EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

China y Acapulco (II)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 07, 2020

 

Un abrazo fuerte para mi amigo y compañero periodista Jaime García Guillén, por el lamentado deceso de su hermano Ramiro, junto con mis votos porque Delia encuentre pronta resignación.
Ha muerto Paquita Flores, periodista, poeta y amiga muy querida. Para los suyos, mis sinceras condolencias.

Los 27 años de El Sur

Brindo con chilate por los 27 años de mi periódico El Sur. Por sus creadores y heroicos sostenedores Juan Angulo y su compañera Maribel Gutiérrez. Por sus reporteros, corresponsales, las redacciones de aquí, Chilpancingo y de la Ciudad de México, personal administrativo, de talleres y voceadores. Y para el personal femenino de El Sur, mi homenaje de admiración y respeto. A ellas, que se la juegan todos los días en un medio particularmente hostil, siempre en busca de la vedad. Ya llegarán tiempos mejores para brindar con mezcal. ¡Salud!

El Chino Athié

Cuando el general Vicente Guerrero visitaba Acapulco se hospedaba en la posada de las Mamitas González (inmutable en la plazoleta Sor Juana Inés de la Cruz), donde lo hacían sentir como en su propia casa. La misma que albergará más tarde al general Ignacio Comonfort, cuando administre la Aduana Marítima del puerto.
Aquella mañana del 14 de enero de 1831, el ex presidente de México pide de desayunar únicamente papaya y café. Hasta él llegarán los gruñidos de la cocinera, su paisana, que ya le tenía preparado su acostumbrado tasajo de carne de res con salsa de chile verde machucao, frijoles negros y morisqueta.
–Es que estoy invitado a comer la sopa con el capitán del Colombo, aquí en la bahía –se disculpa.
“¡Nos vamos!”, ordena Guerrero a sus acompañantes cuando llega la hora de la cita. Se encuentra entre ellos un oriental conocido simplemente como El Chino Athié, sin conocerse nada sobre él. Así lo consignan algunos historiadores, siempre desdeñosos de los actores de reparto. Otros, en cambio, como José Duarte, consigna en su Historia de México la presencia no sólo de uno sino de dos chinos en la comitiva de Guerrero.

“Cielto, jefe, es un cablón”

–Espero que mi amigo Franchesco ahora sí me cumpla –comenta el militar cuando ya han abordado en Tlacopanocha la barca que los conducirá al bergantín Colombo, anclado a media bahía.
–¡Me engañó otra vez este cabrón –comenta Guerrero a la hora del plato fuerte, con Picaluga en la cocina. Y no era que presintiera la traición que el sardo (de Cerdeña) fraguaba en su contra. Sucedía que el genovés les servía “cucuchas” a la carbonara en lugar de las siempre ofrecidas jaibas en chilpachole.
–Muy cielto, jefecito, es un cablón –refuerza El Chino Athié , a quien la zalamería hipócrita de Picaluga le había parecido sospechosa desde el arribo a la nave
Luego vendrá lo muy bien sabido. Francisco Picaluga hace prisionero a Vicente Guerrero para entregarlo al general Anastasio Bustamante, quien había sido su vicepresidente, todo a cambio de 50 mil pesos. Justo al mes de su captura, el oriundo de Tixtla muere fusilado en Cuilapan, Oaxaca, a los 39 años de edad. El Chino Athié y demás acompañantes de Guerrero fueron encarcelados, sin saberse más de ellos.

