EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Condiciones e implicaciones de la renegociación del TLC

Eduardo Pérez Haro

Marzo 21, 2017

Para Ernesto Sarabia.

Habrá que digerir bien la omisión sobre el cuestionamiento al retorno de prácticas proteccionistas y la reivindicación del libre comercio, aspectos ambos que pretendía el G-20 y que sucumbieron ante la presencia y postura de los Estados Unidos de Donald Trump, en su reunión del pasado fin de semana en Alemania.
El nacionalismo globalizado se acomoda en el plano internacional. La ausencia de resultados del comercio globalizado sobre el ritmo de crecimiento económico de las principales economías del mundo, les convoca a dar un giro para intentarlo con base en la reorganización de sus condiciones internas para resarcir sus desequilibrios y desigualdades que se les vienen exacerbando a partir de la crisis del 2008 y en ese marco, se erige la discusión de Estados Unidos con México.
Se refrenda la determinación de revisar el TLC con México y Canadá, pero por separado (y aprobado por el primer ministro canadiense Justin Trudeau). Días antes el multimillonario secretario de Comercio de Estados Unidos Willbur Ross se reunió con el secretario de Economía de México Ildefonso Guajardo y dio a conocer que antes de dos semanas notificarán al Congreso de manera formal las intenciones de la Casa Blanca de renegociar el tratado, y a partir de allí se inicia el periodo de consulta de 90 días y sobre esta base podrían empezar a negociar a finales de junio; no obstante, el funcionario precisó que no se cuenta con una fecha exacta para dar paso a las negociaciones formales.
Se definen dos grandes problemas en el escenario: por un lado, la controversia entre los globalizadores del libre comercio y los nacionalistas proteccionistas, y de otro lado, las implicaciones de ello sobre las economías de menor desarrollo donde se encuentra México.
En el primer caso los países avanzados vuelven a establecer los términos del reacomodo mundial sin ningún miramiento sobre el resto del mundo, y se entiende que lo hacen porque están en declive; los globalizadores en su necedad de buscar el realce económico con la misma fórmula están siendo desplazados por segmentos económicos y políticos que no fueron agraciados en el auge globalizador, pero se trata de una discusión histórica y de gran envergadura entre los personeros de la tradición librecambista-globalizadora en apuros y los aventurados nacionalistas emergentes espoleados por los conservadores y la derecha. Se trata de contendientes destacados con poder económico y base social en las principales economías del planeta.
¿Qué posibilidades tienen unos y otros rivales de este desacuerdo que se da entre los grandes pero que arrastra al resto de las naciones del mundo? Claramente los globalizadores, en la última década, no han podido levantar el vuelo y ahora los nacionalistas-proteccionistas globalizados, se disponen a atender sus visibles desequilibrios.
Donald Trump dibuja un proyecto de reindustrialización con fortalecimiento de la infraestructura y el empleo, reordenar el comercio exterior y apuntalar la contienda por la hegemonía, sin embargo aún no cuestiona la preponderancia del sistema financiero, la lógica y nivel del endeudamiento, la resistencia ofensiva de los monopolios y el entrampamiento tecnológico, factores que hemos argumentado con anterioridad y que están en la base de la explicación del declive del producto mundial y mientras esos diques que obstaculizan el desarrollo no sean removidos, la perspectiva de este nuevo paradigma del nacionalismo globalizado en ciernes, es absolutamente incierta. La burbuja global puede estallar antes de que alcancen a aplicar el modelo. El riesgo de la recesión sistémica aún no se despeja.
Mientras eso sucede, México habrá de ir a la mesa de renegociación del TLC y ya se enfila su formalización e inicio. El asunto no es menor, por cuanto se trata del comercio exterior que para México implica alrededor del 80 por ciento de lo que vendemos y de lo que compramos, siendo que al exterior vendemos alrededor de 380 mil millones de dólares equivalentes a la mitad del Producto Interno Bruto del país, lo que implica que con Estados Unidos vendemos poco más de 300 mil millones de dólares que representa alrededor del 40 por ciento del PIB, lo que no quiere decir que este comercio y el ingreso correspondiente desaparezca pero sí será afectado pues se trata de ponerle impuestos a las importaciones estadunidenses en el interés de inhibir el volumen de estos flujos provenientes de México.
Particularmente, la discusión entablada por Estados Unidos tiene el interés de reparar el déficit de más de 60 mil millones de dólares que tiene con México y que radica en la industria manufacturera, principalmente en la industria automotriz y de autopartes, que representan ventas de México a Estados Unidos por alrededor de 90 mil millones de dólares, un valor equiparable a la suma de las exportaciones agropecuarias, más las agroindustriales, más las petroleras, más los ingresos por turismo, más todas las remesas de nuestros connacionales, y que es al lado de electropartes el área más fuerte que se ha montado en el comercio de exportación nacional de las últimas décadas. Mas no sólo este subsector está a discusión, aunque marcadamente es el principal, y cualquiera que sea la aritmética del arreglo será en detrimento de ingresos a una economía que a 60 días de haber iniciado el año y aún sin revisar el TLC ya ajustó a la baja el pronóstico de crecimiento económico a 1.3 por ciento.
Valga esta mención de elementos sólo para advertir que cualquiera que sea el saldo de la negociación, la perspectiva uncida a la renegociación del TLC es adversa para la economía mexicana, no sólo por la disminución de ingresos que ello represente sino por las implicaciones macroeconómicas en la balanza comercial (porque aún no hablamos de importaciones), además de lo que implica en el tipo de cambio y la balanza de pagos, la inflación y las tasas de interés en el costo del dinero, que inevitablemente son variables que serán afectadas, de manera que si bien el TLC no sirvió para el reencuentro del añorado milagro mexicano lo cierto es que hace parte de la economía que a jalones y empujones ha crecido con el mediocre 2 por ciento y que ya dijimos viene en picada (ciertamente, a partir de la baja en la exportaciones que resultan del declive mismo de la economía norteamericana).
De manera que será conveniente desbordar el TLC como marco de negociación porque en ese ámbito no hay margen de maniobra salvo ir por perder lo menos, de tal forma que sería conveniente ir por un acuerdo de nueva generación donde se subieran a la mesa algunos temas que resultan de la mayor importancia para el plan de desarrollo interno en el que habrá que apostar como principal bastión de la estrategia nacional, y a reserva de poderlo abordar en próxima oportunidad, lo que en este momento importa es poner a discusión elementos compensatorios como la tecnología, la infraestructura, la calificación de la mano de obra y el financiamiento que sin duda hacen parte de los factores estructurales que México habrá de atender como no lo hizo en las más de tres décadas de apertura comercial.

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