EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Cocos

Silvestre Pacheco León

Marzo 11, 2024

El hombre va sentándose en su silla de huevo bajo la sombra del guamúchil cuando descubre mi presencia, y tiene intención de levantarse para atenderme con la falsa idea de que soy su primer cliente, pero se reacomoda en su asiento cuando entiende que no demando su producto y que solo quiero saludarle.
Se trata de uno de los tres vendedores ambulantes de agua de coco que había muy cerca de mi casa, de los cuales solamente al que tengo enfrente continúa en el negocio, los demás han desaparecido.
El vendedor que despacha el agua de coco y la pulpa en bolsas de plástico provistas de un popote, lleva su puesto ambulante en la caja de una vieja camioneta en la que transporta, además de sus cocos, los utensilios necesarios para la venta, el tronco de madera donde apoya la fruta esférica mientras la abre a machetazos, primero haciéndole un hoyo para vaciar su agua a un recipiente, y luego partiéndolo a la mitad para sacarle la copra o la pulpa que también agrega a la bolsa.
Me ha llamado la atención lo exiguo de su cargamento que no hace mucho se desbordaba en grandes racimos y casi no quedaba lugar para acomodar el bonote, estopa o cáscara del coco, ese excelente combustible para avivar el fuego de la chimenea.
Por eso inicio la plática preguntándole del estado del negocio mientras hago recuento de los demás utensilios, una hielera en la que se mantiene fría el agua que despacha, y una especie de cuchara filosa para despegar la pulpa del hueso del coco, y el infaltable y afilado machete que se prefiere mocho, sin punta para hacer menos riesgoso su manejo, sin faltar los recipientes con agua para lavarse las manos, ni la silla para descansar, ni la sombrilla de lona para dar sombra a la mercancía.
Atento y respetuoso el vendedor que afirma casi con vehemencia que nunca fue a la escuela pero la vida le enseñó a tratar bien a las personas, me responde interesado lo que le pregunto.
Me dice que contrario a lo que se puede suponer por el calor y la afluencia de los visitantes que se adelantan a las vacaciones de Semana Santa, la venta ha bajado drásticamente porque los clientes no quieren pagar el aumento al litro de agua para que siga siendo negocio y me explica la grave situación en la que ha caído este giro comercial que popularizó el consumo de agua de coco llevando su precio de 15 a 30 pesos, lo que dio un nuevo ímpetu a los dueños de huertas abocándose a su rehabilitación con la mano de obra estacionada por la depresión de tantos años.
Continúa diciéndome que la mayoría de los vendedores ha dejado el negocio y que esa es la razón de que ahora esté instalado en el lugar concesionado a uno de sus compañeros, muy cerca de un colegio particular y en esquina con el bulevar de Zihuatanejo, a la altura de la glorieta de la Fuente del Sol que hace tiempo permanece seca.
“No toman en cuenta, me dice refiriéndose a los clientes, que ahora en vez de uno se requieren dos cocos para sacar el mismo litro de agua y eso es lo que encarece el producto y lo hace incosteable, me dice, porque ni el dueño de la huerta y menos los tumbadores quieren compartir la pérdida.
La caída en el rendimiento de agua de los cocos, explica el vendedor, se debe a la sequía que vivimos por la escasa lluvia que hubo en la temporada pasada, y pone como ejemplo lo que pasa en Zihuatanejo donde las autoridades reparten en la ciudad el agua por tandeos para que llegue a todas las colonias cuando menos una vez a la semana, pero cree que la crisis se agravará afectando no solo a negocios como el suyo “como ya estamos viendo el caso de Petatlán, ciudad que cuando llueve el río se desborda y cuando hay sequía la gente se queja por la falta de agua, por eso desde el año pasado el gobierno municipal se puso a construir represas a lo ancho del río para almacenar todo el escurrimiento de agua que antes llegaba hasta el mar, dice muy enterado y agrega que no estamos lejos en que la pelea por el agua llegue a otros niveles pero ya hace tiempo, asegura, que “en las huertas a cual más desazolva y profundiza sus norias para alcanzar el agua que se ha ido lejos”, pero dice que desgraciadamente las palmas no pueden cambiar de dirección sus raíces que son muy extensas pero superficiales y el agua cada vez se encuentra más abajo. “esa escasez de agua o sequía es la que impide el buen desarrollo de la producción, pero eso dice que ahora los cocos son tan chicos que se necesitan dos para hacer un litro de agua, se queja.
Ha sido la caída en las ganancias de todos estos vendedores que abrieron y popularizaron el mercado del consumo del coco en fruta lo que explica su desaparición.
Muchos han cambiado de giro porque todavía son jóvenes y pueden encontrar a un patrón que los alquile, dice este hombre de edad avanzada, lamentándose porque como diabético tiene la necesidad de comprar su medicina. Luego pasa a platicarme su constante lucha para que las autoridades municipales lo dejen vender en un lugar donde no tenga que andar buscando a los clientes. Se queja de que mientras hay muchos negocios que tienen acaparadas las banquetas y ya mero bloquean las calles, a él lo acosan dondequiera que se pone y espera en vano que alguien le ayude, porque dice que ha ido a la dirección de Reglamentos y hasta ha salido mal con ellos porque lo acusan de ser una persona problemática porque no se conforma ni está satisfecho con el trato y pone como ejemplo que le asignaron un lugar para su puesto en la zona de la “Puerta” muy populosa, “donde es cierto que hay mucha gente pero que no es la que va a gastar 30 pesos en el agua de coco porque ya está acostumbrada a los refrescos de cola” dice desconsolado.
Para colmo, platica que salió mal con el director porque le reclamó que en el reporte de los inspectores se dice que los llenó de injurias y amenazas cuando asegura que lo único que hizo fue advertirles que no pasaran sobre sus derechos porque dice que uno de ellos quiso meterse a su camioneta, sin medir las consecuencias, “hasta que me vio con el machete en la mano dispuesto a defender mi propiedad” pero al director poco le importó mi respuesta y dio el caso por cerrado”.
La escasez y carestía del agua de coco y la falta de alicientes por parte de la autoridad para fomentar ese giro explican la situación actual de esa realidad que no hace mucho empezó a delinearse en Zihuatanejo con el carisma muy particular de la costa Grande.
Quizá otro tiempo venga con la oferta de esa bebida que hizo muchos adeptos y alentó un cultivo que fue el sustento durante muchos años de la economía regional.
Todo eso voy razonando cuando me despido del vendedor, no sin cierta pena por la dificultad de decir algo en abono al optimismo de este hombre que resiente y resiste la crisis.