EL-SUR

Martes 07 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Cómo explicar el fenómeno Donald Trump?

Gaspard Estrada

Mayo 04, 2016

En las últimas semanas, las victorias de Donald Trump en estados clave para las primarias del Partido Republicano, han puesto en evidencia su creciente ventaja frente a sus rivales internos, el principal Ted Cruz. Sin embargo, contrariamente al Partido Demócrata, donde Hillary Clinton, gracias a un número elevado de “súper delegados” (es decir, de delegados que pueden votar varias veces a favor del mismo candidato), puede tener una relativa confianza en ser investida como candidata en julio, el líder de las primarias republicanas continúa siendo desafiado por la élite de su partido.
Este cisma entre la cabeza y la base del Grand Old Party (como se denomina usualmente el Partido Republicano en los medios anglosajones) ilustra en buena medida el impasse en el que se encuentra nuestro país vecino, después de haber “ganado” la Guerra Fría frente a la URSS. Durante los años 1990 y 2000, Estados Unidos se consideró como la única súper potencia global. Después del 11 de septiembre del 2001, de la malograda (e ilegal según el derecho internacional) invasión a Irak, y después del inicio de la crisis económica internacional en 2008, esta percepción cambió. Estados Unidos comenzó a ver su hegemonía amenazada. La elección, en 2008, de Barack Obama simbolizó una voluntad de cambio del electorado. Sin embargo, a pesar de las mejoras en la economía y en el aumento de los puestos de trabajo, una buena parte de las clases medias precarizadas durante la crisis de 2008 siente que su nivel de vida no ha mejorado desde la llegada de Obama a la Presidencia. Eso explica la radicalización que existe en esta parte del electorado, una forma de rabia, contra lo que denominan “la burbuja de Washington DC”, que simboliza la perpetuación de las elites políticas y económicas que dirigen Estados Unidos, que han acaparado los dividendos del crecimiento de la potencia del norte.
El discurso de Donald Trump, si bien está plagado de falsedades y de prejuicios racistas, tiene la capacidad de articular un mensaje claro, sintético y ajustado, dirigido precisamente a ese sector de la sociedad estadunidense que se siente “olvidado” por el gobierno. Frente a esta “élite globalizada” encarnada por el establishment republicano y Hillary Clinton en el campo demócrata, lo que importa es la defensa de los estadunidenses blancos, asalariados (precarizados por la crisis) y religiosos. Este concepto eje se traduce en el lema de campaña de Trump: “America’s First”.
En el plano de la política internacional, esta agenda se traduce por el énfasis dado al retiro de Estados Unidos de los grandes temas del debate mundial. En particular, podemos destacar la voluntad de no involucrarse más en los conflictos del Medio Oriente, el deseo de hacer pagar a los “aliados” el costo de la protección nuclear –en particular a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)–, y en el caso de México, la voluntad de construir un muro en la frontera entre ambos países.
Es ahí donde podemos ver los límites de esta estrategia de campaña. El peso demográfico de este cuerpo electoral, si bien es importante, está declinando frente al aumento de las minorías étnicas y confesionales, como los hispanos y los negros. Estos últimos no se reconocen en el discurso de Donald Trump, y por el contrario apoyan de manera contundente a Hillary Clinton.
Si bien este dato puede tranquilizar a muchas personas tanto dentro como fuera de Estados Unidos, falta saber qué hará Donald Trump con el capital político que acumule durante la campaña electoral, gane o pierda la elección en noviembre.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

@Gaspard_Estrada