EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Con Martín Luis Guzmán en La Poza y a la sombra

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 12, 2023

 

(Segunda parte y última)

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El general Eugenio Martínez, quien se encargaría de fusilar a Calles, Obregón y Amaro, es sometido por un “cañonazo” de 50 mil pesos, así bautizado por el propio Obregón. Su jefe de Estado Mayor, Héctor Almada, decide continuar la sublevación por no haberle tocado ni una cualila (moneda de dos centavos) pero muy pronto será abatido en Texcoco por el general Gonzalo Escobar…

La villa morelense

A eso de las cuatro y media de la mañana, cuando la fatiga y el vino empezaban a rendir a los más resistentes, apareció en la puerta de la villa morelense un contingente militar cuyo capitán se pone a las órdenes de Serrano, cuando en realidad van a arrestarlo. El periodista que se ha unido al grupo califica el arresto como un abuso y amenaza con denunciarlo en su periódico como traición.
–¡Bien, en ese caso, usted también está preso! –estalla el militar.
Marchando al frente del grupo de contertulios apresados, Serrano recordó seguramente aquello muy viejo que dice que en la política mexicana sólo se conjuga un verbo: madrugar.

La orden de Zeus Tonante

–¡Entonces que Fox vaya por ellos! –ordena el presidente Calles luego de enterarse de que el general Roberto Cruz ha pedido ser relevado de la misión de apresar a Serrano .
–Es que son muy amigos, señor Presidente! –disculpa con timidez el general Joaquín Amaro, secretario de Guerra.
–¡Puta madre! –estalla el futuro Jefe Máximo. ¡Ahora resulta que estoy rodeado de puro cabrón sentimental! ¡No me vayan a salir ahora con que Fox es cuñado o compadre de Serrano! (Claudio Fox, jefe de las Operaciones Militares en el estado de Guerrero, concentrado en el Castillo de Chapultepec).
–¡A sus órdenes, señor presidente! –saluda el general Fox haciendo chocar ruidosamente los tacones estoperoleados de sus botas cuarteleras. (Alto, blanco, fornido, gran quijada cuadrada y bigote kaiseriano).
–¡Qué bueno que estaba usted aquí, mi General –contesta Calles el saludo, entregándole una hoja de papel manuscrito y, alzando la voz, le ordena: ¡Bajo su estricta responsabilidad me trae muertos a todos los enlistados! ¡A todos!
Claudio Fox se queda de una pieza, como engarrotado, pensando seguramente que el fusilamiento sin Consejo de Guerra es asesinato. No obstante, ante al apremio presidencial, responde el saludo castrense buscando ansioso con la mirada al general Obregón.
–¡Cumpla usted estrictamente con la orden del señor Presidente de la República! –responde luego el Caudillo sonorense a la súplica ocular del perturbado militar.

Ahora le toca a
usted, mi General

Lo que pasó después es descrito con maestría por el periodista José Alvarado en su columna Intenciones y Crónicas (Excelsior, 4 de octubre de 1967):
“Los detenidos fueron conducidos en automóviles por el camino hacia México. Al llegar a Huitzilac se les hizo descender y se les llevó a un lado de la carretera. Comenzaba a oscurecer y el viento frío del ‘cordonazo’ de San Francisco agitaba las ramas de los árboles.
“Todos, menos Serrano, iban con las manos atadas por detrás. Será angustioso el coro pidiendo piedad, pero sin faltar las mentadas de madre y toda clase insultos. Serrano se había quedado aislado y mudo a la orilla de la ruta, un poco arriba de la escena. Los soldados de rostro oscuro y ojos impenetrables tenían los fusiles dispuestos. El rudo vocerío de los presos se hacía confuso y ensordecedor. Serrano, callado, apretaba los dientes. Sus ojos parecían fijos en el color de la tarde.
“–¡Qué esperan! –grita entre blasfemias el Coronel enloquecido por el griterío. Los soldados esperaban la orden de fuego. No la hubo. Otra vez: ‘¡Qué esperan!’, y más maldiciones histéricas. Un disparo hacia los bultos humanos y otro y otro y cien más en una repentina ebriedad homicida. Bajo el humo y el olor de la pólvora había quedado el silencio.
“Ahora le toca a usted, mi General, le dice el Coronel dirigiendo su pistola al pecho de Serrano. Un solo tiro. El general cayó todavía vivo y entonces el coronel destrozó el cuerpo a balazos con una ametralladora , golpeándole la cara. Era casi de noche, pero todavía podía verse la sangre sobre las piedras y las matas”.

