Octavio Klimek Alcaraz
Noviembre 19, 2022
La biodiversidad de nuestro mundo está en crisis, y es probable que la pérdida de la biodiversidad se acelere si las modificaciones humanas continúan haciendo que los espacios de vida para la fauna silvestre sean cada vez más inaccesibles. Se estima que al menos 75 por ciento de las tierras del planeta ha sido modificada por humanos. Prácticamente sólo las tierras polares quedan con cierto grado de naturalidad. Frente a este rápido cambio ambiental en el planeta, si no se ordena y se es firme para mitigar los impactos de las presiones humanas en los paisajes, entonces las áreas naturales protegidas podrían terminar como las únicas tierras naturales restantes para sustentar gran parte de la biodiversidad del mundo.
Pero incluso las áreas protegidas tienen deficiencias que hacen que sea poco probable que detengan la pérdida de biodiversidad. Debido a que más del 90 por ciento de todas las áreas naturales terrestres protegidas están integradas en terrenos modificados por el hombre, dichas áreas naturales protegidas se están convirtiendo esencialmente en islas en un mar de usos de la tierra dominados por los humanos que pueden obstaculizar significativamente el movimiento de los animales de la vida silvestre. No sólo se están desconectando unas de otras, sino que muchas áreas naturales terrestres protegidas por sí mismas no son lo suficientemente grandes para abarcar las necesidades del ciclo de vida de muchas especies.
La importancia de la conectividad ecológica queda clara con el ejemplo del mundo animal: durante su ciclo de vida, la gran mayoría de las especies animales tienen que migrar de un lado a otro entre diferentes territorios para satisfacer sus necesidades ecológicas. Los lugares donde encuentran su comida a menudo son diferentes de los lugares donde se reúnen para aparearse o desovar, que a su vez pueden diferir de los lugares donde crían a sus crías o donde pueden encontrar agua de manera confiable. A medida que cambian las estaciones, cambian las condiciones ambientales y las necesidades de las especies, lo que lleva a grandes migraciones de mamíferos, aves, peces o insectos. Necesitan espacios naturales adecuados para ello. También debido al cambio climático, los animales tienen que mudarse a nuevas áreas, ya que sus hábitats anteriores resultan cada vez más inadecuados. Las estructuras hechas por el hombre también se interponen en su camino, y la pérdida de espacios de vida causada por los humanos avanza en paralelo. Es conocido, que el aislamiento de las poblaciones animales interrumpe el flujo de genes y otros procesos ecológicos vitales, poniendo en grave riesgo a las especies, los hábitats y los beneficios que brindan a los humanos.
Por estas razones, investigadores encabezados por la doctora Angela Brennan, de la Universidad de la Columbia Británica de Canada, han realizado un estudio recientemente publicado en la revista Science, que mide cuán aisladas están cada una de las áreas naturales protegidas del mundo entre sí, desde la perspectiva de los mamíferos silvestres en movimiento. También identifican los lugares donde el reducir las presiones humanas sobre el medio ambiente es más importante para mantener el flujo global de mamíferos entre las áreas naturales terrestres protegidas (Brennan, A., Naidoo, R., Greenstreet, L., Mehrabi, Z., Ramankutty, N., & Kremen, C. (2022). Functional connectivity of the world’s protected areas. Science, 376(6597), 1101-1104).
Así, los investigadores se propusieron caracterizar la conectividad “funcional” de las áreas protegidas terrestres del mundo. A diferencia de la conectividad “estructural”, que evalúa qué tan conectados están los elementos del paisaje, la conectividad funcional mide el grado en que los elementos del paisaje realmente contribuyen al movimiento de los animales, las condiciones a lo largo de las rutas seguidas por los mamíferos. Para caracterizar la conectividad funcional, utilizaron un análisis del movimiento de mamíferos en relación con el índice global de la huella humana, que describe los efectos combinados de la infraestructura, uso de la tierra y acceso humano en todo el planeta, y modelaron la resistencia al movimiento en la superficie terrestre del mundo. Para ello, los investigadores evaluaron datos sobre los movimientos de 624 individuos pertenecientes a 48 especies de mamíferos en diversas regiones del mundo. Al incorporar los movimientos de animales observados, su análisis permitió una primera evaluación de la conectividad funcional global, que refleja el flujo previsto de movimiento de mamíferos entre las áreas protegidas del mundo. Luego, utilizando bases de datos mundiales sobre áreas naturales protegidas, aplicaron la teoría de circuitos para modelar la probabilidad neta de que los animales se muevan a través de cada celda de la cuadrícula mientras viajan entre áreas naturales protegidas.
