EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Cohabitación, reconciliación y desafuero

Juan Angulo Osorio

Abril 04, 2005

LA TRANSICIÓN

En su discurso de toma de posesión, el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo dio a conocer por primera vez su análisis de las elecciones del 6 de febrero, y cómo a partir de esa evaluación es que formó el gabinete que lo acompañará en la toma de decisiones.

El 6 de febrero, dice la lectura del flamante gobernador, no solamente ganó el electorado cansado de las prácticas del PRI –la corrupción, la simulación, la represión–, sino que ganaron todos los guerrerenses, incluidos los que votaron por el candidato del PRI.

Antes, dice el mensaje de toma de posesión, “las elecciones eran de suma cero” pues el partido vencedor, independientemente de cuántos votos alcanzaba y cómo los obtenía “integraba su equipo de gobierno con los grupos políticos que impulsaban su candidatura”.

Por eso, sigue diciendo el ex alcalde de Acapulco, “la verdadera soberanía del voto era un acto fallido”.

Pero desde ahora, “en la nueva cultura” que promueve su gobierno, “el voto cuenta aun en la derrota”.

Luego acota que no está haciendo “concesiones ni arreglos bajo la mesa”, sino solamente está reconociendo “a los miles y miles de guerrerenses que al igual que nosotros, el único enemigo que tienen es la exclusión y la pobreza”.

Sin pausa, y siempre en referencia al mismo tema, el texto del discurso continúa: “Reconocemos el talento, la experiencia y la disposición de servicio”, se entiende que de los miembros de su gabinete que son del PRI, o que han trabajado en gobiernos de ese partido, o del PAN; o que han financiado gustosos más de una campaña de candidatos priístas.

La integración de su equipo de gobierno –había dicho Zeferino Torreblanca al comienzo de este apartado de su discurso– “es parte del pacto en los hechos” con quienes –diría más adelante– tienen “los mismos derroteros”.

Por eso llamó a críticos y a seguidores a despojarse “de sectarismos y de visiones partidistas”, pues lo que se propone su gobierno es diseñar –con su heterogéneo grupo de colaboradores– “una verdadera política de Estado, donde el verdadero enemigo sea la pobreza y no los pobres que votaron por otro partido distinto al nuestro”.

Ambicioso, nuestro gobernador culminó su idea, la más completa y redondeada de su discurso: a este gobierno que él propugna en Europa le llaman de cohabitación, pero “para nosotros es algo más sencillo, pero no menos profundo. El nuestro será un gobierno de reconciliación, basado en un pacto político por Guerrero, para la gobernabilidad, el desarrollo, la paz, la armonía y el fortalecimiento de la democracia”.

Se trata, por decir lo menos, de un análisis muy original de los resultados de las elecciones del 6 de febrero, que en los hechos quiere decir –sin atreverse a exponerlo abiertamente pues sería políticamente incorrecto– que quien ganó en esos comicios fue solamente el candidato; que los electores se movilizaron principalmente, si no es que solamente, por el candidato.

Por eso éste, ahora como gobernador, se puede colocar por encima de los partidos. De aquí viene la referencia a la cohabitación que le permite presentarse como un estadista, como un jefe de Estado que definirá las medidas que tendrán el consenso de todas las fuerzas de la sociedad, que esto son lo que se llama políticas públicas de Estado, a las que se refirió el gobernador en su mensaje del viernes pasado.

La cohabitación, término que surgió en Francia, hace referencia al hecho de que coexisten un presidente de un partido con un jefe de Gobierno de otro partido, como ocurrió en su tiempo con el socialista Francoise Mitterrand y el derechista Jacques Chirac.

En este contexto, las únicas medidas que podían salir adelante, sin los bloqueos institucionales y políticos que podía imponer cada fuerza, eran precisamente las políticas de Estado.

Si, en esta lectura, Zeferino Torreblanca es el jefe de Estado que se encuentra por encima de los partidos –como el rey Juan Carlos de España– ¿quién es el jefe del gobierno? ¿Con quién es la cohabitación? Es por eso tal vez que prefiera llamar al suyo un gobierno de reconciliación. Pero de nuevo, acudiendo a la experiencia histórica, este tipo de gobierno ha sido necesario después de que naciones enteras han sufrido sangrientas guerras civiles. Es el caso de España, por ejemplo, donde a la caída del dictador Francisco Franco, las principales fuerzas políticas –derechistas, centristas, socialistas y comunistas, así como los sindicatos y las cámaras patronales– firmaron el pacto de La Moncloa y diseñaron luego el marco institucional del régimen que nacía. La reconciliación fue la divisa, y por eso todos dieron vuelta a la hoja del atroz pasado. Los perdedores que lucharon del lado de los republicanos reconocieron a la monarquía, y el depositario de ésta, el rey Juan Carlos, se comprometió a respetar y defender a las nuevas instituciones, que ya no eran dirigidas solamente por las fuerzas de derecha que ganaron a sangre y fuego la guerra civil.

De modo que tampoco la reconciliación española parece asemejarse a la experiencia guerrerense.

El análisis, por lo demás, no toma en cuenta el entorno nacional y hace depender casi todo de la buena fe del nuevo gobernador, que sin duda está convencido de que lo mueve solamente el interés por un Guerrero mejor. Pero su gobierno que llama de reconciliación, en el que predominan los representantes de los que no votaron por el candidato que ganó las elecciones –con la justificación de que también son pobres en su mayoría– tiene ante sí la primera prueba de fuego, a la que no se refirió por cierto el gobernador en su discurso inaugural.

¿Cómo se comportará la institución, y cómo cada uno de sus integrantes ante la polarización que se avecina por el desafuero del jefe de Gobierno de la ciudad de México? Si éste se concreta el jueves ¿que hará ante las manifestaciones de repudio a la visita del presidente Vicente Fox el próximo 12 a La Montaña y a Acapulco, donde inaugurará el Tianguis Turístico?