EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

De la polarización a la unidad nacional

Jesús Mendoza Zaragoza

Noviembre 14, 2022

Nos estamos acostumbrando a un clima que está lastimando las relaciones entre los mexicanos. Un clima en el que la confrontación se va imponiendo como un estilo de vida y el diálogo no aparece en el escenario. Un clima en el que abundan las descalificaciones, los insultos y las versiones parciales de los problemas y de la vida del país. Un clima en el que predominan los insultos y las mentiras. Un clima en el que dos polos de poder se imponen para aglutinar a la población. Esos dos polos están representados hoy por el gobierno federal y por la oposición política. A su vez, dichos actores políticos promueven una polarización social en la que unos aparecen como los buenos y otros, como los malos. Una polarización maniquea, pues, que al borde de fanatismos nos está llevando por senderos de riesgo y no previsible aún la magnitud de sus consecuencias.
Es necesario entender cuáles son las fuentes de la actual polarización social y política, que puede llegar a asustarnos si avanza más cada día. Hay algunos temas que han empujado la polarización en los últimos meses, tales como la reforma electoral y el traslado al mando del Ejército, de la Guardia Nacional, entre otros. Están siendo temas de conflicto que no se ha sabido abordar de manera adecuada, ni por tirios ni por troyanos, ni por el gobierno ni por la oposición.
Si queremos avanzar en la construcción de un país con seguridad y paz, con un desarrollo sostenible y con un mayor talante democrático, es necesario reconocer estas tensiones bipolares propias de toda sociedad. Es normal que haya diferentes percepciones, diferentes interpretaciones y diferentes intereses. Vamos, el país es plural en todo: en lo político, en lo económico, en lo religioso, en lo social y en lo cultural. Eso es completamente normal en un pueblo que busca caminos democráticos. El problema está en cómo manejar esas diferencias para evitar rupturas profundas que compliquen aún más las condiciones de violencia que tenemos en el país. Aquí es donde tenemos que pensar que un manejo autoritario y unilateral puede causar estragos. Hay que buscar que las diferencias puedan encontrarse para construir un proyecto de nación en medio de esas tensiones que contienen un potencial polarizador.
En el fondo, lo que está en juego es la relación entre la unidad nacional con los conflictos polarizantes que se están desarrollando. La unidad nacional tiene que ser perfilada en todos los procesos políticos y sociales a partir de las tensiones y conflictos del presente. No puede ser de otra forma. En este sentido, tienen que superarse los intereses facciosos del gobierno o de los partidos o de los empresarios o de otros poderes fácticos. La integridad del país tiene que ser salvaguardada.
Si bien los conflictos no pueden ser ignorados ni disimulados, tampoco se vale quedarnos atrapados en ellos con interpretaciones estrechas y horizontes parciales. Hay quienes ven los conflictos y siguen adelante como si nada pasara y se lavan las manos para no hacerse cargo de ellos, mientras que otros se mantienen prisioneros de ellos y lo proyectan en lo social y en lo político. Estas dos actitudes no permiten la superación de los conflictos. Hay que aceptarlos y resolverlos, al tiempo que se transforman en eslabones para nuevos procesos. La transformación de conflictos es parte necesaria en el desarrollo de los pueblos y en la construcción de la paz.
Como consecuencia, la perspectiva de fondo tiene que ser la necesaria transformación de conflictos: la unidad prevalece sobre el conflicto. En otras palabras, la nación prevalece sobre cualquiera de sus facciones. Todos somos parte de la nación, gobiernos, oposiciones, sociedad, minorías, mayorías y ciudadanos. Nadie puede ser excluido y tenemos que aceptarnos diferentes, cada quien en su sitio y en sus funciones legítimas y legales, ya sean políticas y sociales. Y no con el respeto pregonado sino con el respeto efectivo. Los promotores de las polarizaciones no saben de respetos porque no saben reconocer la dignidad humana de cada persona –ni aún la propia–, así sea adversaria a los propios intereses.
Una actitud fundamental se necesita para que los conflictos sean transformados con miras a la unidad nacional: la solidaridad, que se convierte en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde se manejan los conflictos, las tensiones y los opuestos, para alcanzar una unidad pluriforme que engendra nuevas condiciones de vida. Y de la gran herramienta para lograr la unidad nacional, todo mundo habla. Es el diálogo. Quizá es aquí donde nos hemos estado entrampando. No sabemos dialogar, porque no sabemos escucharnos, porque no sabemos de empatías, ni sabemos del dolor que causan los desencuentros y las polarizaciones.
Nuestro país padece graves situaciones que ameritan la unidad nacional para poderlas afrontar. En primer lugar, tenemos la crisis de inseguridad y de violencia, que está sangrando a muchas regiones, a pueblos y a familias, y que no ha habido respuestas proporcionales para parar este desangramiento, ni de parte de la sociedad ni de parte de los gobiernos. En segundo lugar, la pobreza extrema de regiones y en comunidades que han sido abandonadas a su suerte y no se avizoran tiempos que logren mejores condiciones de vida y de salud para las mayorías. Además, sigue una lista de situaciones adversas que requieren la atención de todos, como la discriminación a las minorías. Todas estas situaciones requieren una básica unidad nacional para encontrar soluciones duraderas y profundas. Los gobiernos no pueden hacerlo solos, ni tampoco la sociedad por sí misma. Las polarizaciones sólo pueden complicar las soluciones a las diversas crisis por las que atravesamos. Cuando las energías y los tiempos se desgastan en alimentar conflictos el país sufre las consecuencias. ¿Seremos capaces de entenderlo y de advertir la necesidad de transformar los conflictos para construir la paz que necesitamos, con niveles democráticos adecuados y con un desarrollo sostenible? Aquí es donde se necesita una cultura de paz que nos abra el horizonte para poder hacerlo.