EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Clementina Batalla de Bassols

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 25, 2007


Acapulqueña

Clementina Batalla Torres, la segunda mujer abogada de México, precursora del feminismo en el país y defensora tenaz de los
derechos de la mujer y de los niños, es acapulqueña y muchos de sus paisanos lo ignoran.
Vio la luz primera en el hogar de la familia Batalla-Torres, recién asentada en la calle San Juan de esta ciudad –hoy 5 de Mayo–, el
17 de octubre de 1894.
Calle con tal nombre por celebrarse en ella las carreras parejeras de caballos con motivo de la festividad anual de ese santo
patrono y que terminaba en el Puente de Morelos ya desaparecido. Allí, el cura insurgente habría tendido su corpulenta
humanidad para detener la estampida de sus tropas luego de ser repelidas por los defensores del fuerte de San Diego.
Casi en la esquina de San Juan con la plazoleta Zaragoza, había nacido cuatro años atrás Juan Ranulfo Escudero Reguera, nuestro
más grande héroe civil. Y un año más tarde, dos calles adelante, cruzando la plaza Álvarez, vendrá al mundo José Azueta Abad, el
joven héroe naval inmolado por los gringos en la defensa del puerto de Veracruz. Villorrio pequeño pero con título antiguo de
Ciudad. Hoy la plazoleta Zaragoza lleva el nombre de Escudero y la calle Arteaga el de Azueta.
Por su total aislamiento del mundo exterior, Acapulco era entonces una suerte de Siberia tropical donde “vacacionaban” los
enemigos del régimen. El abogado veracruzano Diódoro Batalla estaba en tal situación. Había salido apenas de la cárcel por
oponerse con los Flores Magón a la reelección del presidente Díaz.
El padre de Clementina Batalla se caracteriza desde joven por su radicalismo además de ser un orador fogoso e incendiario. Su
fama se refuerza a raíz de que enjuicie públicamente al presidente Manuel González y dirija las protestas callejeras contra la
circulación de las monedas de níquel y el pago de la deuda inglesa. Rechazada por el Congreso esta última obligación, el joven
Batalla recibirá como reconocimiento una corona de plata que él mismo depositará en la tumba de Juárez.
La tesis Reformas al Poder Ejecutivo, de Diódoro Batalla para obtener el título de abogado en 1886, provocará angurria entre los
científicos del Porfiriato. Su atrevida propuesta de suprimir la presidencia de la República y en su lugar nombrar un Consejo
Popular, será aplastada por un alud de denuestos incluido el diagnóstico de demencia. La otra propuesta de la tesis fue por el
contrario muy aplaudida y se refería a la creación de partidos políticos libres. El propio jurista presidirá ya entrado el siglo XX, la
Asociación Liberal Reformista, con Jesús Flores Magón como vicepresidente, figurando más tarde entre los fundadores del Partido
Democrático.

Batalla en Acapulco

Los biógrafos de Diódoro Batalla escatiman información sobre su estancia en Acapulco. Solo hacen referencia a un breve
desempeño como juez federal (recomendado quizás por algún amigo en la magistratura) y que al renunciar se dedicará a la
práctica privada. El joven abogado de 26 años se habría instalado aquí a mediados de 1893. Acapulco, no obstante su apariencia
inhóspita, se le presenta como el sitio más seguro para la familia, especialmente ahora que esperan al primer hijo. Tan cerca del
mar y tan lejos de don Porfirio.
El advenimiento del nuevo siglo encuentra a Batalla en la ciudad de México. Aboga por los pobres y mantiene inquebrantable su
empecinada oposición al dictador Díaz. Fustiga a los científicos desde las páginas de su periódico El Intransigente, de Veracruz, y
de los capitalinos La Nación y El Correo de México. Pero como ni una ni otra cosas dejaban para comer, se asociará con los
famosos juristas Rafael Zubarán Company y Jesús Urueta. Formará con ellos un triunvirato memorable en la historia de los
jurados populares en nuestro país.
Un año antes del estallido de la Revolución, Diódoro Batalla participa activamente en la fundación del Partido Democrático, cuyo
programa incluía, entre otras demandas, la supresión de las jefaturas políticas, la creación de escuelas para hijos de trabajadores
y garantías para la libertad de pensamiento.
Nuestro hombre resulta electo diputado federal por Veracruz en 1910. Apenas protesta se retira de la Cámara por no estar de
acuerdo con una resolución legislativa contra el Partido Antirreleccionista. Regresará a su curul en abril de 1911 sólo para
cantarle las golondrinas al octogenario dictador quien, efectivamente, alzará el vuelo el 25 de mayo. El 29 de ese mismo mes
objeta las partidas extraordinarias del presupuesto y el 2 de mayo rechaza dar un voto de simpatía al Ejército.
Batalla es internado el 20 de mayo en el sanatorio del doctor Aureliano Urrutia, en Coyoacán, víctima de una dolencia no
precisada. Al morir 45 días más tarde, circularán versiones sobre un envenenamiento ordenado desde los sótanos del poder.
(Cuando Urrutia ocupe la Secretaría de Gobernación con su compadre el usurpador Victoriano Huerta, será señalado como el
autor intelectual del asesinato del diputado Serapio Rendón. También, de haberle cortado la lengua al cadáver del senador
Belisario Domínguez, para obsequiarla a su chómpira. Familiares del “médico asesino” fueron en un tiempo residentes del
puerto).