Axcaná, herido.

Axcaná González, el único personaje ficticio de la novela de Martín Luis Guzmán, recibe un balazo entre la tetilla y el hombro cuando trata de acercarse al cuerpo sin vida de Serrano. El autor necesitará seis páginas de La sombra del caudillo para salvar a su personaje-conciencia, perseguido con furia asesina por los hombres de Segura.
“Axcaná, casi a rastras, se movió hasta en medio del camino. Allí se arrodilló, se puso de pie y volvió a caer de rodillas. Iluminado por los rayos de los fanales de un automóvil que le desencajaban más el rostro y le prolongaban la agonía, levanta la mano derecha. Algo le dijo a quien le hablaba desde más allá, Mister Winter, primer secretario de la embajada estadounidense que regresaba de Cuernavaca. Él y su chofer procedieron a tomarlo en brazos para llevarlo hasta el automóvil”.

Catorce cruces

Catorce cruces, tanto en la novela como en la realidad, testimonian en Huitzilac la disputa eterna por el poder en México. A cada una de ellas correspondió un nombre y un apellido: general Francisco R. Serrano, general Carlos A. Vidal, general Carlos Ariza, generales Miguel y Daniel Peralta, licenciado Rafael Martínez Escobar, licenciado Otilio González, Alfonso Capetillo, Augusto Peña, Antonio Jáuregui, Ernesto Noriega, Octavio Almada, José Villa Arce y Enrique Monteverde.
El general Arnulfo R. Gómez, el otro candidato opositor al Caudillo, había huido a la sierra veracruzana. Será descubierto en una cueva de Coatepec treinta días después de la muerte de Serrano. Vencido y enfermo, será llevado a rastras al cadalso sin formación de causa.
Obregón, el candidato reelecto, será asesinado a balazos diez meses más tarde, durante un banquete en su honor. Comía cabrito al pastor y escuchaba su tonada favorita, El limoncito.

Carne y hueso

–Bueno, pues, periodista, pero anote rápido que me deja el avión –urge Martín Luis Guzmán en el Aeropuerto Internacional, hasta donde lo han acompañado Kamal y un grupo de campesinos. Identifica a los personajes de La sombra del caudillo.
El Caudillo (Gral. Álvaro Obregón); Ignacio Aguirre (Francisco Serrano); Hilario Jiménez (Plutarco Elías Calles); Protasio Leyva (Arnulfo Gómez); Emilio Oliver Fernández (Jorge Prieto Laurens); Encarnación Reyes (Gral. Guadalupe Sánchez); Eduardo Correa (Jorge Carregha); Jacinto López Garza (Gral. José Villanueva Garza); Ricalde (Luis N. Morones); López Nieto (Antonio Soto Gama).
–¡Ya, por favor, joven Rebolledo, no me pida más nombres. Recuerde que La sombra del caudillo fue escrita cuando usted seguramente no había nacido! ¡Muchas gracias y adiós!

