EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Dar la batalla equivocada…

Saúl Escobar Toledo

Enero 20, 2016

Hace unos días, Agustín Basave dio un manotazo en la mesa y presentó su renuncia a la presidencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) sólo para después retirarla porque consideró que las condiciones habían cambiado. En síntesis, porque el Comité Ejecutivo Nacional había respaldado su liderazgo en las negociaciones para concretar las alianzas electorales de ese partido con el PAN. Las pláticas no han concluido, pero ya se da por hecho que ambos partidos irán junto al menos en cuatro entidades: Zacatecas, Durango, Oaxaca y Veracruz. Según Basave, se logró evitar, al menos por el momento, que las decisiones del partido se tomaran en la Secretaría de Gobernación y que fuera el gobierno de Enrique Peña Nieto quien mandara en los asuntos del PRD. Probablemente tenga razón en esto y haya ganado la batalla. Lástima que fue por una causa equivocada.
Basave es autor del libro La cuarta socialdemocracia. Dos crisis y una esperanza (Los libros de la Catarata, Madrid, 2015), el cual debería considerarse no sólo como la obra de un intelectual preocupado por estudiar los avatares de las izquierdas en el mundo sino también como un discurso para guiar sus intenciones en la realpolitik, su compromiso, como actor, con una opción política de cambio. En el libro se plantea la tesis de que el consenso neoliberal que se impuso en el mundo desde hace unas décadas se está erosionando debido a una desigualdad creciente y al distanciamiento de la élite política con respecto a su base social. Así, “la política se volvió más dependiente del capital… y se ha producido la transferencia neta de poder de lo público a lo privado…”. Como reacción a esto, las movilizaciones sociales que se han desatado, sobre todo al inicio del siglo XXI “apuntan al empoderamiento del ciudadano e indirectamente a la justicia social”. Es una lucha “contra la concentración del poder”.
Estos movimientos se deben también a que la socialdemocracia se corrió a la derecha y ya no abandera la causa del cambio del modelo económico global y es vista como integrante de la “detestada partidocracia”. La izquierda democrática está en crisis. Por ello es necesario el surgimiento de una nueva socialdemocracia que busque separar el poder político del poder económico. La solución está en “izquierdizarla” y correrla hacia el centro progresista, en ofrecer una opción partidaria que se aleje de los dogmas de la economía neoliberal y tenga una oferta viable para contrarrestar la desigualdad. Una socialdemocracia que tenga como agenda la redistribución del ingreso y el rediseño de la democracia para hacerla más participativa. Se requieren, dice el autor, en suma, una refundación de esta tendencia de izquierda.
El libro de Basave tiene dos problemas: uno muy evidente es que no habla casi en absoluto de la situación de México y de la izquierda mexicana, y el segundo es que su interpretación de la izquierda latinoamericana (capítulo 4) es errónea y muestra un profundo desconocimiento y una gran incomprensión de lo que ha pasado en más de una década con los triunfos de la izquierda en diversos países, sobre todo de Sudamérica. Quizás por ello, la lectura del libro no ofrece ninguna clave para entender su determinación, ya como dirigente del PRD, de entablar alianzas con el PAN. Aparentemente, el salto entre su discurso libresco y su actuación como dirigente de partido parece encontrar justificación no en las ideas que pregona en su libro sino en una condición original de México: es necesario detener al PRI y sus afanes restauradores.
Pero para que esta tesis tenga sentido, habría que discutir dos cosas: una, si en efecto el PRI y el PAN representan opciones distintas, y dos, si el PAN es una alternativa que puede ayudar a frenar el autoritarismo del PRI. Lamentablemente, ninguna de las dos cosas puede responderse afirmativamente.
Después de 12 años de gobiernos panistas, parecía claro que no hay diferencias entre el PRI y el partido de Felipe Calderón en la conducción de la economía, la lucha contra la desigualdad, y el respeto a los derechos humanos. En estos temas centrales hay plena coincidencia: ahí están las reformas estructurales pactadas entre ambos, particularmente la energética y la laboral. Tenemos, como en el sexenio pasado, una violencia sin freno que está destrozando al país. Una crisis humanitaria que ambos partidos han propiciado y solapado desde las esferas de gobierno que les ha tocado encabezar. Ahora que gobierna el PRI, la conducta del PAN no ha sido la de una oposición frontal a la corrupción, la concentración del poder y el autoritarismo. Hacer ganar al PAN para que pierda el PRI no lleva a ningún lado, no aporta nada, ni sirve para mejorar las condiciones de vida del pueblo ni para democratizar las estructuras de gobierno. No significa ninguna “renovación” de la política.
La verdad es que las alianzas entre el PRD y el PAN han sido resultado del más puro pragmatismo: ambos partidos están interesados en ganar votos y posiciones sin ninguna preocupación por el programa, los compromisos firmados o la obra de los gobiernos electos. Así lo demuestra la experiencia de las administraciones como la de Rafael Moreno Valle en Puebla y Mario López Valdés en Sinaloa. Lo mismo sucederá con Miguel Ángel Yunes (en Veracruz). Tratar de convencernos de que ahora será diferente porque se pondrá más atención a la cuestión programática difícilmente pasará de las buenas intenciones declarativas pues a personajes como el más probable candidato de la coalición en Veracruz y al presidente nacional del PAN, ese tipo de compromisos les importan menos que nada. No es un problema de deshonestidad o demagogia, al menos no solamente, es una manera de hacer política dentro de los cauces del sistema, de “la odiada partidocracia”.
Así pues, para los electores, las alianzas PRD-PAN no dan ninguna señal de cambio de que se está buscando nuevas opciones o en palabras de Basave de que se trata de “romper el consenso neoliberal, renovar la democracia y ofrecer nuevas alternativas partidarias”. Al contrario, el mensaje es que hay que votar por más de lo mismo, que la democracia mexicana sólo tiene una sopa: el PRI o el PAN, precisamente los partidos que han hecho en México lo que Basave critica en otras partes del mundo: someter la política al capital. Al pactar las coaliciones, está claro que el PRD se corre a la derecha y no el PAN a la izquierda.
Las coaliciones con el PAN han servido, en el PRD, como una estrategia para tratar de superar la crisis del partido. Los triunfos y votos de estas alianzas, se piensa, permitirán su recuperación. No ha sido así. En realidad, las coaliciones han servido para ocultar las debilidades del PRD: la burocratización de sus direcciones, su distanciamiento de la sociedad y su incapacidad para ejercer una praxis política distinta. Ocultan, y con ello hacen más difícil, la posibilidad de la renovación del partido, la búsqueda de nuevas formas de hacer política desde la izquierda.
Como apunta Basave en su libro, en el mundo están surgiendo nuevas opciones partidarias y nuevos liderazgos políticos progresistas: ahí están Podemos en España, Syriza en Grecia, la presidencia de Corbyn en el Partido Laborista de Inglaterra y la candidatura de Sanders en el Partido Demócrata de Estados Unidos. Pero también los logros (a pesar del mal momento por el que atraviesan) de las izquierdas latinoamericanas. Con todas las críticas que se puedan endosar a estas experiencias, lo importante es que han abierto nuevas alternativas. Y sin embargo, el mismo Basave, con su decisión de dar una batalla a fondo dentro del PRD y afirmar su liderazgo para pactar con el PAN, está perdiendo la oportunidad de refundar esa opción de izquierda. Basave pudo haberse decidido a ensayar el camino de Corbyn en el Partido Laborista. En lugar de ello, miró a otro lado y está siguiendo los pasos de Tony Blair, es decir la derechización de la izquierda que tanto critica en su libro.

Twitter: @saulescoba