiera conoce las fuentes de abastecimiento del líquido vital, y menos la enorme inversión que implica el mantenimiento de la red hidráulica. Si los capitalinos recibieran un curso intensivo desde el ayuntamiento sobre el tema estaríamos más cerca de su solución definitiva.
Que la población conozca el volumen de agua que se extrae de los pozos y lo puedan relacionar con su distribución y el ingreso para determinar el tamaño de las pérdidas sea por las tomas clandestinas o por la fuga que provoca el mal estado de las tuberías, y que se mida lo que significa la morosidad en el pago de quienes adeudan el servicio que realmente reciben.
No se conoce una propuesta de solución a la escasez del agua que realmente involucre a los usuarios. Con frecuencia se ven las manifestaciones de los vecinos reclamando el servicio sin que aparezca una respuesta duradera para el problema que se repite una y otra vez.
Por otra parte, existen los recursos y medios para convertir a la capital en la chilpancingueña bonita a la que cantó el compositor Agustín Ramírez. Sin mucho esfuerzo se podría convertir en una potencia cultural y educativa que marcara la diferencia con el resto del estado. Hay talento e infraestructura bastante para lograr lo que mucho se dice acerca de que la cultura tiene un valor imponderablemente poderoso para el desarrollo. Pienso en primer lugar en las danzas que alegran las fiestas tradicionales a partir del esfuerzo organizado de los barrios, casi sin apoyo oficial, las cuales con un pequeño incentivo se convertirían en muestra para que en el resto del estado se mantengan y fortalezcan.
En Quechultenango mi pueblo de nacimiento, la danza de los Doce Pares de Francia que por medio siglo mi abuelo Juventino León sostuvo y mantuvo vigente, ha llegado casi a su fin porque los músicos que la acompañan ahora cobran muy caro y cada vez son menos los seguidores de la misma porque esa obra de teatro popular tan apreciada por la multitud se ha vuelto tediosa y cuando no, incompresible para la mayoría de los espectadores a quienes nadie explica el origen y el contenido de la danza que en dos días narra las batallas entre moros y cristianos sucedidas en el largo período de las Cruzadas donde los reinados europeos que defendían la Iglesia católica organizaban ejércitos para combatir y expulsar a los musulmanes de la tierra santa donde nació Jesucristo.
En Chilpancingo la fortaleza que sostiene a la danza de los Tlacololeros no requiere casi nada para que la población la siga mirando como parte de su identidad y realmente necesita muy poco para que todos los capitalinos la conozcan, identificando a los personajes y el móvil de la representación que encierra una gran riqueza cultural sobre el cultivo del grano que nos ha sostenido vivos.
Hablo de la danza, pero en Chilpancingo existe una escuela de música y grupos surgidos de ella, y una tradición de las serenatas y el baile que bien podrían nutrirse para deleite cuando menos dominical de los chilpancingueños pueden disfrutar mejor de la plaza, pero también están los declamadores, los grupos de teatro, los escritores, pintores y artesanos, todos capaces de hacer escuela, pero carecen de un gobierno con visión para convertir eso que ya existe en una palanca de cohesión y participación social para enfocar su enorme energía en otros temas que son su debilidad como el de la basura en el que tampoco destaca algún programa que promueva la educación en el manejo de los residuos sólidos de las viviendas, ni para combatir la indolencia de los servidores públicos que tienen copadas todas las instituciones públicas.
Y, como dicen los Mascabrother, “Chilpancingo no tiene playa”, pero puede ser ejemplo como capital cultural de las danzas, la gastronomía, la limpieza y la movilidad abovedando el río Huacapa en el tramo que cruza la ciudad para crear una nueva vía de comunicación con un transporte masivo y moderno que quite a las combis el monopolio del servicio de pasajeros. Esa es una obra necesaria cuyo financiamiento debería gestionarse ante la federación para hacerla posible.
Una manera eficaz de echar a caminar al elefante reumático de la burocracia en la capital es convertir a la sociedad en organización demandante y consciente de sus derechos, que está por encima de los políticos, haciendo valer su peso electoral, como decía Pitágoras. Ya es tiempo de darle poder al electorado.
Esa es la figura que se acerca a la expuesta por el presidente de la República, comenzar a barrer la corrupción como se hace con las escaleras que es siempre de arriba para abajo. Si no se actúa de esa forma, a la larga seguirán dominando los intereses de la burocracia. Mientras tanto, feliz Año Nuevo.