EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Con Martín Luis Guzmán en La Poza y a la sombra

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 05, 2023

 

(Primera de dos partes)

Martín Luis Guzmán se afana en abrevar el agua de un coco de media cuchara y en el primer intento empapa la pechera de su alba camisa de cuello duro.
–¡Qué cosas!, –exclama sorprendido el periodista y escritor achicando la inundación con su propio pañuelo: –¡Nunca pensé que tomar a boca de coco demandara habilidades especiales!
El biógrafo fiel de Pancho Villa dicta su cátedra al leve vaivén de una mecedora de palma en el corazón mismo del poblado de La Poza o La Zanja del Teniente, municipio de Acapulco. Lo escuchan atentos campesinos acuclillados y mujeres arrebozadas mientras niños y niñas corretean en torno de ellos. Todos protegidos por la sombra de un árbol de mango copetudo y cuyos frutos cuelgan casi a ras de suelo. “Parecen esferas de Navidad”, exclama una menor ante un ramo de frutos amarillos.
La última palabra del novelista norteño será en aquél momento un no rotundo pero amable.
Rechaza con vehemencia que su nombre se inscriba en el portal de la nueva escuela a cuya inauguración ha sido invitado. Argumenta a su favor la falta de merecimientos para tan señalado honor, pero básicamente por razones de conciencia y congruencia. “El, crítico permanente de los tontos que buscan trascender imprimiendo sus nombres en bronces y mármoles de la obra pública, ¡no puede convertirse en uno de ellos!”.
–“Escuela primaria Martín Luis Guzmán”– pronuncia en voz alta–, ¡Estaría yo lucido!
–Pero es que ya lo habíamos hablado, señor –advierte el campesino más anciano de la reunión–. Tanto Kamal Assam como nosotros queremos rendir este modesto homenaje al soldado más leal de nuestro general Francisco Villa…

Extranjero generoso

–Sucede, queridos amigos míos, que a Kamal se le olvidó comentarles mi temprana negativa. Se la hice saber en el momento mismo en el que me participó su proyecto. El de construir con recursos propios, gestionados y el trabajo de ustedes una escuela primaria, agradecido por la hospitalidad y el cariño que ha recibido de La Poza. Por ello mi presencia tiene hoy aquí dos propósitos: saludar la generosidad de Kamal y pedir a ustedes que entiendan mi negativa. Les doy mi palabra, en cambio, de que gesto tan honroso lo guardaré agradecido en lo más profundo de mi corazón.
A Kamal Assam, comerciante y agricultor de origen árabe, asimilado de tiempo atrás en La Poza, le había fallado la estrategia. Pensó que Guzmán, presionado por la gente a la que guarda especial respeto y consideración aceptaría finalmente dar su nombre a escuela. El promotor tendrá entonces que habilitar rápidamente una cartulina en el que escribirá con plumón negro el nombre de “General Ignacio Zaragoza”, el nombre que llevaría la institución, sugerido por el propio escritor.
Ora que no fueron sencillas las condiciones impuestas por el autor de El águila y la serpiente para aceptar la invitación de Kamal Assam. No deberán estar presentes en el acto ninguna autoridad política de Acapulco “¿Por qué se les aplaudirá sin haber puesto un centavo? Educativas, claro que sí. ¡Ah, tampoco periodistas ni fotógrafos! (¡yo sé por que!). Y, finalmente, no más niños al rayo del sol quemante lanzando vivas al “supremo” en turno y no a los héroes!…
Aquí, Kamal tendrá que intervenir necesariamente para presentar a este reportero. “Se trata de mi amigo Anituy Rebolledo Ayerdi, reportero de Trópico, el único invitado de prensa. Ha sido también el único que ha creído y apoyado mi trabajo.
–Mucho gusto, joven… ¡Claro que aceptaré sus preguntas!

