EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

De la tierra a la producción (III)

Eduardo Pérez Haro

Junio 18, 2019

 

 

Para Elba Pérez Villalba.

En las zonas urbanas no es común volver la mirada al campo que no sea con un sentimiento bucólico, aunque el ensimismamiento urbano es más acendrado entre los habitantes de la ciudad de México, incluidos sus académicos, periodistas e intelectuales. En la megalópolis el campo queda lejos y, en el trajín del día a día no hay espacio para ello. Y, sin embargo, son muchos millones de compatriotas que ahí se desenvuelven. En poblaciones menores a 2 mil 500 habitantes se localizan cerca de 30 millones de mexicanos, los más en condiciones difíciles y muy difíciles. Muchos, dueños de pequeños predios, asilados por el mal estado, o la ausencia, de caminos. Otros, sin tierra.
Entre las personas acomodadas expresan con desdén que ello responde a que son personas ignorantes y flojas. No los conocen, pero los juzgan. No se explican el mundo, ni la vida, ni su país, ni nada, pero opinan. Es lamentable ser tan ignorante al grado de ni siquiera darse cuenta. Da pena ajena. Pero ello no es lo más alarmante, lo que resulta preocupante es que los demás no seamos esencialmente diferentes, porque no tendremos expresiones tan abyectas, mas no superamos la circunstancia de ser probadamente ineficaces tras la acumulación de fracasos, aunque nos presentamos sensibles y a veces hasta documentados.
El reconocimiento y consideración sobre el rezago del campo y la penuria de la mayoría de sus pobladores no es suficiente, más aún puede volverse en una contención de su progreso cuando el auxilio es equivocado a pesar de hacerse con la mejor intención. Se despliegan muchas formas de ayuda, nos inclinamos por preservar su cultura autóctona, aunque no es primigenia, nos parece que por no ser mercantil (aunque lo es) es mejor que la cultura singular del capitalismo, nos parece que su trabajo es más genuino y verdadero por su distancia de la maquinaria y su producto más limpio por la ausencia de agroquímicos, etc. etc.
Hay mucho de verdad en ello y no podemos dejar de reconocer que al amparo de estas ideas se vuelquen muchas iniciativas y muchas fuerzas ciudadanas que, en gran medida, se incuban en las áreas urbanas, que sirven porque rompen el aislamiento y siempre significan un poco de ánimo para subsistir en la adversidad, significan una línea de reconocimiento y recuperación de los sujetos, hombres y mujeres del campo, ayudan a sobrellevar la pesada carga de la pobreza empero, no podemos quedarnos ahí. Ciertamente, en ello hay humanismo, cuando es auténtico. Y no hay porqué renunciar a ello. Pero está en riesgo de perder perspectiva directa.
Tiene una resonancia inequívoca porque denuncia en sí mismo la segregación del sistema y de la historia, abona en el cuestionamiento del Estado. Si del Estado-gobierno que reiteradamente alude el abatimiento de la desigualdad como razón y objetivo sin resultados acordes al énfasis de su discurso. ¿Acaso es simple demagogia, corrupción, parcialidad de intereses y esfuerzos, o desatino, error, equivocación de políticas públicas? Digamos que todo ello ha estado entremezclado con pesos diferentes de cada uno de estos elementos según el régimen en turno, desde hace 50 años (por no ir más lejos para no complicar el análisis).
Cabe preguntarnos si ¿ahora puede ser diferente?, ¿por dónde sembrar las determinantes de una mejor perspectiva y de mayor alcance a las iniciativas y fuerzas de la llamada “sociedad civil organizada”, diferente a los fracasos reiterados del último medio siglo, en aras de cosechar una mejor suerte de la sociedad rural y más aún, del desarrollo nacional (ahora visto desde la ruralidad) en el mediano y largo plazos? La respuesta es, desde el Estado, que incluye a la sociedad rural, a la sociedad civil y a las instituciones de la cultura y del gobierno, por decir lo menos, tras la condición de reconocer las leyes de la historia que presupone conocer las del sistema socioeconómico y la coyuntura mundial y nacional del tiempo actual, so pena de repetir el error.
Hemos dado cuenta de la condición polivalente de la tierra en el contexto actual cifrado por la informática y las telecomunicaciones, y también anotamos la virtud y fracaso de los precios de garantía en el curso y agotamiento del milagro mexicano (1946-1970). Luego entonces, el valor múltiple (agropecuario, minero, energético, de infraestructura, turístico, de vivienda, industrial o de servicios ambientales –por contradictorio que a usted le parezca) de la tierra sólo es capitalizable desde una condición productiva en correspondencia con un patrón general de desarrollo (patrón de acumulación-crecimiento distributivo).
Ese patrón (o modelo como se alude comúnmente) no se reduce a una disyuntiva entre crecimiento para los pobres o crecimiento para los ricos, eso simplemente no existe, es falso de toda falsedad. El sistema mercantil-capitalista (no hay otro –en la actualidad) no ofrece esa posibilidad; el mercado, el trabajo asalariado y la propiedad privada construyen un marco de posibilidad y en éste, se desdoblan fases determinadas por los ciclos industriales de largo plazo desde hace siglos (cinco o dos, como lo queramos analizar) y vías determinadas que guardan relación con la historicidad y localización de cada país, de manera que cada uno se resuelve en función de su idiosincrasia, capacidades estructurales y superestructurales, y no a capricho, aunque la voluntad cuenta tras su configuración como poderes de todo sector socioeconómico, segmento social, colectivo o grupo, que se desdoblan políticamente en la determinación de rumbo y modalidades, lo cual, repito, se define en los límites de los elementos antes referidos.
El mundo globalizado en su entrampamiento (financiarización, endeudamiento, saturación tecnoproductiva), tensiones (guerra comercial), disputas (energéticas, territoriales), la dependencia de Estados Unidos (aunque en declive, aún principal potencia) y su falaz pragmatismo político (neoliberalismo vs nacionalismo) teniendo como contrapartida los rezagos acumulados (infraestructura, tecnología, educación y calificación de la mano de obra, organización del trabajo, integración sectorial y de las cadenas productivas, sistema financiero y marco jurídico) en el plano interior, conforman los referentes a considerar para el trazo de la acción productiva en el campo y la ciudad. Patrón tecnoproductivo y socioeconómico del crecimiento-desarrollo. Modelo.
Se puede decir más sencillamente, pero no por expresarlo de manera rápida, directa y simple se pueden obviar estos factores a considerar o, dicho de otra manera, si por ofrecer una expresión sencilla se incurre en dejar de lado estos considerandos no habrá duda, el error se volverá a cometer, el intento volverá a fallar. El campo no es prescindible en la ecuación general del desarrollo, ni el desarrollo corre su suerte sin un campo que no active su múltiple potencial productivo inscrito en un patrón de desarrollo definido de cara a su fase-ciclo concomitante con la circunstancia de los demás países que intentan lo propio en el mundo contemporáneo. Lo demás es un atenuante de corto alcance con riesgo de perfilarse como una aventura.
El asunto fundamental es un asunto de producción donde los sujetos agrarios como dueños de la tierra y detentadores de la principal fuerza de trabajo no se resuelve con incentivos de precios, menos aún el sector y la economía nacional al amparo de la acción marginal del gobierno. Actualmente, el Estado no cuenta con los instrumentos y la capacidad financiera para ello, la historia del periodo que se atraviesa no le demanda esa ruta por más que se evoque un momento de posibilidad como fue cuando esta herramienta auxilió al milagro mexicano. Ahora el tiempo es otro, el mundo y México también.

[email protected]