EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Crisis política y posibilidad de cambio

Eduardo Pérez Haro

Enero 10, 2017

Para Jorge Basave.

El presidente Enrique Peña Nieto nunca calculó la fuerza del impacto de su determinación de incrementar el precio de la gasolina. Como siempre, pensó en el imperativo de su subordinación al ordenamiento del poder externo, de solventar los apremios de su poder en el gobierno y de recargar el costo de su pobre condición y suprema soberbia sobre la vida de los gobernados, nosotros los mexicanos de a pie y con carro, sólo echó mano de su escaso ingenio y repitió la treta de hacerlo mientras nos distraíamos en las fiestas de la temporada decembrina. Pero nada, la noticia caló en más de cuatro y en un santiamén se difuminó por las redes sociales provocando preocupación, alarma y encono, tras la acumulación de felonía política por el acto repetido de medidas contrarias a promesas, compromisos explícitos y expectativas creadas ante la población nacional. El México que, un mes antes de los sucesos de Ayotzinapa, pregonó (en artículo suscrito y publicado en el periódico español El País) como un país transformado, con plenos derechos y enrielado en una perspectiva de progreso para todos, se ha convertido en una historia trágica, marcada por la frivolidad, la corrupción y el despotismo. Líder de un Estado fallido. Y lo más grave, el presidente no entiende que no entiende.
Me asusta el paralelismo de Alonso Prida con Enrique Peña Nieto, pues el primero sucumbe ante el exacerbado crecimiento de los poderes sueltos que le significan una lucha enconada de los suspirantes por el poder inscrito en la sucesión del 2018 y en donde las limitaciones del presidente se le vuelven contra sí como debilidad política y de gobierno con riesgos funestos ante el crimen organizado, de dentro y de fuera del sector oficial, con especial oportunismo en el acecho de las fuerzas armadas. Sí, efectivamente estoy hablando de la trama proveniente de la trilogía novelística de Jorge Zepeda Patterson en la que se describe con singular hiperrealismo la perversa futilidad de los políticos profesionales en el criminal entramado del poder político en México, la única diferencia y eventual ventaja respecto de la novela, es que el 2018 apenas está por venir y que si bien en la novela no aparecen las sociedades de base como actor protagónico, en nuestra realidad inmediata ya se están haciendo presentes y podrían hacer la diferencia.
Efectivamente, la debilidad del Presidente traza una perspectiva distinta por la ausencia o la presencia de la sociedad nacional en el repertorio de los actores del poder y de la trama histórica. En su ausencia todo queda expuesto a lucha descarnada de los poderes fácticos (grupos económicos de dentro y de fuera, partidos políticos de la partidocracia, fuerzas armadas y grupos políticos del propio aparato de gobierno, gremios empresariales y de trabajadores sometidos a la égida de dirigentes adulterados, cacicazgos y mafias del crimen organizado), en presencia de las sociedad de base como sectores, segmentos y colectivos sociales ningún poder puede irse por la libre y la sociedad nacional puede ser definitoria del trazo y los desempeños del poder político, aunque depende de su grado de organicidad, altura de miras y calidad de sus acciones con determinados liderazgos.
La circunstancia del poder político en México es producto de una crisis y degradación del propio sistema político que al paso de los años nos ha puesto lejos de la transición a la democracia, si acaso, nos arroja en el más suave cuestionamiento al “carnaval dizque democrático” que refiere Rolando Cordera. Amén de las insuficiencias personales del presidente Peña subyace una crisis del presidencialismo que entre otros factores entraña la pérdida del otrora poder corporativo que se acompañó de un entorno de confrontación y auge, tras el reordenamiento de las potencias hegemónicas (1935-1965, marcado sí por el preludio de la Segunda Guerra Mundial, su desenlace y la fase de recuperación-expansión que fue considerada la época de oro del capitalismo) y su aprovechamiento en el desarrollo interno. Empero hoy el mundo es otro, México es otro y el sistema político en México es otro. El mundo global está en declive y así lo advierte la crisis en Japón y Europa, y el empantanamiento de Estados Unidos a la par de las mitigaciones y dificultades económico-financieras en los países emergentes (BRICS), que se disponen a ensayar cambios de estrategias sobre la base de apuntalar sus desarrollos hacia adentro, independientemente de las severas implicaciones que ello tiene sobre las economías dependientes como la de nuestro país.
México es otro y su sistema político es otro, y prueba de ello es la estupidez del gasolinazo. Una medida que se explica por las debilidades productivas y financieras de la empresa baluarte del desarrollo nacional y manifestación elocuente del fracaso de la mejor idea del régimen de Peña-Videgaray, la reforma energética, forma y contenido de un esquema subordinado a los ya rebasados preceptos del Consenso de Washingnton y las desesperadas maniobras de la burocracia financiera prefigurada en su cúspide por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Banco Internacional de Pagos que en la reunión del pasado 7 de octubre recibieron a José Antonio Meade para darle una palmada en la espalda y la orden de frenar el acelerado endeudamiento de los últimos cuatro años, ampliar y profundizar el ahorro en el gasto público y, puntualmente, eliminar los subsidios a la energía, donde se les hizo fácil agregar un gravamen para resarcir el debilitamiento de los ingresos del gobierno derivado de la crisis de Pemex dentro de una disminución progresiva del ritmo de crecimiento económico. Dificultades ambas que, acentuadas por el régimen actual, tienen su fundamento en la incomprensión de los cambios en el capitalismo mundial en las últimas décadas y las formas unilaterales de anclar a México a esos cambios segregando a la sociedad nacional y al país, a cambio de los exitosos negocios de un puñado de empresas y de hacerse del negocio de gobierno en que han convertido el papel del Estado.
La reacción de la gente responde al desmedido tamaño del golpe que representa el gasolinazo para la muy lastimada economía de las familias, incluso de las empresas cuando no se trata de los meganegocios financieros, pero sobre todo a la indisposición de agravar una vida lastimada por el ya largo y creciente deterioro de los servicios, la inseguridad y la incertidumbre que corroe día a día, pero más aún, responde al hartazgo frente a la impunidad con la que se decide sin consulta alguna, sin consideración que no sea la inercia de cuidar a los exitosos de siempre, atropellando la condición del trabajo, de ingreso y de vida de los más, haciendo gala de su ignorancia, insensibilidad y despotismo, como si México fuera Atlacomulco.
No obstante, después de la reacción primaria que fue contaminada por la manipulación de redes y la filtración de halcones como se ha evidenciado y denunciado por muchos medios, se perfila una movilización amplia en la que se integran nuevos sectores, actores, segmentos y colectivos sociales con posibilidades que aún están en proceso, pero no lejos de sumar y articular una convocatoria y dirigencia coordinada capaz de modificar el gasolinazo a cambio de un gravamen a las poderosas ganancias del sector financiero como medida inmediata, y trazar los siete puntos para el desarrollo nacional con el cual salirle al paso a la crisis global y los cambios en el nuevo régimen proteccionista de Estados Unidos, así como proveer la vigilancia social que se debe comprometer para asegurar la limpieza de los procesos electorales de este y el próximo año como a la vez, ocasión para acotar al próximo gobernante y hacer avanzar una correlación de fuerzas hacia el mediano plazo que se requiere como tiempo mínimo para hacer girar la rueda de la historia de México con un sentido inequívoco de correspondencia social como sustancia del progreso y con las exigencias del mundo inscrito en las más serias dificultades de la historia contemporánea.

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