EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

De la producción a la industria (III)

Eduardo Pérez Haro

Septiembre 10, 2019

Para Francisco Toledo.

En la economía de mercado (no hay otra), el crecimiento se asocia al número de intercambios, de donde se desprende que la producción perfila el consumo y el consumo la producción en un reiterado ir y venir, donde no cabe la interrupción, empero, esta idea no parece corresponderse con la realidad, pues pareciera que el consumo se ve mermado por los ingresos que lo hacen flaquear. De esta manera, pareciera que el incremento en el ingreso podría salvar la situación al propiciar el consumo y así estimular el retorno al trabajo productivo, sólo que el dinero tiene como premisa la producción, pues se trata de un equivalente de los bienes o servicios producidos. Imprimir dinero en ausencia de éstos sólo sería un pedazo de papel, metal o plástico sin ningún sentido, de manera que la producción de dinero la entendemos asociada a la producción de bienes y servicios.
La producción en aumento supondría el dinero en aumento por equivalencia, sin embargo, esta simetría sólo daría oportunidad a un acto repetido de sobrevivencia, generando una comunidad que en el mejor escenario aumentaría pero sin cambio alguno y no obstante, podríamos simpatizar con el hecho de que así sería mejor en lugar de este mundo que no parece ofrecernos sino una vorágine de desasosiego y zozobra, mas el mundo no se configura a capricho de los hombres sino que desde sus remotos orígenes se despliega bajo la singularidad del aumento constante de la capacidad productiva del trabajo y su consecuente diferenciación social.
En cada progreso de la capacidad productiva, el trabajo se divide en especialidades que dan lugar a los intercambios en una convergencia de productores con diferentes rendimiento de su esfuerzo para configurar la oferta de bienes y servicios que serán adquiridos a cambio del correspondiente trabajo del demandante traducido en dinero, intercambio de venta y compra del cual los productores que acudieron al mercado salen con ingresos diferenciados de donde emanan sectores dominantes y subordinados que habrán de forcejear en la defensa de intereses encontrados y a fin de cuentas normarse bajo diferentes formas a fin de asegurar la supervivencia sin poder resolver la contradicción de origen, así desde tiempos primigenios a la fecha.
El punto de equilibrio entre producción y consumo no existe, nunca existió salvo en el supuesto de la comunidad primitiva y la posibilidad teórica de la comunidad avanzada que por ahora respira entre muy pocos, y, por ende, la reproducción simple del equilibrio producción-consumo es un supuesto que no se cumple, por el contrario, lo que existe sobre la base de la competencia de capacidades es la diferenciación que lleva al momento en que el trabajo se paga por su costo de reproducción para dar lugar a la acumulación de ganancias y la reproducción ampliada de bienes y servicios en una espiral donde lo importante será la producción ampliada de bienes y servicios, pues el capital se amplía sobre la base de la ampliación o multiplicación de los intercambios cuya base material son las mercaderías de manera que los consumos de primer orden son los de la producción.
El consumo productivo entra como basamento y motor del consumo final donde el intercambio de bienes de producción establece las posibilidades del consumo de bienes finales, de manera que el estímulo en la capacidad de consumo de las personas tiene que articular con la ampliación de la producción de bienes de producción que a fin de cuentas apunta no sólo al crecimiento económico sino a la cimentación de sus posibilidades de sostenibilidad, de lo que desprendemos una necesidad en la coyuntura y la estructura, dos dimensiones de tiempos distintos que se atienden a la vez desde el primer momento si es que apuntamos en dirección de superar el atraso sobre la base del crecimiento económico. Una respuesta de crecimiento sin perspectiva de superar las insuficiencias estructurales en la producción de bienes de producción no va más allá de repetir lo que se ha hecho en los últimos cincuenta años.
Más aún, podría estarse gestando un mayor equívoco al suponer que el gasto social dinamiza la economía como lo señaló el secretario de Hacienda en el acto de entrega del Paquete Económico a la Cámara de Diputados, cuando expresó que los programas sociales para el bienestar harían una derrama económica que se volcaría en el consumo de alimentos o de bienes productivos como en el programa Sembrando Vida que se enfila a la siembra de árboles frutales y maderables, lo cual gurda distancia de engranar con la producción de maquinaria y equipo que se precisan para aproximar la producción nacional a la generación de aquellos bienes que podrían apalancar la ulterior superación del atraso (consumo productivo) y de bajo impacto sobre la reanimación económica en el corto plazo.
La derrama de ayudas que conlleva la política social sirve para disminuir los estragos de la pobreza, tarea ineludible, pero no tiene un efecto simétrico proporcional sobre la dinámica de crecimiento económico menos aun cuando la política salarial y fiscal no sufren cambios en dirección paralela al incremento de la inversión pública en infraestructura, tecnología, educación, integración sectorial, articulación de la pequeña y medianas empresas a la industrias pesada de producción de maquinaria y equipo. Lo uno sin lo otro no vuela, máxime cuando se sabe, como el propio titular de la Secretaría de Hacienda advierte, de un contexto adverso cifrado por los prolegómenos de una guerra arancelaria entre Estados Unidos y China como punta de un iceberg con el cual pueden estrellarse las economías nacionales y del mundo.
La volatilidad del peso frente al dólar y los movimientos del costo del dinero (tasa de interés), apunta el secretario, podrían aprovecharse en la operación del Tratado comercial con Estados Unidos y Canadá pues en el marco de ese conflicto entre las potencias, México se convertiría en el principal socio comercial de Estados Unidos quedando favorecido por su preferencia. Una visión que parece forzar los referentes para construir optimismo en la adversidad, pero que independientemente de ello pende una vez más de la idea de enganchar las posibilidades del crecimiento económico al comercio exterior, alejado de darle sentido al planteamiento comprometido por el régimen en curso, de un desarrollo del mercado interno donde podría albergarse la ingente necesidad del cambio estructural en la capacidad productiva.
Crecimiento económico y desarrollo tienen posibilidad de articularse cuando la política social y económica se entrelazan hacia el cambio en el ¿qué se produce?, ¿cómo se produce?, ¿cuánto se produce? y ¿para quién se produce? desde aquí se reconoce y se mide el progreso en la capacidad productiva y desde aquí se establece el grado de inserción y competitividad en los mercados que habrán de dar cuenta del tamaño y sostenibilidad de los ingresos, cuya distribución con mayor equidad se liga como factor y sólo desde esta condición del trabajo productivo, la justicia puede aproximarse con un carácter estructural y por tanto, duradero. No es teoría, ahí están los capitalismos menos expuestos a las contingencias y más equitativos de Asia o Europa.

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