EL-SUR

Martes 07 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Con Zeferino, por un Guerrero en paz

Arturo Martínez Núñez

Agosto 12, 2005

Y el gobernador destapó la caja de Pandora. Abrió la puerta que no debía; jaló del hilo negro, comió del fruto prohibido. La tormenta guerrerense ocupó el plano nacional. Guerrero regresó a la nota roja, al oscuro lugar del que pretendemos salir.

Pero ¿qué fue lo que hizo Zeferino para que algunos mentecatos pidieran inmediatamente su renuncia ante la “incapacidad” del gobernador? Decir lo que todos sabemos: que la delincuencia organizada y el narcotráfico son problemas que necesitan ser atacados a nivel nacional y con una estrategia conjunta, de lo contrario, únicamente estaremos haciendo el tonto.

Hay que ser muy claros: Zeferino nunca dijo que no podía contra el narcotráfico. Lo que dijo es que no podía solo.

Lo advertíamos en este mismo espacio la semana pasada. La guerra por el botín llamado Guerrero está en su apogeo. No es poca la bolsa para el ganador de semejante premio. Es mucho lo que se ha corrompido y muchos bolsillos los que se han untado. Falta indagar hasta dónde ha penetrado la infección criminal en las instituciones de los tres niveles de gobierno que operan en la entidad. Acaso la metástasis sea imparable. La única terapia que se antoja posible es aquella que surja de la alianza entre todos los actores del estado (partidos, asociaciones empresariales, clero, académicos, estudiantes, sindicatos, organizaciones de productores y sociedad civil), para plantarle cara al narco.

Necesitamos alzar la voz y gritar con claridad: ¡Ya basta! ¡Queremos un Guerrero en paz! ¡Queremos un Guerrero libre de violencia! ¡Los guerrerenses queremos dirimir nuestras diferencias con la música de las palabras y no con el estruendo de la pólvora!

Zeferino necesita revalidar su alianza con el pueblo de Guerrero y convocar a una jornada por la paz, contra la violencia. La única manera de aguantarle un pulso al crimen organizado es saliendo a la calle en una movilización unitaria en la que demostremos que los guerrerenses tenemos miedo, pero no somos cobardes; que los guerrerenses queremos la paz y que la única guerra que sostendremos será contra la pobreza.

Zeferino ha dicho que no puede solo. Tiene entonces que ponerse al frente de todos los guerrerenses –de los que votaron por él y de los que no–, para mandar una señal clara de que Guerrero no se raja, de que este pueblo ha sufrido mucho y ha luchado mucho por construir sus instituciones. Que a nuestra incipiente democracia no la van a desestabilizar tan fácilmente porque los guerrerenses sabemos luchar y siempre hemos sido los primeros en dar un paso al frente al llamado de la República.

Muchos son los intereses ocultos que buscan sacar provecho del río revuelto. Pero Zeferino cuenta entre sus filas con el arma más poderosa que se pueda tener: la confianza y la conciencia del pueblo de Guerrero. Sin embargo, estas necesitan ser encauzadas a partir de la convocatoria del líder.

Si Zeferino lo hace, no me queda la menor duda de que la mayoría de los guerrerenses de bien, estaremos allí para apoyarlo. El PRI tiene que mostrar un nuevo rostro democrático y desmarcarse de una vez y para siempre del Guerrero negro. En esta lucha no se admiten matices políticos coyunturales. Tenemos que cerrar filas como tripulantes del mismo cayaco llamado Guerrero.

En esta guerra sólo existen dos bandos: el de ellos, que busca intimidar y regresarnos a la larga noche, y el de nosotros que queremos ser libres y construir un Guerrero mejor; el de ellos, que con su dinero todo lo envenenan, y el de nosotros, que queremos producir mejor, vivir y convivir mejor; el de ellos, que dirimen sus diferencias con granadas, nueve milímetros y cuernos de chivo, y el de nosotros, que aspiramos a una democracia participativa donde la diferencia de opiniones sea la materia prima del acuerdo, donde la política se reivindique como el escenario para construir y no para destruir; el de ellos, que prefieren andar en la oscuridad donde todo se confunde, y el de nosotros, que creemos que la vida pública debe desarrollarse en la transparencia y la luminosidad; el de ellos, que sólo conocen la razón de la fuerza, y el de nosotros, que creemos en la fuerza de la razón; el de ellos, que apuestan por la liberación de los demonios, y el de nosotros, que creemos en la esperanza.

En la mitología griega, Pandora (“llena de virtudes”) fue la primera mujer, hecha por Zeus como parte de un castigo a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego.

Epimeteo era el responsable de dar rasgos positivos a todos y cada uno de los animales. Sin embargo, cuando llega el turno del hombre, no queda nada para darle. Prometeo, su hermano, sintiendo que el hombre era superior al resto de los animales, decidió entregarle un don que ningún otro animal poseyera. De este modo, Prometeo decidió robar el fuego a Zeus y dárselo al hombre.

Zeus enfureció y creo a Pandora, la que fue llenada de virtudes por diferentes dioses. Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Afrodita le dio belleza y Apolo le dio talento musical y el don de sanar. Hermes le dio entonces a Pandora una caja que nunca debía abrir, lo que la llenó de curiosidad.

Prometeo advirtió a Epimeteo de no aceptar ningún regalo de los dioses, pero Epimeteo no escuchó a su hermano y aceptó a Pandora, enamorándose de ella y finalmente tomándola como esposa.

Hasta entonces, la humanidad había vivido una vida totalmente armoniosa en el mundo. Epimeteo pidió a Pandora que nunca abriese la caja de Zeus, pero un día, la curiosidad de Pandora pudo finalmente con ella y abrió la caja, liberando a todas las desgracias humanas (la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etcétera). Pandora cerró la caja justo antes de que la esperanza también saliera, junto con todo lo que quedaba dentro, y el mundo vivió una época de desolación hasta que Pandora volvió a abrir la caja para liberar también a la esperanza.

 

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