Silvestre Pacheco León
Marzo 08, 2021
No se puede hablar de la Cuarta Transformación que aspiramos para el país sin la participación del movimiento feminista cuyo origen ideológico e histórico está en la izquierda. El cumplimiento de su programa de reivindicaciones es el único que nos puede conducir a la felicidad porque pretende liquidar la cultura patriarcal que hemos heredado y reproducido desde la aparición de la propiedad privada.
El origen común de menosprecio, mal trato y explotación bajo el dominio del hombre y sus aspiraciones de igualdad, amor y solidaridad son la garantía para establecer una sociedad en la que desaparezcan todos los males sociales que ahora son una carga que llevan sobre sus espaldas.
Por eso celebramos el despertar cívico que se ha producido y se expresa en las grandes movilizaciones que han protagonizado las feministas en todo el territorio nacional permitiendo que la sociedad visibilice la situación de violencia y desigualdad que genera la cultura patriarcal que está destinada a desaparecer junto con la propiedad privada, ambas inherentes al capitalismo.
Las grandes movilizaciones de mujeres por sus reivindicaciones han dado luz sobre los cambios que se deben producir para disfrutar las ventajas de ser una sociedad de iguales, por eso observamos su constante crecimiento a pesar de las críticas e infamias con las que los poderes fácticos pretenden detenerlas.
Como dice la dramaturga Sabina Berman, “en la lucha es donde se cambia la conciencia” y por eso movilizarse resulta tan importante, sobre todo en momentos tan dramáticos como los que ahora vivimos cuando por efecto de la pandemia a la tristeza por las muertes se suman el desempleo, la violencia intrafamiliar, los feminicidios y el aumento del trabajo doméstico con el cuidado de los niños sin oportunidad de un respiro porque estudian desde sus hogares.
El complejo de la desigualdad que afecta principalmente a las mujeres está en la pasividad, si no complicidad, con la que los demás miramos su entorno creyendo que las situaciones de violencia no nos incluyen a todos y que nuestra familia (quien sabe por qué razones) está a salvo de esos riesgos.
Muchos de los que se sienten ajenos a este ambiente que las mujeres rechazan, suelen ser los que han normalizado la violencia intrafamiliar, esa situación que se reproduce dentro de sus propios hogares muchas veces simplemente porque en ellos se carece de la confianza necesaria para que las hermanas o madres les cuenten sus malas experiencias vividas en la calle cuando la necesidad las obliga a dejar el hogar, teniendo luego que sufrir en soledad las consecuencias de esos hechos.
Las mujeres feministas de Guerrero merecen nuestro reconocimiento porque aún en el ambiente de violencia que impusieron en complicidad el crimen organizado y el poder establecido, inhibiendo la participación política, no impidió su protagonismo ni aun en los peores momentos de la pandemia, y corriendo todos los riesgos, marcharon agitando sus banderas y coreando sus consignas como, guardando las distancias, lo hicieron en Argentina a mediados de los años setentas del siglo pasado las Madres de la Plaza de Mayo que retaron al ejército buscando a sus desaparecidos entrando en relevo de sus hijos que militaban en la oposición obligados a esconderse o exiliados por la dictadura militar de Rafael Videla.
En nuestro estado las mujeres con su persistencia lograron imponer su agenda a las autoridades, tanto al Ejecutivo del estado como al legislativo, hasta lograr que se declarara la llamada Alerta de Violencia de Género, una manera diplomática del gobierno federal para llamar la atención a los gobiernos de los estados que actúan con indolencia frente a los reclamos femeninos repitiendo la actitud patriarcal que tanto daño nos hace.
En el mes de junio se cumplirá un año de haberse declarado la segunda alerta de género que obliga al gobierno del estado a diseñar un plan para detener la violencia contra las mujeres con el seguimiento eficaz de los hechos considerándolos todos como feminicidios mientras no se demuestre lo contrario, así como la contratación de personal profesional para que atienda y asista a las mujeres violentadas, con el presupuesto suficiente para ese fin.
Dicha conquista que ubica a nuestro estado en una situación crítica y como el único en conseguir que se emitan dos alertas de género (la primera fue en el año 2017 y la segunda en junio del 2020), ha sido un logro relevante porque con ello la sociedad se está concientizando de los problemas de la violencia feminicida y el alto grado de discriminación que se observa, sobre todo en el acceso a los servicios especializados de salud que las mujeres que deciden la interrupción de su embarazo requieren.
En ambos casos ha sido la movilización feminista la que logró detonar el mecanismo, pues así lo exigían las alarmantes cifras del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios que registró nada menos que 312 casos de violación, 389 de abuso sexual y 11 denuncias de aborto, cifras obtenidas del Secretariado de Seguridad Pública Nacional de enero de 2019 a abril de 2020, las cuales, como sabemos, solo son las que se registran cuando llegan a las instancias legales como denuncias, pero no incluyen a las que se suceden de manera cotidiana y las sufren en soledad y resignadamente las víctimas y sus familiares, como si fueran hechos propios de un destino imposible de modificar.
Por eso me parece importante que ante la relevancia alcanzada por el movimiento feminista en Guerrero se supere y denuncie el trato clientelar que les dan los partidos políticos que solo ven el significado de su fuerza en la urnas y no la urgencia de atender sus demandas.
Una manera de impedir que las mujeres solo abonen al fortalecimiento del statu quo es mantener su autonomía frente a la clase política indolente y ventajosa.
Como ejemplo de lo señalado hemos visto la actitud de los representantes del poder quienes con franco desdén y hasta contrarios a los propósitos del feminismo han intentado retrocesos, como lo hicieron los y las diputadas de la Comisión de Justicia del Congreso local quienes en octubre pasado aprobaron la reforma al código penal para obstaculizar el derecho conseguido a nivel nacional y en contravención a la legislación federal.
Como es evidente también el desgaste que vive hoy el sistema de partidos, el feminismo debe irrumpir en la escena del poder con su mayoría organizada, agregando a su programa reivindicativo las más generales para el fortalecimiento social.
A quienes desde fuera del estado enderezan sus críticas al movimiento feminista tratando de menospreciarlo como si careciera de claridad y liderazgo, debemos responderles que aquí todos los guerrerenses sabemos cómo masca la iguana.