Clementina

En su hogar, casi desde que tuvo uso de razón, Clementina escuchó hablar cosas terribles del sanguinario dictador Díaz y hasta
llegará a odiarlo por perseguir a su padre. No obstante, a la niña de 12 años no le temblarán las piernas cuando reciba del
Presidente de la República un diploma de excelencia escolar. “¿Es hija de Diódoro? , preguntará Díaz en corto a su secretario de
Educación . Ella, muy seria, agradecerá: “Gracias, señor Presidente, gracias querido maestro Justo Sierra”.
Cuando muere Diódoro Batalla, Clementina cursa la preparatoria en la ciudad de México. Su madre había muerto cinco años
atrás. Sola y frente a un futuro educativo incierto, toca las puertas de los usufructuarios de la Revolución hasta conseguir una
beca para la Escuela Normal. El solo nombre de su padre se las abrirá, no en balde había sido el luchador más tenaz contra la
dictadura.
A los 21años Clementina Batalla Torres es maestra de matemáticas de la Escuela Normal y a los 25 recibe el título de licenciada
en Derecho por la UNAM, la segunda mujer mexicana en lograrlo. Su tesis, El trabajo de las mujeres, merecerá los máximos
elogios en la institución por su visión precursora y revolucionaria. También estudia Filosofía y Letras y domina los idiomas inglés,
francés y alemán.

Narciso Bassols

Clementina Batalla contrae matrimonio con el abogado mexiquense Narciso Bassols, sin duda una de las más elevadas cumbres
de la inteligencia mexicana. Director de la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales de la UNAM, secretario de Educación en los
gobiernos de Pascual Ortiz Rubio y de Abelardo Rodríguez. Titular de Gobernación con este último pero renuncia antes de
aprobar la instalación de garitos en el Distrito Federal. Secretario de Hacienda con el presidente Lázaro Cárdenas. Embajador de
México en Londres, Francia, la Sociedad de Naciones, el Consejo Mundial por la Paz y en Moscú durante más de diez años.
Célebre la respuesta de Narciso Bassols al ofrecimiento del presidente Avila Camacho de una silla como ministro de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación: “Mutilaría mi pensamiento si no le dijera que pesa en mi ánimo la convicción de que no debo
aparentar una identificación política, que no siento, con las directrices que ha marcado usted a su gobierno…”.
(Hoy no faltarían abogados de cualquier signo y color que se dejarían cortar la mano derecha por una chambita de esas. ¡Que al
cabo con la izquierda se jala igual!, dijo aquél).
El traductor de Keynes muere atropellado mientras pasea en bicicleta por Chapultepec, el 24 de julio de 1959. El New York Times
lo califica como el opositor a los Estados Unidos de mayor calibre en América Latina. Hoy aun se especula si se trató de un
accidente o de un crimen político.

La viuda

Viuda a los 70 años, Clementina Batalla no se refugiará en los buenos recuerdos al lado de una hombre excepcional, a cuyas
aportaciones jurídicas, económicas y sociales había contribuido tanto ella. Por el contrario, tomará la decisión de continuar la
lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para mujer, la paz universal y los derechos humanos, iniciada con su marido.
Sus hijos Narciso, ingeniero químico y maestro en ciencias matemáticas por la UNAM, y Angel, geógrafo por la Universidad de
Lomonosov, Moscú, ambos con amplias bibliografías, hacen honor a la estirpe.
Funda Clementina La Unión de Mujeres Mexicanas para demandar la igualad de género en política y es aclamada como dirigente
del Congreso de Mujeres en Chile, que derivará en el Comité de Auxilio Latinoamericano de Mujeres. Un organismo al que las
dictaduras del Cono Sur declaran non grato por sus “tesis comunistas”.
Volverá a la URSS en dos ocasiones. La primera en 1963 como dirigente femenina y la segunda en 1967 en calidad de invitada de
honor a los festejos anuales de la Revolución rusa.
La acapulqueña Clementina Batalla viuda de Bassols muere a los 93 años en Guadalajara, Jalisco, el 8 de noviembre de 1987.
Nunca tan acertado en la pareja Bassols—Batalla aquello de que junto a un gran hombre está siempre una gran mujer.