Chinos o culís

Cuatro años más tarde del fusilamiento de Maximiliano, los mexicanos empiezan a discutir públicamente sobre la conveniencia de traer trabajadores chinos para minas y haciendas. Y por ellos van a Cuba, con una población de 40 mil chinos trabajando la caña. Como allá, aquí se les llamará culís, cuyo significado es “uso amargo de la fuerza”, por no decir esclavitud. Siempre bajo la amenaza de la Corona española de echarlos de la isla si se ligaban a movimientos independentistas. Para entonces Estados Unidos ya habían sustituido a los negros por culís.
Quienes estaban favor de la presencia de los culís reconocían en ellos inteligencia, docilidad, disciplina, pronta aclimatación y gran resistencia al trabajo pesado. El rendimiento de un chino, por ejemplo, se estimaba superior al de un mexicano laborando por 3 o 4 pesos al día, incluso bajo condiciones adversas. Los opositores, por su parte, enfatizaban la adicción de los orientales al opio, adjudicándoles además prácticas idolátricas y polígamas. ¡Y comen ratas!, se escandalizaba en un editorial el diario metropolitano Siglo XXI.
Las primeras migraciones orientales a México se darán a partir 1864, procedentes de Cuba y de Estados Unidos. Se concentrarán en los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas Sonora, Chiapas, Oaxaca y Yucatán. Directamente de China vendrán hasta 1891, poco antes de que los gobiernos de ambos países formalicen sus relaciones comerciales.

Tratado Sinomexicano

El Tratado Sinomexicano de Amistad, Comercio y Navegación lo firmará en 1899 el presidente Porfirio Díaz con el gobierno de la dinastía Qing. El objetivo era poblar con familias chinas las tierras áridas y las costas del país, lo que nunca sucedió. Para 1910 la población china en México superaba los 13 mil varones y únicamente 85 mujeres, la mayor parte de ellos concentrados en los estados del norte. En Guerrero, no más de 30 orientales.

El reloj chino

El emperador Puyi de China desembarca en Acapulco en septiembre de 1910 invitado a la celebración del Centenario de la Independencia Nacional, en la capital del país. Conocía la historia del monje y navegante Fa Hsien, avalando entusiasmado lo dicho por su paisano sobre la bahía porteña. Por aquí mismo regresará a su país.
Durante el banquete ofrecido por Díaz a los dignatarios extranjeros, el emperador Puyi le entrega un reloj de torre, obsequio del pueblo chino al mexicano. Instalado en la calle Bucareli de la capital, será popular como “el reloj chino”, secular referencia urbana que hoy sigue dando la hora exacta.
Pasado exactamente un año de aquel encuentro, 1911, ambos gobernantes serán echados del poder por movimiento populares, Díaz con una permanencia de más de tres décadas y el emperador Puyi perteneciente a una dinastía con antigüedad de doscientos cincuenta años gobernando el país.

Hitos históricos

México será opción de vida para miles de chinos. Por eso llegarán al país dispuestos a trabajar duro y macizo. Entre varios hitos históricos abonables a la mano de obra oriental, se citan la introducción del algodón al Valle de Mexicali, el impulso al cultivo del henequén en Yucatán, la construcción de los ferrocarriles Guaymas-Mazatlán y Tampico-San Luis Potosí. Fue también importante la presencia de aquella mano de obra en las minas de Real del Álamo, en las de cobre de Cananea y en las de carbón de San Felipe, Coahuila.
Una vez instalados en diversas ciudades mexicanas, los chinos justifican todos los méritos atribuidos, particularmente en materia de austeridad y cerrazón grupal. Sus colonias serán ejemplos de orden y prosperidad, llegando en muchos casos a dominar los mercados locales, particularmente en giros como restaurantes, lavanderías, panaderías, hortalizas y abarrotes. Se organizarán incluso en “Cámaras de comercio chino”, despertando grandes envidias y resentimientos.
El nacionalismo mexicano, producto de la Revolución triunfante, no favorecerá las inmigraciones. El odio a los extranjeros se convertirá en parte esencial de la conciencia comunitaria de los mexicanos. “México para los mexicanos” será la consigna de los revolucionarios, viendo en los extranjeros un peligro para la “homogenización” nacional. Surgirá entonces la urgencia concreta de defender a México del “peligro amarillo”. La xenofobia como resorte de la Unidad Nacional.

