EL-SUR

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Guerrero, México

Opinión

Colombia ante el cierre del ciclo del proceso de paz

Gaspard Estrada

Enero 23, 2019

 

El pasado fin de semana, un atentado terrorista en la ciudad de Bogotá dejó a varias decenas de soldados muertos en una escuela militar. Pocos días después del acto, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla más importante de Colombia, reivindicó el atentado, alegando que se trataba de un “Acto de guerra ante las afrentas del gobierno colombiano”. Sin embargo, en un comunicado posterior, el ELN llamaba a mantener el proceso de paz con el gobierno. El problema es que todo apunta a que el ciclo político iniciado en 2010, con la llegada al poder del entonces presidente Juan Manuel Santos, haya llegado a su fin. En efecto, Santos llegó al Palacio de Nariño después de una campaña electoral muy apretada frente al candidato del partido verde, el ex alcalde de Bogotá Antanas Mockus, y, por el hecho de haber sido ministro de defensa del ex presidente Álvaro Uribe, tenía el sello del uribismo. Para evitar cargar con esa loza durante todos sus mandatos, Juan Manuel Santos comenzó a negociar en secreto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) un acuerdo de paz que permitiera que su país terminara con la “guerra”, existente desde 1964, fecha de creación de las FARC así como del ELN, que nacieron en primera instancia como movimientos de campesinos que luchaban a favor de la reforma agraria, con una ideología marxista, propia de la guerra fría.
Los primeros encuentros secretos entre el gobierno colombiano y las FARC se llevaron a cabo en Venezuela y Cuba, bajo los auspicios de varios países latinoamericanos, de izquierda como de derecha. Conforme los diálogos fueron avanzando, una parte de los altos mandos del ejército colombiano, que históricamente eran hostiles a toda plática con los grupos guerrilleros, filtraron estas informaciones al ex presidente Álvaro Uribe, que decidió dar estas informaciones a algunos periodistas afines, con el objetivo de evitar que el gobierno y las FARC pudiesen llegar a un acuerdo definitivo.
De tal suerte, en 2012 el gobierno tuvo que anunciar de manera intempestiva la existencia de tales diálogos con las FARC. Para evitar que el ejército, las cúpulas empresarias y la iglesia se opusieran a tales acuerdos, el gobierno de Juan Manuel Santos optó por incluirlos en el equipo negociador del gobierno, durante las pláticas por la paz que se llevaron a cabo a partir de ese momento en Cuba, de manera oficial. El resultado de estas pláticas se plasmó en la firma del acuerdo de Cartagena, a finales de septiembre del 2016, lugar en donde se dieron cita decenas de líderes, que creían atestiguar el fin casi inmediato de la guerra en Colombia.
Sin embargo, pocas semanas después, los colombianos se pronunciaron en un referéndum, en contra del texto acordado por el gobierno con las FARC. Si bien la diferencia entre el SI y el NO fue mínima, así como la tasa de participación, que no superó el 35 por ciento del padrón de electores, el resultado fue un terremoto político en el país. Sobre todo porque todavía no había arrancado formalmente el proceso de paz con el ELN, que constituía –y sigue constituyendo– un factor esencial para que se pueda llegar a una verdadera paz en Colombia.
Ante el debilitamiento progresivo de su gobierno, el entonces presidente Juan Manuel Santos decidió acelerar los diálogos con el ELN, para evitar que un eventual cambio de gobierno se tradujera por su desaparición. De tal manera que las pláticas con esta última guerrilla comenzaron en 2017, en Quito, bajo el auspicio del entonces presidente ecuatoriano Rafael Correa. El problema es que, entre tanto, la elección presidencial en Colombia llevó al poder a un adversario del proceso de paz con las FARC y el ELN, Iván Duque, que fue el delfín de Alvaro Uribe en esta elección presidencial. Desde entonces, el número de asesinatos de líderes sociales, políticos y sindicales de izquierda han aumentado, y sobre todo, en el plano estratégico, el gobierno y sus parlamentarios afines en el Congreso han mostrado su renuencia a apoyar el proceso de paz.
De tal manera que el atentado del pasado fin de semana podría significar el fin del proceso de paz con el ELN, tal como fue planteado en su momento por el presidente Juan Manuel Santos. Es una pésima noticia para Colombia y América Latina.

Twitter: @Gaspard_Estrada

* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París