Humberto Musacchio
Agosto 04, 2016
La situación era mala, pero ahora es peor. Ante el conflicto magisterial, las autoridades estaban empeñadas en seguir una doble vía: por un lado, negociar para ganar tiempo y, por otro, reprimir dosificadamente, encarcelar dirigentes y, como en Nochixtlán, sencillamente matar, todo con el fin de medirle el agua a los tamales en espera de que se presentara el momento oportuno para golpear en forma generalizada a los profesores e imponer la “reforma educativa”. Pero el escenario ya se les descompuso.
Todo mundo, en primerísimo lugar la CNTE, reconoce la necesidad de realizar profundos cambios en el sistema educativo. Pero la llamada reforma se aprobó a espaldas y contra el interés de profesores y en perjuicio de la educación popular, de modo que la única manera de resolver el conflicto era y es dando marcha atrás para consensuar una verdadera reforma, no al gusto de los organismos financieros internacionales, sino del pueblo mexicano que paga por la enseñanza.
Para desgracia nuestra, se optó por el camino de aprobar al vapor los cambios constitucionales y legales. En el cochupo intervinieron el PRI, el PAN y el PRD y los diputados y senadores jugaron el vergonzoso papel de meros amanuenses, indignos levantadedos que, como acostumbran, no pensaron en el serio perjuicio que acarrearía al país su irresponsabilidad, como lo demuestra el carácter fallido de la reforma energética, que no cumplió con la promesa de abaratar combustibles y electricidad, pero sí privó a la nación de un patrimonio que difícilmente será recuperable.
En el caso de la llamada reforma educativa, como era de esperarse, se suscitó una fuerte oposición magisterial, no sólo de las secciones que forman parte de la CNTE, sino incluso de muchos núcleos de profesores tradicionalmente sometidos al sindicalismo oficialesco. El movimiento magisterial ya no es exclusivo de los maestros que tienen más de 30 años levantados en defensa de la educación popular, ahora son cientos de miles los mentores que han salido a la calle a manifestarse contra la reforma del gobierno federal y sus partidos.
Por supuesto, cuando un movimiento involucra a cientos de miles de ciudadanos, ya no puede decirse que esa fuerza es una más, como se empeña en descalificarla el señor Aurelio Nuño, quien insulta y difama a los maestros acusándolos de pugnar por la privatización de la enseñanza y de mantener “la herencia y venta de plazas”, que fue un beneficio urdido desde el poder para la charrería del SNTE, a cambio, claro, del control laboral y electoral de los profesores.
La SEP pretende impulsar la seudorreforma actual echando mano de los métodos de siempre: concesiones a los líderes charros y una feroz campaña de desprestigio contra el magisterio que resiste, al que se ha sometido a muy diversas prácticas, desde los intentos de cooptación hasta los más variados mecanismos represivos. Nada nuevo, pero los resultados han sido magros, estériles. Los profesores “evaluados” son un pequeñísimo porcentaje del total.
Pero ni siquiera tan monumental fracaso ha sido capaz de modificar la estrategia gubernamental y las consecuencias están a la vista. Un conflicto que pudo evitarse si la reforma se hubiera realizado por consenso, es hoy un serio obstáculo para las actividades productivas. De acuerdo con su estrecha visión de las relaciones laborales, la Concanaco y la Coparmex exigen terminar de la manera que sea y a cualquier precio con el movimiento magisterial y hasta amenazan con emprender acciones legales contra los educadores, lo que no es extraño, y también contra los tres órdenes de gobierno.
Por supuesto, es irresponsable la demanda de aplastar el movimiento, pues las consecuencias son incalculables. Anunciar recursos legales tampoco tiene mayor importancia, pues en estos casos –y en otros– es conocida la inoperancia del Poder Judicial. Acusar al Poder Legislativo resultará estéril, pues no tiene consecuencias prácticas. Lo que sí constituye una muy seria amenaza para el Ejecutivo es el amago de no pagar impuestos, pues a eso equivale el anuncio de presentar la declaración fiscal en ceros.
Lo dicho, la improvisación, la confianza en la partidocracia, la ineptitud de los funcionarios involucrados y la triste situación de la economía se confabularon para meter al país en un callejón al que todos debemos buscarle salida. Eso es mejor que clamar por sangre.