Matanza de chinos

En ese contexto sobrevendrá la matanza de más de trescientos chinos en Torreón, Coahuila, el 15 de mayo de 1911. La represión estuvo a cargo de las fuerzas revolucionarias al mando del general Emilio Madero , hermano del “apóstol de la democracia”. Las víctimas murieron defendiendo sus negocios del saqueo y la depredación brutal que destruyó el banco de localidad, un hotel, varias tiendas de abarrotes, panaderías, zapaterías, cultivos de hortalizas e incluso la sede de la Asociación Nacionalista China. El gobierno del presidente León de la Barra ofreció a los deudos tres millones de pesos de pesos como reparación de los años. Sobre la matanza, silencio. Por lo que hace a la suma ofrecida, ésta o nunca salió de la Tesorería de la federación o se perdió en el camino
“¡Cablones lateros!”. Esto y muchos más se escuchará en los barrios chinos. Sotto voce, naturalmente…

Los Calles, antichinos

Plutarco Elías Calles, jefe máximo de la Revolución mexicana, fue un feroz antichino. Siendo gobernador de Sonora, los confinó en un barrio retirado de la ciudad, prohibiendo la inmigración china por considerarla “nociva, inconveniente e inaceptable”. Un periódico sonorense le seguirá la cuerda al señor gobernador, ¡pero como chingaos no!, alertando a sus lectores:
“Está científicamente comprobado que los chinos son tuberculosos por herencia. Por tanto, el pan elaborado por ellos es vehículo de contaminación”.
Rodolfito Elías Calles seguirá el ejemplo de su señor padre cuando se desempeñe como gobernador de Sonora. Obligó a los empresarios chinos a ocupar en sus empresas el 80 por ciento de mano de obra mexicana, además de no poder comerciar fuera de los límites del barrio chino. Prohibió los matrimonios chino-mexicanos e impuso fuertes multas a chinos sorprendidos fajándole a mexicanas (“¿y si ellas quielen ?”). Hasta 1930, según datos censales, la población china superaba los 20 mil hombres y escasas 2 mil 711 mujeres.

Por la raza y la salud pública

La campaña antichina cundirá por todo el país entre 1929 y 1934. Las consignas “por la raza y la salud pública” y “por la defensa de la patria y del comerciante nacional”, impactarán en por lo menos veinte ciudades del país. En cada una de ellas operarán “comités nacionalistas”, cuya misión casi mística será la de evitar los matrimonios interraciales, además de proteger el empleo y los negocios nacionales. Los grupos antichinos sostenían la firme convicción de luchar contra una “conspiración internacional del pulpo amarillo”, cuyo objetivo era apoderarse del comercio nacional y boicotear al gobierno de la Revolución mexicana.

La expulsión de chinos

La expulsión de chinos se dará en ese periodo por racimos. A la Secretaría de Gobernación le bastaba una denuncia anónima para proceder en contra de los orientales. Carlos Riva Palacio, titular de esa dependencia durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, levantará una cuantiosa fortuna extorsionando a chinos adinerados. Su policía los capturaba presuntamente en posesión de drogas y bajo la amenaza de echarlos del país pagaban la mordida que les pidieran. El cese de Riva Palacio fue fulminante gracias a que la delegación china amenazó al gobierno mexicano con llevar el caso a las cortes internacionales.
El odio antichino generado en México tendrá necesariamente repercusiones equivalentes en China. Las sufrirán particularmente las mexicanas casadas con chinos, discriminadas socialmente e inermes ante las leyes de aquel país. Habrá casos de mexicanas casadas con chinos que se verán obligadas a convivir con las esposas chinas del marido, asumiendo el triste papel de concubinas. Existe la versión que el gobierno de López Mateos habría rescatado a varias connacionales viviendo en tan desagradable situación.
Los actos de mayor barbarie contra los chinos se dieron, como se ha visto, en los estados de Coahuila, Sonora, Tamaulipas, Sinaloa, Baja California Veracruz y Chiapas (aquí también hubo odio a japoneses y alemanes). Guerrero fue entonces una entidad con una bajísima población china, temerosos estos por la fama difundida en el sentido de que en la entidad se mataba a un hombre hasta por 50 pesos. ¡Chale!