Dos resultados clave surgieron del estudio.
Uno: desarrollan una métrica global para medir la conectividad funcional de las áreas naturales terrestres protegidas de la Tierra, es decir, la conectividad desde la perspectiva de los mamíferos en movimiento. Muestran cómo esta métrica se puede agregar a nivel nacional, de modo que las naciones firmantes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) puedan monitorear su progreso hacia el cumplimiento de los objetivos de conservación global destinados a conectar áreas protegidas. Estos y otros objetivos se actualizarán en diciembre de 2022 en la 15 Conferencia de las Partes para el CDB (Montreal, Canadá), y es probable que guíen la agenda de conservación durante al menos la próxima década.
Dos: mapean las áreas más críticas del mundo para la conectividad (definidas como áreas de importancia mundial de movimientos concentrados de animales), en donde resulta que el 72 por ciento se superponen con áreas prioritarias de conservación global previamente identificadas; dos tercios de estas áreas están desprotegidas, con un 6 por ciento en tierras con modificaciones humanas moderadas a altas y un 23 por ciento en tierras aptas para una futura expansión agrícola. Si estas áreas se desarrollan o se interrumpen de otra manera, la conectividad entre las áreas naturales protegidas podría disminuir o perderse. Así, mapas de áreas críticas de conectividad se puede incorporar a los planes de conservación para capturar una dimensión vital de la biodiversidad que no se había considerado previamente en las prioridades globales de conservación.
Sin embargo, las protecciones formales de la tierra no son la única forma de preservar la conectividad. Uno de sus resultados es que, a nivel nacional, mitigar las presiones humanas sobre el medio ambiente era dos veces más importante para la conectividad de las áreas protegidas que el tamaño de la superficie del área natural protegida de un país, aunque unidas se maximizan los beneficios. En promedio, una reducción del 50 por ciento en la huella humana, disminuiría el aislamiento de las áreas protegidas nacionales en un 24 por ciento, mientras que un aumento del 50 por ciento en la cobertura de áreas naturales protegidas disminuiría el aislamiento de áreas protegidas nacionales en solo un 11 por ciento. Sin embargo, utilizar ambas estrategias en combinación tiene el mayor beneficio, ya que reduce el aislamiento de las áreas protegidas en un 42 por ciento. Estos resultados sugieren que en especial conservar y restaurar los hábitats naturales dentro de las tierras agrícolas, eliminar las cercas, construir pasos elevados o subterráneos en las autopistas y restaurar las vías verdes y otros escalones entre las áreas naturales protegidas, así como otras prácticas favorables de manejo de la tierra, mejoran las condiciones de los paisajes antropogénicos para el movimiento de animales y complementa de manera esencial los esfuerzos formales de protección para mejorar la conectividad.
Otro hallazgo, respecto al aislamiento de las áreas protegidas terrestres del mundo, medido por la resistencia efectiva al movimiento de los mamíferos, es que las áreas protegidas más conectadas son aquellas categorizadas como áreas silvestres (es decir, categoría Ib de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) y aquellas que ocurren dentro de los biomas más intactos (bosque boreal y tundra), mientras que las áreas protegidas más aisladas ocurren en los manglares (un bioma en peligro crítico con pocas áreas protegidas).
Además, el estudio presenta un nuevo índice que mide qué tan conectadas están cada una de las áreas protegidas del mundo por país, el denominado índice de aislamiento de áreas protegidas. En general, se encuentra que Groenlandia, Guyana, Canadá o Egipto presentan un valor bastante bajo en el índice (una alta conectividad), en tanto que Líbano, Puerto Rico, Haití, Palestina o Bangladés tienen los índices más altos (países más aislados o desconectados). México es un país de rango medio en dicho índice.
En conclusión, la interconexión de la naturaleza se está perdiendo en forma creciente. Mantener o restaurar las redes ecológicas es una de las principales tareas de nuestro tiempo. Para ilustrar el problema, piense en el espacio verde o parque más cercano en una ciudad importante. Lo más probable es que sea una isla verde aislada en un mar de infraestructura hecha por el ser humano que no es adecuada para la existencia continua de toda la gama de especies animales y vegetales. Esto es exactamente lo que está sucediendo con los espacios naturales restantes a escala global a medida que más y más tierra se convierte o sella para alimentos, materias primas y otros fines. Se requiere cambiar el rumbo.