EL-SUR

Sábado 22 de Marzo de 2025

Guerrero, México

Opinión

Crónicas del pasado / 11 y última

Anituy Rebolledo Ayerdi

Agosto 29, 2019

Un tsunami en Acapulco,
segunda parte
Palma Sola, 07:16 horas

Los habitantes de Palma Sola asisten asombrados a una fuga masiva de animales buscando escondite desesperadamente. Perros, gatos, caballos de calandrias, cerdos, ratas, iguanas y aves detectan el zumbido sordo del sismo anticipando lo que venía a continuación. Ni uno solo quedó en las partes bajas del puerto.

Costera Miguel Alemán, 07:20 horas

El sismo sacudió inmisericorde a la desprevenida geografía costeña. Algunos de los edificios y casas más débiles se derrumbaron y centenares de metros cuadrados de cristales se convirtieron en añicos. Con su instintiva y ancestral preparación, los costeños habían salido corriendo de los edificios apenas oyeron el zumbido profundo que antecede a los temblores en Acapulco. No bien se habían repuesto del susto cuando llegó el complemento de la tragedia.
Sólo tres de las 30 bocinas del sistema anti-tsunami, colocadas a lo largo de las partes bajas de puerto, lanzan al aire su prolongado y temido alarido. La gente cercana volteaba a verse con gesto de incredulidad, ellos que las consideraban inútiles.
Primero hubo problemas por su costo. La compañía Tsunami Max SA, contratada por una administración municipal, había hecho un pésimo trabajo a un costo exorbitante. Luego las retiró alegando que los pagos no llegaban con suficiente regularidad. A continuación resultó que su funcionamiento dependía de servidores que se encontraban en el extranjero. Ya después de instaladas las bocinas hubo varias falsas alarmas, robos y vandalismo. De hecho, la mayor parte de las bocinas formaban parte ya de las “bazookas” en los estéreos estridentes de los siempre incontrolables autobuses urbanos de Acapulco.
Para colmo, la multimillonaria boya para detección de tsunamis colocada en el fondo del mar, enlazada con satélites de todo el mundo para dar un aviso temprano, había sido robada y se encontraba flotando como inútil trofeo en la pileta de agua de alguna vecindad del Parque Nacional El Veladero. Unos niños jugaban con ella tirándole piedritas en lo que llegaba la hora del almuerzo.

Océano Pacífico: mil 220 kilómetros de la costa de Acapulco, 07:30 horas

La ola gigante ya había alcanzado el máximo de velocidad de desplazamiento, la cual era apenas menor que la de un jet comercial de la actualidad. Aún cuando por su altura no se distinguía mucho de sus hermanas producidas por el viento, su longitud era de más de tres kilómetros y tragaba distancia con una rapidez espeluznante. Se dirigía hacia el Este con una energía almacenada equivalente a varias bombas nucleares. Pasó bajo un barco de carga en ruta hacia Los Ángeles, California, sin siquiera notarlo sus tripulantes.

Zócalo de Acapulco, 08:00 horas

La noticia transmitida hacia minutos por televisión se había difundido de boca en boca como reguero de pólvora. Multitudes en pánico corrían sin concierto por las estrechas calles del puerto. ¡Un tsunami viene hacia Acapulco!
Los camiones urbanos hacían chuza inmisericorde contra las personas que se atravesaban en su camino, mientras que la tarifa de los taxis por dejada a las partes altas había alcanzado las cantidades estratosféricas de 500 y mil pesos. Padres enloquecidos salían de sus trabajos hacia las escuelas en busca de sus hijos. La radio transmitía tranquilizadores mensajes oficiales en español y en inglés para el turismo, leídos con una voz femenina serena y conocedora. Se temía dañar la imagen turística del puerto, contrarrestada con la propaganda ociosa de “hable bien de Acapulco”.

Escuela en la zona baja del puerto, 08:45

La maestra, nerviosa pero teniendo que mostrar ante sus alumnos una confianza que no sentía, organizaba y daba instrucciones a sus niños de acuerdo con las directivas marcadas por las brigadas de Protección Civil. Los simulacros anti tsunami se habían puesto de moda después de un evento similar ocurrido tiempo atrás en el océano Indico.
La maestra recorrió con su mirada una vez más las cuarenta caritas asustadas pero sonriendo nerviosamente. Los chamacos, vistiendo flotis anaranjados con el logo del Ayuntamiento en sus brazos, se había subidos a su butacas y se apretaban sus naricitas para no respirar agua. Ella a su vez apretó con fuerza un crucifijo que llevaba en su pecho y se encomendó al Altísimo mientras pensaba con desesperación que no hacía lo suficiente por los niños a su cuidado.

Océano Pacífico, 150 kilómetros de la costa de Acapulco, 09:00 horas

La gigantesca ola comenzó a “sentir” fondo y se empezó a frenar. Su velocidad de desplazamiento se redujo de 700 kilómetros por hora a sólo 200, pero al mismo tiempo su altura se incrementó. Dos, cuatro, seis metros. Y de ahí hasta los nueve.
El agua en las playas se había retirado para alimentar al hambriento gigante que venía devorando kilómetros cúbicos de agua a su alrededor para aumentar su talla y hacerla descomunal. El nivel de agua en la bahía bajó varios metros. Quedaron descubiertas rocas que solo eran conocidas por los buceadores y las embarcaciones volcaron sobre sus costados al perder el sostén del agua que las hacía flotar. La corona de la Reina de los Mares, sumergida en La Yerbabuena, se acercó peligrosamente a la superficie.
El furibundo capitán de un gigantesco crucero extranjero, atascado en el lodo de la terminal marítima, reclamaba vía telefónica al capitán de Puerto que no le hubiera avisado a tiempo lo que pasaba. Su secretaria, que oía la amarga perorata por el speaker del teléfono, desvió la mirada pensando para sus adentros que era solo “una mancha más al tigre”.
El gobernador y el alcalde, con el mismo rancio ánimo de sostener lo insostenible, en un gesto fanfarrón y absurdo dirigido a los medios, tomaron un apresurado baño mañanero en la playa Tamarindos. Ahí lucieron sus adiposidades con el dudoso objetivo de evitar que se deteriorara la ya de por sí magullada imagen turística del puerto. Días después se rescató una película de los dos políticos lanzando mentadas de madre encubiertas con sonrisas hipócritas

