Héctor Manuel Popoca Boone
Abril 13, 2019
Creo que muchos concordamos con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuando dio una sensata respuesta a la clase empresarial turística nacional, ante la demanda de etiquetar en el presupuesto de egresos de la federación, 125 millones de dólares anuales, para destinarlos a la promoción de los centros turísticos de la República, a pesar que nos encontramos en tiempos de austeridad institucional.
El Presidente afirmó que su gobierno estaba apoyando a la actividad turística nacional, al aportar su mejor esfuerzo en abatir los índices de inseguridad pública, de deterioro urbano y de pobreza social que permean todo el territorio nacional; dicha aseveración tuvo lugar el domingo pasado en el Tianguis Turístico.
El dar a conocer los atractivos turísticos recae, en primera instancia, en los empresarios que se benefician directamente de su aprovechamiento, con los recursos económicos empresariales que generan dentro de esa actividad. Los gobiernos entran de manera supletoria más no principal en la promoción de los atractivos turísticos; siempre y cuando no vayan en detrimento de financiamientos esenciales para promover el progreso en general de la población. Sobre todo, si los recursos económicos institucionales son escasos y la población no tiene resueltas las condiciones propias para su subsistencia.
Las circunstancias propicias que debe de haber para el desarrollo de la actividad turística nacional son la paz social, la certidumbre de un futuro promisorio, la observancia de la ley por todos, el orden emanado de la justicia social y la equidad entre el capital privado y el capital humano en el reparto de la riqueza nacional. Esa es la responsabilidad que le corresponde al gobierno por la propia esencia de su conformación; es decir, velar por todos, preferentemente por los más vulnerables y no tan solo para determinados núcleos que fueron hasta hace poco las empresas privadas más poderosas.
En reiteradas ocasiones hemos afirmado que para invitar a conocer nuestra casa lo menos que podemos hacer es que ésta esté limpia, en paz y confortable. Y eso es lo que necesita Acapulco, Taxco, Ixtapa y otros atractivos turísticos para el caso de Guerrero. También necesitan retornar con urgencia a la paz y al orden otros centros turísticos del país, ya que empiezan a tener merma en la afluencia de turismo extranjero debido a la inexistencia de la necesaria tranquilidad, orden, legalidad y paz. Por ejemplo, Cancún, La Rivera Maya, Los Cabos, Puerto Vallarta, dan indicios que ya son lacerados por la delincuencia y la violencia.
Está comprobado que una de las mejores promociones de la actividad turística es la que se efectúa de boca a boca entre parientes y amistades, en nuestro cercano círculo social o laboral. Es decir, de los comentarios favorables vertidos por un turista en cuanto afabilidad, limpieza, seguridad, movilidad y buen servicio sobre determinado centro turístico.
También está comprobado que no hay peor situación que aquella en donde los turistas se van echando pestes de vacacionar en determinado centro turístico por toparse con atractivos naturales contaminados, inseguridad, insalubridad pública, abuso en los precios, servicios públicos anárquicos, falta de cortesía, maltrato, etc. Esa es la más mala promoción turística que puede haber.
Para los empresarios del ramo sí es importante estar presentes en los diversos tianguis turísticos que se realizan dentro y fuera de México, porque ahí pueden cerrar negocios que consoliden sus empresas. Pero incomoda ver que son acompañados tradicionalmente por un numeroso cortejo de funcionarios públicos federales, nacionales y municipales, que asisten onerosamente con cargo al erario y tal parece que lo hacen más por viaje de placer que por otra cosa. Los pabellones de Guerrero siempre son de los más regios.
PD. Por tomarme días de descanso me excuso de presentar mi artículo para el próximo sábado.