EL-SUR

Lunes 16 de Junio de 2025

Guerrero, México

Opinión

David Guzmán Maldonado, un año

Florencio Salazar

Abril 07, 2025

 

Llega la claridad a borbotones/ la luz/
extiende sus mangueras/ y ataca la insolente/ sombra. Pablo Neruda.

El sábado 5 de abril se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de David Guzmán Maldonado. Tropezó al caer las escaleras del edificio del PRI en Chilpancingo, y después de unos cuantos días la vida lo despidió.
Era un hombre a quienes algunos recordarán en su festiva juventud y otros en la adultez durante su vida pública. Sus puntos cardinales le dan un saldo favorable: académicamente preparado, eficaz servidor público y, por fortuna, un amigo irreverente.
Lo conocí cuando era estudiante de preparatoria. No obstante su juventud, era un agudo emprendedor, pues lo mismo organizaba fiestas para su generación, que ponía un restaurante de carnes o celebraba eventos para allegarse recursos. La inmovilidad no era su signo.
En su juventud le decían “El 80”. El apodo no era por obesidad –que ciertamente la tuvo– sino porque usaba una camiseta como de futbol americano que tenía ese número con grandes caracteres. Supongo que la lavaba en la noche para ponérsela otra vez al día siguiente.
Coincidimos en el curso que yo impartía en el Instituto de Capacitación Política (ICAP) del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, en la ahora Ciudad de México. El curso era Historia, desarrollo y perspectivas del PRI. Para entonces, David era licenciado en Derecho y había terminado su Maestría en Ciencias Políticas.
Pasados los meses José Francisco Ruiz Massieu fue candidato a gobernador de Guerrero, y me designó coordinador de su campaña. Invité a David y a dos guerrerenses más, que tomaban el curso, para que colaboraran conmigo. Hicimos equipo y recorrimos el estado.
A David lo nombré responsable de la avanzada del candidato. Dinámico y empático desempeñó bien su comisión. No obstante, ocurrente como era, cuando le pregunté cómo se sentía en la tarea, me dijo muy serio: “Oiga jefe, terminé mi maestría para andar anunciando en un vochito el arribo del candidato.” Luego estalló en carcajadas.
Israel Soberanis, Jesús Ramírez Guerrero y yo cenamos con Ruiz Massieu. El candidato me preguntó qué quería ser: secretario general de gobierno, presidente del PRI o alcalde de Chilpancingo, me incliné por la alcaldía y, pasadas las elecciones, a David lo nombré director de Barrios y Colonias. Después ocupó la presidencia del comité municipal del PRI.
Volvimos a coincidir como diputados a la LV Legislatura local. Yo era el diputado coordinador de la mayoría parlamentaria. En el debate legislativo tuve dos magníficos apoyos: si el tema era sobre reformas a las leyes, abordaba la tribuna Primitivo Castro Carreto; si era político, entraba David Guzmán Maldonado. Otros colegas intervenían en diversos temas, pero a profundidad ellos dos debatían con la oposición.
Como coordinador lo comisioné a una reunión parlamentaria a Canadá y me acompañó a otra en Puerto Rico. Me recordó innecesariamente sus méritos parlamentarios, pero había una razón: me pidió contestar –como ocurrió– el penúltimo informe de gobierno de Ángel Aguirre. Era político de ideas y buen orador.
Volvimos a coincidir en la campaña a gobernador de Héctor Astudillo Flores, y luego en el gabinete del Ejecutivo. El fue designado secretario de Planeación y yo de la General de Gobierno. En ese periodo, David fue sometido a una operación en la columna, en donde le pusieron una placa de titanio. Cuando se refería a lo pesado de la administración pública, sacaba placas diminutas de su cirugía para señalar lo bien sostenido que estaba. Y luego, las inevitables carcajadas.
Designó, por su propia iniciativa, coordinador del Copladeg en la zona centro a mi hijo Florencio Eduardo. Tenía dos días en el cargo cuando en una reunión con los coordinadores llamó la atención a todos. Cuando mi hijo le preguntó porqué también a él, que acaba de llegar al puesto, David le contestó: “Era necesario hacerlo para que los demás no piensen que te protejo por ser hijo del secretario general”.
Tuvimos buenas y útiles conversaciones. La última vez, fue durante una comida a la que me invitó en su departamento. Por alguna razón teníamos que conocernos. Su abuelo, el compositor Guzmán Concha, fue mi maestro de música en la secundaria y también director de la Banda de Música del Estado, en la cual mi abuelo Florencio tocaba el trombón.
La memoria es como el aire y sopla multitud de recuerdos. Lo mejor de las personas que conocemos, que conocimos, es su camaradería, su ingenio, sus ocurrencias y su generosidad. Así nace y crece la amistad. David Guzmán fue mi amigo y un ser humano memorable.
El PRI estatal conmemoró su partida. Al evento asistieron Angie y sus hijos. Agradezco a Manuel Añorve, Alejandro Bravo y Armando Soto, su invitación y sus atenciones. Ellos, al haber referido anécdotas y pasajes de la vida de David, lo mantienen vivo. Lo recordamos bien.