EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Confesiones políticas

Florencio Salazar

Abril 14, 2022

Observa con quien se relaciona cada uno pues a los hombres se les conoce por quienes van con ellos.
Cardenal Mazarino.

Los políticos retirados trasmiten con cierta facilidad sus experiencias. Todo el halo de discreción y hasta misterio se rompe frente a una taza de café o durante el momento apropiado de una conversación. Por supuesto, para tener las respuestas adecuadas hay que hacer las preguntas correctas y estas preguntas no se pueden soltar así nomás; deben ser oportunas en un contexto de cordialidad.
Cuando era presidente municipal me llamó el gobernador José Francisco Ruiz Massieu y me dijo que al día siguiente llegaría a Chilpancingo el profesor Enrique Olivares Santana, ex secretario de Gobernación, quien se hospedaría en el hotel Jacarandas. El profesor Olivares cada año salía con sus nietos a recorrer una ruta histórica del país. En esa oportunidad escogió Iguala, Chilpancingo, Tixtla y Acapulco. En virtud de que él –Ruiz Massieu– estaría en la Ciudad de México, me encargó recibirlo y atenderlo.
Llegó a media tarde el distinguido visitante y después de instalarlo en el hotel, convenimos en desayunar al día siguiente. Posteriormente, los Olivares saldrían a Tixtla. Para buena suerte mía los siguientes dos días –las 48 horas continuas– en Chilpancingo cayó un diluvió. Don Enrique permaneció en el hotel y lo acompañé, salvo en las horas de la comida y la cena. Platicamos de cuando fue gobernador de Aguascalientes, líder del Senado de la República, director de Banobras y secretario de Gobernación.
Fue un político experimentado de adusta personalidad. Atento, la conversación fluyó cordialmente. Al maestro Olivares lo conocí por tres hechos, que no comenté con él. Por su hijo Héctor Hugo, amigos desde la juventud; él era director juvenil del PRI en la Ciudad de México y yo en Guerrero. Luego, el oficial mayor de Gobernación Abraham Talavera, de quien era asesor, y que me comisionó por unos meses para trabajar en la oficina de agenda del secretario Olivares Santana. Y por los medios cuando con una comisión de senadores realizó una gira por Tierra Caliente con el gobernador Caritino Maldonado.
El Jefe Cari había sido activo partidario de Emilio Martínez Manautou. El arribo de Luis Echeverría a la Presidencia de la República lo había colocado en una situación política complicada. La gira del senador Olivares Santana había sido alentadora para el gobernador Maldonado Pérez, quien –comentó el escritor Juan R. Campuzano– estaba eufórico al despedir a los legisladores. Posteriormente, el Jefe Cari tomaría el helicóptero en Ciudad Altamirano con los presidentes de los poderes Legislativo y Judicial del estado. Una racha de viento azotó al aparato contra el cerro Miraval, pereciendo todos sus ocupantes. La tragedia ocurrió el 17 de abril de 1971.
El día que destaparon a Luis Echeverría, nos reunimos en el domicilio del entonces diputado federal Eusebio Mendoza: el ingeniero Rubén Figueroa Figueroa, el licenciado Israel Nogueda Otero, alcalde de Acapulco y yo, director estatal juvenil del PRI. Don Rubén preparó la caravana de priistas guerrerenses que iría a Bucareli a saludar al inminente candidato presidencial. Como a las siete de la noche, los cuatro salimos hacia el despacho del gobernador. Yo esperé en la antesala. No había compañía en los siempre ocupados sillones; y como la puerta del despacho era de madera con cristales tallados, escuché perfectamente la conversación:
–Cari, te venimos a invitar para que nos acompañes a saludar mañana a nuestro candidato Echeverría.
–No, Rubén, –contestó el gobernador– a mí no me vienen a invitar. Yo voy a encabezar la salutación.
–Cari, tú sabes cómo se dieron aquí las cosas. Nosotros te invitamos para que nos acompañes.
–Al gobernador no se le invita. El gobernador es el jefe del PRI y encabeza la salutación a nuestro candidato Luis Echeverría.
Como ninguno de los dos cedía, el Jefe Cari marcó el teléfono. Oí como discaba el aparato.
–Luisito, aquí está conmigo nuestro amigo Rubén Figueroa, con el diputado Mendoza y el alcalde de Acapulco, que no sé que hace fuera de su base. Me vienen a invitar para que acompañe la caravana que mañana irá a Bucareli para ofrecerte el apoyo de los guerrerenses. Le digo a nuestro amigo Rubén que al gobernador no se le invita; el gobernador encabeza la caravana.
Algo le dijo Luis Echeverría al Jefe Cari.
–Rubén, te habla Luisito –y le pasó el teléfono.
Al día siguiente salimos en autobuses a saludar a don Luis, encabezados por el Jefe Cari.
La tarde del último día de visita de don Enrique Olivares Santana, le pregunté cómo había ocurrido su designación en Gobernación, el 17 de mayo de 1979. Su respuesta: “Como a las dos de la tarde por la red me citaron en Los Pinos con urgencia. Siempre tengo preparado mi acuerdo para aprovechar cualquier oportunidad con el Presidente de la República. Tomé mi carpeta y salí de Banobras. Al llegar a la sala Miguel Alemán ya se encontraban Jesús Reyes Heroles, Rodolfo Moctezuma Cid, Santiago Roel, Carlos Tello Macías, Miguel de la Madrid, Jorge Castañeda y David Ibarra. Todos platicaban amigablemente, hacían bromas. Nadie sabía de qué se trataba la reunión”. De pronto se abrieron las puertas corredizas y el presidente sujetándose de las manijas de cada una de ellas, dijo: “Por el bien de la República he decidido aceptar sus renuncias como secretarios. Enrique, como secretario de Gobernación, encárgate de dar posesión a los nuevos titulares. Buenas tardes”. Y se retiró. José López Portillo, en dos minutos, despidió a cuatro secretarios y nombró a sus relevos.
Para poder interactuar con personas relevantes se debe tener conocimiento de los asuntos en los cuales han destacado, de la historia del país y de todo lo que implica una conversación útil para que sea atractiva. Ruiz Massieu ha dicho: “La política tiene la calidad de sus políticos”. Quien quiera dedicarse a este complejo y apasionante oficio no puede ser una persona mediocre e inculta. El político que trasciende es el político que se prepara. Y eso hace la diferencia en las conversaciones.