EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Construyendo una estrategia de sustentabilidad

Silvestre Pacheco León

Noviembre 19, 2005

Zihuatanejo de Azueta es un municipio que con apenas 53 años de su erección forma parte de los cinco más importantes del estado y constituye uno de los vértices del llamado Triángulo del Sol guerrerense, junto con Acapulco y Taxco.

El puerto de Zihuatanejo, con más de 100 mil habitantes, concentra en su cabecera las dos terceras partes de la población municipal cuya vida, de un modo o de otro, gira en torno a las actividades turísticas que genera el medio millón de visitantes que recibe cada año.

El crecimiento vertiginoso de su población que en la década de los ochenta llegó a los dos dígitos, no fue una sorpresa para sus planeadores, aún así, acumuló los más grandes rezagos en infraestructura y equipamiento urbano, al grado que si Ixtapa se asemeja con desarrollos del primer mundo, las colonias de la periferia en Zihuatanejo son ejemplo del tercero.

Por ello no tiene que ser novedad el hecho de que aquí como en Acapulco se vean los más grandes contrastes de opulencia y miseria, con el cúmulo de males propios de las zonas turísticas desarrolladas bajo el atrasado concepto de “lo moderno”, empobrecedor de su entorno.

En la ciudad, la basura, la contaminación de la bahía, el crecimiento urbano desordenado así como la inseguridad, la prostitución, la delincuencia, el alcoholismo y la drogadicción, son males que crecen.

De cara al campo, lo que nadie niega es el evidente y creciente deterioro ambiental y de los recursos naturales. El saqueo de los ríos, la venta clandestina de madera, animales y plantas; la explotación de la mano de obra campesina y el intercambio desigual de sus productos que lo empobrecen.

El turismo, ante la falta de políticas que lo aprovechen, acelera con sus demandas la destrucción de lo biodiverso y el entramado social campirano.

La cuenca del río Ixtapa cuyo tributo ecológico sirve al desarrollo turístico en la franja costera, y que comprende los ejidos de Real de Guadalupe, Vallecitos de Zaragoza, La Laja, Barranca de la Bandera, Chaveta y Las Ollas, está considerada por las autoridades medioambientales como una zona en peligro, dado su deterioro ambiental, sin embargo y a pesar de su papel estratégico en la sustentabilidad del turismo, carece de la atención oficial.

En este panorama y con la idea de actuar desde la postura ambiental para detener el deterioro y mejorar la calidad de vida en el medio rural, desde el año pasado tanto la Red para el Desarrollo Sostenible de México, dirigida por el Maestro en Ciencias, Carlos Toledo, junto con la organización ambientalista local, SOS Bahía, que preside el arquitecto Oscar Igor Gutiérrez, se dieron a la tarea de promover en los ejidos de esa cuenca, su participación en el proyecto de Conservación de la Biodiversidad (Coinbio) que se financia con recursos del Fondo Mundial Ambiental para ejidos y comunidades de los estados de Guerrero, Michoacán y Oaxaca, cuyo propósito fundamental consiste en apoyar iniciativas locales de conservación.

Seis ejidos del municipio, cuyo territorio suma casi 50 mil hectáreas, representando la cuarta parte del municipio, se interesaron en participar en el proyecto para levantar un inventario de los recursos biológicos que poseen y para conocer el impacto que provoca el aprovechamiento que ahora realizan, buscando fomentar la conservación.

El método de trabajo seguido para el estudio que realizaron miembros de estas dos ONGs, implicó dinamizar la vida ejidal haciendo más frecuentes las asambleas generales a través de las cuales los ejidatarios le han dado seguimiento al proyecto.

Se integró un equipo de diez técnicos ejidales capacitados y pagados con recursos del Coinbio, los cuales fueron responsables de inventariar plantas, mamíferos, insectos, reptiles, anfibios y aves.

Se encontraron 652 especies de plantas vasculares, 422 de aves, 95 de mamíferos, cuatro de anfibios y 35 de reptiles. Si se comparan estos datos con el inventario que la Conabio realizó en el estado en 1998, tenemos que el inventario levantado en el municipio las plantas equivalen al 24 por ciento, las aves al 89 por ciento, los mamíferos al 76 por ciento, los anfibios al 9 por ciento y los reptiles al 32.

El estudio permitió constatar la importancia que tiene la biodiversidad del municipio en estos seis ejidos dentro del ámbito regional. Se conoció la presencia de especies endémicas y protegidas como el oso hormiguero (Tamandua mexicana), las amenazadas como la iguana negra (Ctenosaura pectinata), las sujetas a protección especial como la serpiente coralillo (serpentes elaphidaes), y en peligro de extinción como la guacamaya verde (Ara militaris), pero también las que por su cuantía y calidad tienen alto potencial de aprovechamiento sustentable y representan posibilidades de ingresos económicos como las guacamayas, loros y pericos; las chachalacas, codornices y palomas; los venados, conejos, armadillos y jabalíes.

Cualquiera se puede imaginar que el origen de tal biodiversidad da lugar a paisajes naturales poco vistos, con diferentes climas. Hay muchas especies de plantas que son alimenticias, otras medicinales. Las hay forrajeras, insecticidas, para leña y maderables.

Muchas de las especies de vertebrados son también alimento para humanos, otras tienen potencial comercial como mascotas o para actividades cinegéticas.

De todas estas especies, 13 plantas, 13 aves, 20 mamíferos, 15 reptiles y los cuatro anfibios registrados, están incluidas en la lista roja de especies amenazadas de acuerdo a la norma 059.

Los datos anteriores también nos indican que una enorme riqueza biológica está siendo destruida en la sierra por falta de atención oficial frente al mercado potencial que crece a sus pies, cuyas dimensiones los lugareños jamás imaginaron.

A partir del presente mes se está entregando en asamblea de los ejidos el resultado del trabajo cuya presentación ha dado pie a un mayor conocimiento sobre sus recursos ejidales y a la elaboración de propuestas interesantes surgidas de los propios ejidatarios que abren la posibilidad para un aprovechamiento sustentable.

También ha quedado claro para todos que la ganadería además de ser la principal actividad económica en el campo es la más depredadora del medio rural.

La tumba, roza y quema de donde nacen los incendios que anualmente arrasan selvas y bosques, son prácticas que giran en torno a la ganadería extensiva, actividad que reclama el establecimiento anual de nuevos potreros, pues otros cultivos como el maíz de temporal han quedado sólo en la memoria de los campesinos, desde que la tecnocracia optó por la importación del grano para suprimir los subsidios al campo.

Aún así, la ganadería en la sierra no es una actividad rentable, ni el medio está hecho para esa práctica, sin embargo los campesinos se aferran a ella porque eso es lo que saben hacer y para ello están hechos los subsidios que el gobierno canaliza para los campesinos.

Claro que ni el proyecto Coinbio ni los campesinos han optado por suprimir la ganadería, pues sería suicidio hacerlo sin tener una alternativa. De ahí que ahora se discuta la posibilidad de hacerla intensiva y rentable. Esa es la pieza clave en la estrategia de parar la deforestación en los ejidos. Se trata de que el campesino obtenga mayores beneficios económicos de su hato ganadero mejorando sus prácticas.

Junto a eso, se trata de aprovechar los recursos biológicos diversos, valorizándolos adecuadamente para atenuar su explotación clandestina e irracional, accediendo al mercado potencial del turismo como organización ejidal.