Bahía de Acapulco, 09:15 horas

La ola cruza La Bocana estrellando una buena parte de su fuerza descomunal contra los acantilados de Punta Diamante, Punta Bruja, La Roqueta y la Península de Las Playas, cubriendo por completo las rocas del islote de La Yerbabuena. La espuma llegó a mojar las palmeras que crecen al borde la zona rocosa y no pocas fueron arrancadas de cuajo.
Un segmento de la ola gigante entra como centella al interior del vaso de la bahía y al desparramarse disminuye su altura en un par de metros. En pocos segundos alcanza la zona de playas y se interna en la ciudad arrastrando consigo a gente, carros, árboles y embarcaciones en una mescolanza que rueda machacando los edificios de la zona Centro. Poco a poco frena su acometida y la muralla de más de un kilómetro de largo rebasa las avenidas Costera y Cuauhtémoc llegando al borde mismo de las colonias de la zona media de la ciudad. El Centro, Las Playas, Hornos, Magallanes, Costa Azul y otras se encuentran bajo las aguas.
Puerto Marqués se hermanó con un puente de agua con el Revolcadero, la laguna de Tres Palos y la Zona Diamante. La laguna de Coyuca se ayuntó en violento abrazo con la ola impetuosa que abrió una barra a todo lo largo del margen lacustre.

Acapulco Diamante, 09:16 horas

La furia del tsunami se dirigió implacable a la zona de mayor desarrollo en el estado. Una mole de ocho metros de altura y casi dos kilómetros de longitud pasó sin dificultad por encima de la zona más exclusiva de Acapulco. Sin grandes trabajos llegó hasta la laguna de Tres Palos, anegando en su violenta acometida los pueblos de su margen norteño. En segundos se vinieron abajo años de esfuerzo y millones de dólares de inversión, con la confianza de que aquí nunca se había producido un fenómeno de tal naturaleza. Igual que los acapulqueños, los inversionistas se habían equivocado.

Centro de comando de operaciones de rescate del Tsunami en Acapulco, 14:00 horas

Mensaje al resto del mundo: “Se confirma un tsunami sobre las costas del estado de Guerrero. El sistema de alerta sísmica y de tsunamis operó dentro de lo mínimo esperado”. Se reporta también que, por desgracia, la ciudad y su gente no pudo reaccionar adecuadamente aun cuando fue avisada con anticipación.
Meses después, con toda la solemnidad de que requería la ceremonia, se colocó una mojonera de modelo luctuoso recordando “para siempre” la fecha nefasta, al mismo tiempo que indicaba el nuevo alcance de la zona federal marítimo terrestre de Acapulco. Quince días más tarde, todo se empezó a sumergir en el tsunami del olvido.

Nota 1: Con el objeto de poder contar con suficiente tiempo para desarrollar la historia, la distancia a la que se generó el tsunami se fijó de manera forzada en mil 400 kilómetros. Realmente la Trinchera de Acapulco se encuentra a tan sólo 160 kilómetros del puerto, lo cual reduce el tiempo de viaje de la onda a sólo 10 minutos.

Nota 2: Los habitantes de la costa deben contar con su propio plan familiar de respuesta anti tsunami, buscando protección en las partes altas más cercanas (los edificios no cuentan) a los lugares frecuentadas cotidianamente por todos los miembros de la familia.

Colofón

Después de todo no debemos preocuparnos demasiado por tan mortíferos y devastadores eventos geológicos. No hay duda de que más mexicanos morirán en un futuro próximo abatidos por balas de grueso calibre, en los clásicos y frecuentes “daños colaterales”

¿Qué hacer ante un tsunami?

Si vive en la costa y siente un terremoto que agriete los muros, es posible que dentro de 20 minutos siguientes sobrevenga un tsunami.
Ante la alerta de un tsunami, ubíquese en una zona alta de al menos 30 metros sobre el nivel del mar.
La primera señal de un tsunami es el recogimiento del mar dejando secas grandes extensiones del fondo marino. Corra y no se detenga hasta una zona elevada, el tsunami llegará con una velocidad de más de 100 kilómetros por hora.
Si usted se encuentra en una embarcación, diríjase mar adentro. El tsunami es destructivo únicamente cerca de la costa. De hecho, a unos cinco kilómetros de la costa usted estará seguro.
El tsunami puede tener diez o más olas destructivas en 12 horas, procure tener a manos ropa de abrigo especialmente para los niños.
Tenga instruida a la familia sobre la ruta de huida y lugar de reunión posterior.
Procure tener aparato de radio portátil, con pilas secas, para mantenerse informado.

Bibliografía

w Ingeniero politécnico Hugo Arizmendi Herrera, asesor.
w Vito Alessio Robles, Acapulco en la Historia y la Leyenda, Botas, 1946.
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w Tomás Dorestes, Terremotos en México y el mundo, Panorama, 1989.
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w Gemelli Carreri, Viaje por la Nueva España, Porrúa, 1983.
w Miguel Izaguirre Mendoza, Sismos y terremotos, Universidad de Guanajuato, 1979.
w Internet.