EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

CNOP, una lucha popular

Florencio Salazar

Octubre 24, 2022

Haz lo que puedas, con lo que tengas,
donde estés. Theodore Roosevelt.

El patrimonio –conjunto de bienes con valor económico– es uno de los más sólidos recursos de empoderamiento de las personas. Todos necesitamos nuestro propio espacio para fincar casa y disponer de domicilio, pues significa seguridad familiar y personal. La propiedad es fundamental en una sociedad democrática. La casa propia elimina la angustia del arrendamiento, los traslados periódicos de un inmueble a otro, la incertidumbre. Disponer de casa propia crea ciudadanía.
Cuando era secretario general del PRI en Guerrero (1973), atendí a un grupo de personas de evidente modestia. Dijeron que tenían cinco años de ir cada domingo a chaponar un predio al poniente de Chilpancingo y de marcar con cal supuestos lotes que serían de su propiedad. Cada domingo el “líder” les pedía una cantidad ofreciendo que para la siguiente semana recibirían el terreno. Ya habían aportado una cantidad significativa, y nos les cumplían. Pedían la intervención del partido. Informé al presidente estatal, quien me instruyó no involucrarme.
Un año después asumí la secretaría general de la CNOP en el estado. El llamado sector popular del PRI tenía, entre sus muchos gremios, a las organizaciones de las colonias populares. Una comisión de los mismos quejosos me entrevistó nuevamente. Entonces, solicité la información disponible. El propietario del predio era un ingeniero que había suscrito un compromiso de venta; documento que exhibía el “líder” y con el cual esquilmaba a los posibles colonos. El ingeniero se hizo ojo de hormiga. El dizque representante dijo que no teníamos por qué intervenir y me amenazó. Era un tipo de mala catadura con cicatrices visibles en la cara por navaja o cuchillo. No era de Chilpancingo. Fueron meses de reuniones para organizar a los legítimos solicitantes, elaborar el padrón y separar al defraudador.
Traté el tema con el gobernador Israel Nogueda Otero. Le expuse la situación: lo conveniente era ocupar el predio. “En Acapulco –me dijo– estaba tratando de reordenar las colonias populares y una invasión por parte del PRI sería pésima señal”. Contesté al gobernador que no era el caso. Estas personas eran víctimas. Insistí que era un asunto legítimo y una de las responsabilidades de la Federación de Organizaciones Populares del PRI (CNOP). Nogueda Otero, siempre de buenos modos, mantuvo su punto de vista.
Le di un último argumento. En esas fechas (1974), la burocracia estatal estaba en paro. Encabezada por su dirigente José Guadalupe Solís Galeana, se concentraba en las graderías de la Plaza Cívica frente al Palacio de Gobierno –ahora Palacio Municipal– para increpar al gobernador. Che Lupe, carismático y buen orador, tenía apoyo en la base. (Después sería diputado local en el gobierno del Ing. Rubén Figueroa Figueroa). Considerando ese contexto, insistí en mi propuesta: “Si no atendemos a los colonos se van a sumar a los burócratas y ahí va tener usted, señor gobernador, a dos mil personas insultándolo todos los días y quién sabe cómo vaya a terminar este problema”.
Con la aprobación del Ejecutivo un fin de semana, a las siete de la noche, concentramos a los cientos de interesados en la Plaza Cívica. Con hachones marchamos por la avenida Guerrero para subir hacia el oriente a posesionarnos del predio. Fue un espectáculo sorprendente ese río de llamas. Al día siguiente, con el apoyo de mis colaboradores Jaime Irra Carceda, secretario de organización de la CNOP, Manuel Alarcón Adame, secretario general de la Liga de la CNOP en Chilpancingo, y el plano previamente elaborado, fuimos ubicando a cada uno de los demandantes. Jaime y Manuel fueron activos y eficientes. Ellos habían formado parte de mi equipo en la dirección estatal juvenil del PRI. En esa época los envíe becados –durante el año del curso– al Instituto Nacional de Capacitación Política del PRI en el Distrito Federal.
Como lo tenía previsto, con la posesión del predio apareció el dueño y negociamos con él. Luego empezaron los nuevos problemas. Los colonos llamaron a sus parientes y ello provocó la invasión de un predio adjunto. El desalojo ni siquiera lo consideramos. Establecimos lineamientos precisos: quien llevara a otras personas a estas entregaríamos los lotes que se les había asignado. El propietario del predio invadido interpuso una demanda en mi contra. Contraté los servicios del abogado Genaro Arcos Pólito.
Nogueda Otero dispuso que el gobierno pagara los predios. Cada colono firmó un contrato con la Dirección de Hacienda comprometiendo pagos mensuales, pero la deuda fue condonada. Así nació la colonia CNOP, secciones A y B, la más populosa de Chilpancingo. Tuve el cuidado, a lo largo de esta lucha popular, de evitar abusos y que amigos, familiares y colaboradores no tuvieran atrapado en las uñas un gramo de tierra. Transcurrido el tiempo, el presidente del PRI municipal, Héctor Astudillo Flores, me propuso –yo era alcalde de Chilpancingo– adquirir un predio vecino. Así surgió la sección C de la colonia CNOP.
En el prototipo del liderazgo democrático se lideran proyectos. Y eso fue lo que hicimos con la mayor responsabilidad posible. Hay quienes desvirtúan su liderazgo inclinándose hacia las vertientes del caciquismo y el caudillaje. El liderazgo democrático es para satisfacer necesidades; y el caciquismo / caudillaje somete a los seguidores a partir de sus necesidades. Algunos creen ofenderme al decir que soy “general sin tropa”. Nadie me ha escuchado palabras deleznables para señalar a “mi gente”. Yo nunca he tenido “gente” ni he pretendido erigirme por encima de los demás. Alcanzar objetivos legítimos –trabajando con la gente– es de las mayores satisfacciones que he tenido.
Las personas merecen respeto y trato digno. No son reses para ponerles fierro.