Martín Luis Guzmán Franco

Martín Luis Guzmán Franco nació en Chihuahua el 6 de octubre de 1887, escritor, periodista y diplomático considerado uno de los pioneros de la novela revolucionaria. Estudió Derecho en la Ciudad de México y en 1914 se unió a las tropas de Francisco Villa, con quien trabajó muy de cerca. Tras salir de la cárcel se exilia en España, donde, en 1915, publica en Madrid su primer libro: La querella de México. Entre 1916 y 1920 vivió en Estados Unidos, dirigiendo en Nueva York una revista en español llamada El Gráfico, además de colaborar con la revista Universal. Con los artículos publicados en ambas publicaciones integró en 1920 su segundo libro: A orillas del Hudson.
Regresa a México, donde continúa ejerciendo el periodismo y es elegido diputado nacional. Exiliado, viaja a España donde de 1924 a 1936 colabora en varios periódicos. Escribe El águila y la serpiente, publicado en 1928, libro que contiene memorias de las luchas civiles de México, y La sombra del caudillo, en 1929. Posteriormente, Guzmán Franco publica en 1932 Mina, el mozo héroe de Navarra, la biografía de Francisco Xavier Mina y Memorias de Pancho Villa, en 1940 y Muertes históricas, en 1958. Esta última le valdrá en México el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y Lingüística. De 1959 a 1975 presidirá y dirigirá la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito.

Periodista de combate

Como periodista fundó a los catorce años el periódico quincenal La Juventud de Veracruz; dirigió El Gráfico, en Nueva York (1917); fundó en 1922 el periódico vespertino El Mundo; escribió en El Sol y La Voz de Madrid, colaboró en El Heraldo de México. Finalmente, fundó su semanario Tiempo, que dirigió desde 1942 y hasta su muerte, sin duda, una de las mejores revistas literarias de América, además de crear la editorial Ediapsa. En el terreno político, Guzmán Franco fue embajador de México ante las Naciones Unidas, de 1953 a 1959, y Senador de la República, de 1970 a 1976. Miembro, a partir de 1940, de la Academia Mexicana de la Lengua.

Gral. Claudio Fox

Claudio Fox Valdez nació en Hermosillo, Sonora, el 25 de abril de 1885. Fue constitucionalista y operó en los estados de Sonora y Chihuahua. Enviado a Guerrero como jefe de Operaciones Militares, asume de hecho el poder militar y político de la entidad. Obliga la salida del gobernador Héctor F. López, originario de La Unión (1925-1928) y nombra como interino al Coronel Enrique Martínez (1 de febrero de 1928 al 30 de marzo de 1929). Finalmente, designa como gobernador sustituto al general agrarista Adrián Castrejón, originario de Apaxtla, hoy de Castrejón (abril de 1929 a marzo de 1933).
Fox Valdez será relevado apenas asuma la presidencia el general Lázaro Cárdenas del Río, haciendo efectivo su retiro de la milicia. La reasumirá con el grado de General de Brigada durante el mandato presidencial de Manuel Ávila Camacho (1940-1946). Fallece el 15 de mayo de 1961, en la Ciudad de México, a los 76 años.

La Güera Fox de Acapulco

La unión matrimonial de Claudio Fox con la guerrerense María Luisa Leyva, funcionaria de Correos y Telégrafos en Acapulco, procrea seis hijos: Claudio, Ricardo, Guillermo, Alejandro, Raquel y Ringue. Raquel, conocida popularmente como La Güera Fox, bella, alta, esbelta, fue una precursora del feminismo en Acapulco. Alma Rebolledo viuda de Pano, mi hermana, con la que laboró en el Hotel El Mirador, la recuerda desprejuiciada, atrevida, irreverente y muy disparatera. Toda una leyenda en el prejuicioso medio siglo acapulqueño. Contrajo matrimonio con Alfredo Piliquío Berreatúa procreando niña y niño. La enfermedad de este último (lupus) los obligará a tomar residencia en Los Ángeles, California. Lila Berreatúa Fox volvió al puerto.

Paredón:

La sombra del caudillo, Martín Luis Guzmán, CGE, 1967.
Historia extraoficial de la Revolución Mexicana, Alfonso Taracena, autor, 1972.
Visiones mexicanas, José Alvarado, FCE, 1985.
Historia Gráfica de la Revolución.