La sombra del caudillo

–¿La censura contra La sombra del caudillo? Esta será, joven, la respuesta número mil que he dado en años a esa misma pregunta. Y lo haré como la primera vez:
–A mí no me lo crea, amiguito, pero dicen que la película de Julio Bracho no le gustó al secretario de la Defensa Nacional, general Agustín Olachea Avilés (1958-1964). Armará por ello una reacción airada de los generales acusando a la cinta de denigrar al Ejército Mexicano y a la propia Revolución. ¡Vive Dios!
–¿Le sorprendió, maestro?
–No, por supuesto que no! La sombra del caudillo fue escrita y editada durante mi primer destierro en España. Los primeros ejemplares llegados a México fueron incautados por órdenes del presidente Elías Calles, prohibiendo la circulación de la novela en todo el territorio nacional. Para mi fortuna y de la libertad de expresión hubo personas que hicieron desistir a Calles de tamaña atrocidad. No obstante, el bilioso Jefe Máximo amenazará con cerrar la editorial Espasa Calpe y expulsar del país a su personal hispano si publicaba una nueva obra mía. Como se eximía de tal prohibición cualquier texto cuyo asunto mexicano fuera anterior a 1910, fue que surgieron temas como Mina, el mozo; Filadelfia, paraíso de conspiradores, Piratas y corsarios y otros.
–¿Por qué no nos recuerda, maestro, que en 1960 se prohibió la película mientras que la novela circulaba libremente?, –interviene el director de la primeria que ya no llevaría su nombre–.
–¡Es verdad, es verdad! –acepta el novelista–. Nada, sin embargo, deberá justificar la censura sobre ninguna forma de expresión del pensamiento. Resulta muy peligroso que en México se acepten tan bárbaras manifestaciones de intolerancia sin que se produzcan respuestas sociales de la misma intensidad.

La inauguración

Llega el momento inaugural de la escuela que no llevará el nombre de Martín Luis Guzmán, pero sí el del general Ignacio Zaragoza. El autor hace un amplio reconocimiento a la generosidad de su amigo Kamal Assam y explica de nuevo la razones por las que no aceptó que llevara su nombre. Una vez cortado el listón en medio de una celebración entusiasta, el escritor será invitado a presidir una larga mesa forrada con manteles blancos, bajo la misma sombra arbolada. En ella, el autor de La sombra… será homenajeado con su platillo favorito: langostinos gigantes. La cátedra continuará durante la sobremesa:
–Dice usted, maestro, que todos los personajes de La sombra del caudillo son réplica de personajes reales. ¿Axkaná González, también?
–¡No, claro que no! Axcaná no lo es, él es el único personaje ficticio. Con él pretendí darle voz al pueblo. Es un poco el coro de la tragedia griega buscando que el mundo ideal cure las heridas del mundo real. Axcaná es en realidad la conciencia revolucionaria. La Sombra narra los asesinatos de dos aspirantes a la presidencia de la República –fusilamientos los llamó el gobierno de entonce–, que preludiaron el magnicidio del presidente reelecto, a manos de un fanático…

