EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Como anillo al dedo

Jorge Camacho Peñaloza

Abril 24, 2020

La historia se repite primero como tragedia, después como farsa.
Karl Marx.

Andrés Manuel López Obrador trae desde joven una visión de México muy influenciada por la historia, le gusta la historia, es su almohada y ahora viviendo en el Palacio Nacional debe ser un sueño para él caminar por donde lo hacían Benito Juárez, Maximiliano de Habsgurgo, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas; él se ha de sentir la continuación de la historia, de ahí que a su proyecto le haya dado el nombre de la Cuarta Transformación.
Es más, él ha sostenido que sus decisiones las basa en la historia, en las experiencias que tuvieron los personajes que definieron la independencia de México, el andamiaje constitucional y la revolución de 1910, tres momentos definitivos en la construcción de la nación, país y Estado mexicanos que hoy somos; guiados por los conceptos emancipadores de la libertad, la ley y la justicia, que dejaron atrás los opresores sistemas de gobierno esclavista, colonial, el liberal conservador y la dictadura porfirista.
López Obrador con la mirada puesta en la historia hábilmente configuró la suya, la Cuarta Transformación, construyendo discursiva y teóricamente un régimen que desde su muy particular visión estaba sometiendo a los mexicanos y que urgente e históricamente urgía superar con una Cuarta Transformación. Y así, enarbolando el estandarte de Miguel Hidalgo, la Constitución Juarista y la banda presidencial maderista puso manos a la obra y comenzó a recorrer toda la República Mexicana arengando a derrocar el régimen de la corrupción y del neoliberalismo para instaurar lo que él considera el régimen democrático, honesto y de justicia que corresponde a su Cuarta Transformación.
Todos los días habla de acabar con el régimen, de los conservadores, del neoliberalismo, de la Cuarta Transformación, del régimen corrupto, de sanear la vida pública de México, de gobernar con, por y para el pueblo; de que ya no estamos en los tiempos de las políticas económicas que beneficiaban a los de arriba, que ahora el gobierno le da más a los que menos tienen, que ahora está construyendo los tiempos de la medianía juarista, de la democracia y libertad de expresión maderista, de la honestidad obradorista. Esa es su meta y por la que madruga, se desvela y trabaja sábados y domingos, porque dice que va a hacer un gobierno de 12 años trabajando así 12 horas diarias; está, pues, trabajando pues por su objetivo: construir obsesivamente la historia de la Cuarta Transformación.
Tan es su obsesión que por eso dice que el coronavirus le cayó como anillo al dedo, es decir como buen pretexto para seguir instaurando su Cuarta Transformación. Por eso para él el contagio es lo de menos, para eso están los científicos, los técnicos, Hugo López-Gatell, aunque esté matando a cientos y próximamente a miles de mexicanos, afectando a la economía, tenga a todos los mexicanos en cuarentena, casi paralizado todo el país y el petróleo y el peso en la lona, Andrés Manuel como El Quijote continúa peleándose con los molinos de viento, porque el coronavirus es un problema menor al del virus de la corrupción, por eso para él el coronavirus está a nivel de un pretexto y como anillo al dedo –me canso ganso–, así de obsesiva y patética su historia.
Ante todos los problemas que se le están viniendo encima al país, la actitud y comportamiento de Andrés Manuel López Obrador de ver más por la Cuarta Transformación es anticlimática al sentir de los mexicanos, distante, fría, ajena; él va a seguir con su política preferida y única de regalar dinero, que para generar desarrollo; habla de que los neoliberales confundieron crecimiento con desarrollo pero él confunde desarrollo con bienestar y no son lo mismo. Al paso que va, alejado de los mexicanos, lo más seguro es que su gobierno no dure seis años sino tres.
Vuela vuela palomita y ve y dile: A López que se salga de ese Palacio, que si tanto le gusta la historia, que le aprenda a Villa y Zapata la lección, que reconocieron que lo suyo lo suyo, no era el gobierno, sino defender a la población.