La sombra, platicada

–¡Caray, jefe, no creo que sea necesario matar a Pancho! –suplica el general Álvaro Obregón, candidato reeleccionista a la presidencia de la República, al presidente Plutarco Elías Calles. Estoy seguro de que sus amigos desistirán de levantarse en armas en cuento sepan que lo tenemos preso en Cuernavaca.
Elías Calles, golpea con el puño cerrado el grueso cristal de la mesa ovalada del despacho presidencial y, puesto de pie, ladra:
–¡No me chingues, Álvaro! ¡Resulta que ahora te pones blandito y sentimental! ¿Crees que la estuviéramos contando si caemos en el cuatro que nos tendieron esos hijos de la chingada? ¡Son ellos o nosotros, Álvaro, carajo!
El inminente Jefe Máximo de la Revolución –Zeus tonante–hacía referencia al complot para asesinarlos a él, a Obregón y al secretario de Guerra, Joaquín Amaro, urdido presumiblemente por el general Francisco R. Serrano. Era este un joven y brillante militar lleno de inteligencia y simpatía dispuesto a impedir la reelección de su antiguo padrino y protector. Planea una anticipada “Noche criolla de los cuchillos largos”.
El otro candidato incómodo, el general Arnulfo R. Gómez, no participa en la conjura de Serrano. Le parece estúpido pretender tumbar en 24 horas un gobierno fuerte como el del Turco (por lo Elías). Y no es que respete a Obregón, su contrincante. ¡Que va! Apenas ayer, en Puebla, ha anunciado que su primer acto de gobierno será fusilar por traidor al Manco (Obregón). Arnulfo Gómez tiene preparada su propia asonada. Se levantará en armas el 8 de noviembre (el 2 de octubre se entrevista con Serrano) y entonces se convertirá en el único jefe de la Revolución.
Serrano y Gómez son como el agua y el aceite. Si algo los identifica en aquel momento son la frustración, el resentimiento y el odio. También la convicción de que ninguno de los dos será presidente por la vía del sufragio universal.
“¿Por qué otra vez ese pinche manco?, ¡carajo!”. Finalmente, lo que se esperaba como una alianza indestructible resultará una mascarada. Los dos generales opositores terminan como odiados enemigos. Serrano viaja a Cuernavaca con el pretexto de festejar su santo –en realidad va a esperar el triunfo de la asonada–, mientras que Gómez toma el camino de Veracruz para ultimar su levantamiento.
Son 13 a la mesa de la villa morelense y como alguien advierte la cábala es incorporado de inmediato un periodista sentado en una mesa de al lado.
Pancho Serrano, ex secretario de Guerra y ex gobernador del Distrito Federal, es objeto de honores especiales. Se brinda por él como si ya fuera presidente de la República. El coñac Hennessy-extra, su licor favorito y por imitación el de todos los presentes, corre generosamente. Las copas se alzan también “por ellas, aunque mal paguen” y es el momento de pedir al jefe la reseña de sus últimos lances amorosos. “¡Tiene chupamirto, el cabrón, ni hablar”!

El galanazo

El joven general disfruta relatando sus experiencias sentimentales con damas esculturales y hermosas como “salidas de un calendario”, según su propia vanidad. Sus conquistas parisinas, por ejemplo, –vivió en París becado ¡por Obregón!–, forman entre su tropa de una suerte de Decamerón oral y su affaire con una princesa rusa borda lo pecaminoso. Calles, a propósito, aseguraba que Serrano había vuelto de Europa “más tahúr, más borracho y más mujeriego”. Sobre Gómez, quien también había cruzado el Atlántico en busca de refinamiento, la opinión del presidente no era diferente: “había regresado más bruto!”.
Las botellas vacías de coñac forman una hilera sobre la barra desolada. La tertulia no decae en su entusiasmo santoral patriótico y revolucionario. El general Carlos A. Vidal casi besa la oreja del jefe Serrano al ofrecerle secreta lealtad. Mañana –una vez consumado el golpe de estado—, Vidal asumiría provisionalmente la jefatura del Poder Ejecutivo y desde allí convocará a elecciones generales. “El candidato de la unidad revolucionaria no podrá ser otro que el general Francisco R. Serrano. “Y luego a ver quien lo baja de la burra.” El Turco, bien visto, le ha hecho un gran servicio al pisotear la “no reelección”.

Los cañonazos

El galán de los generales mexicanos ignora que mientras él narra sus aventuras eróticas y bebe licor como periodista la conjura ha fracasado. El general Eugenio Martínez, quien se encargaría de arrestar y fusilar al triunvirato Calles- Obregón-Amaro, ha sucumbido ante un “cañonazo”. No de los sonoros de artillería sino los sutiles de 50 mil pesos inventados por el sonorense genial. El general Héctor Almada, jefe de Estado Mayor de Martínez, prosigue por su cuenta la sublevación, pero pronto será batido en Texcoco por el general Gonzalo Escobar.