Silvestre Pacheco León
Diciembre 05, 2022
Ninguna comparación es posible entre los partidarios del INE actual movilizados contra el riesgo de perder sus prerrogativas y privilegios frente a los defensores de la 4T.
Los primeros dieron muestra de su enojo incontenido bajo la supuesta bandera democrática que se opone a que el INE sea más eficiente y austero cuando en el año 2006 su estridencia fue contra el clamor popular de que se contara voto por voto en las elecciones presidenciales para darle certeza al resultado porque sabían que era fraudulento por eso su oposición bajo el argumento de que recontar era un procedimiento costoso, tardado e innecesario.
Los partidarios de la 4T que se manifestaron el domingo 27 de noviembre, por el contrario, lo hicieron festivamente. Los “acarreados” en ningún momento se mostraron vengativos contra los conservadores, y ni siquiera se burlaron de ellos por su nimiedad, bueno, casi ninguna referencia hubo de ellos contra el sacrosanto INE tan defendido por los opinadores profesionales en los medios masivos de comunicación.
La gente común quería solo un pretexto para salir a festejar su alegría por las transformaciones sociales que encabeza el gobierno de Andrés Manuel López Obrador al que consideran su digno representante.
Fue su evidente alegría de sentirse prioritariamente dueños del presupuesto público que antes, en el régimen neoliberal estuvo secuestrado por la banda de ladrones que usurparon el poder popular.
Y claro que no hubo uno solo de los partidarios de la 4T que ignorara a lo que iba el domingo 27 de noviembre en compañía de su líder caminando por la alameda democrática a la que aludía el sacrificado presidente de Chile, Salvador Allende, contrario a la corriente ideológica que ahora en México quiere mostrarse como defensora del derecho humano de apoyar a quien se le pegue la gana.
El enojo de los conservadores por la convocatoria que hizo AMLO a sus seguidores para caminar juntos por las calles de la ciudad capital, presumiendo su conquista democrática, es ridículo porque no está prohibido por ninguna ley ni tampoco tenía el propósito de competir con el número de movilizados por las calles de la Ciudad de México, porque simplemente no hay punto de comparación. Los conservadores tienen todo el dinero del mundo pero lo que les falta es tener de su lado a la mayoría de las voluntades para salir a manifestarse voluntariamente. Por eso su insignificancia en términos numéricos no mereció de parte de los seguidores de la 4T casi ninguna referencia y en eso hay que ver también la nobleza de quienes acompañan al presidente de la República.
Por eso la campaña mediática desatada con la acusación de que los obradoristas fueron acarreados con el dinero público no tiene ningún eco.
Por otra parte, mientras en el bloque conservador cuya fuerza electoral es insignificante frente a la 4T, cada día muestra su debilidad para mantenerse coaligado porque lo único que une a las organizaciones que lo integran es el dinero que les permite vivir como parásitos del Estado en vez de articular un programa alternativo a la política transformadora de AMLO que llame la atención a otro sector social que no sea el de la clase media aburguesada y ofendida porque no quiere que la franja social que ocupa se ensanche con otros desclasados que también tienen derecho de gozar el privilegio de contar con un empleo bien pagado y de tener las mismas oportunidades que ellos para la educación de sus hijos.
Pero nadie puede evitar hacerse la pregunta si los conservadores de veras no entienden las razones del apoyo masivo que tiene López Obrador cuando critican el uso del presupuesto para favorecer prioritariamente a los pobres si eso es un acto justiciero para reponer solo una parte de lo que por generaciones le ha sido quitado.
Por primera vez los pobres han visto como realidad lo que solo se decía en el discurso neoliberal de que el dinero de los impuestos era público, pero ellos lo administraban a su antojo favoreciendo en primer lugar a los privilegiados de siempre que se han dedicado a saquear la riqueza del país. El ejemplo, por actual, es el de Alonso Ancira, dueño de la principal acerera del país, Altos Hornos de México quien durante el gobierno de Enrique Peña Nieto revendió a Pemex la empresa de fertilizantes llamada Agronitrogenados
que llevaba años cerrada y cuyo valor de mercado era de 58 millones de dólares pero Pemex la compró en 275 millones en el año 2012 cuando el director de la empresa paraestatal era nada menos que Emilio Lozoya.
Un negocio redondo de 227 millones robando los bienes del país entre un empresario privado y un servidor público corrupto.
El dinero producto del robo está siendo recuperado después de que el actual director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, denunció el fraude en 2019. (Por cierto que cuando AMLO le dio el cargo a Romero Oropeza los opositores trataron de desacreditarlo aduciendo que era ingeniero agrónomo y que no tenía el perfil para el cargo, pero ha sido factor importante en la estrategia petrolera combatiendo la corrupción y el huachicoleo).
Alonso Ancira se daba la gran vida de magnate con el dinero de los mexicanos en Palma de Mallorca, España. Hasta allá llegó la mano justiciera de la 4T que se lo trajo a la cárcel de tierras mexicanas obligándolo a regresar el dinero robado para poder salir en libertad y lleva pagados poco más de 100 millones de dólares conforme al convenio en el que se establece el plazo de pagar todo en el año 2023 porque ha dejado en prenda su empresa acerera para que si incumple lo convenido pague con ella que pasaría a manos del gobierno.
Este es apenas un ejemplo del saqueo cotidiano que el gobierno permitía y promovía. Era el cemento que unía a todos los representantes de los sectores favorecidos por el régimen, fuera panista o priísta, pues de los dos no habría a cual irle como ladrones y corruptos.
Que los conservadores y clasemedieros aburguesados se nieguen a reconocer las bondades que tienen los programas sociales que se financian con la austeridad y pobreza franciscana del gobierno es solo ejemplo de su mezquindad.
¿Eso es lo que no le gusta a los conservadores? ¿Quieren seguir con los actos de corrupción? ¿Por eso se molestan de que la gente común lo celebre?
El proceso transformador es el que no va a cambiar porque “este gobierno nos ha abierto los ojos” dijo un hombre de la tercera edad que no parecía forzado a manifestarse el domingo 27.
La línea a seguir ha quedado marcada públicamente. Ya el pueblo conoce el valor de votar por una propuesta consecuente. Por eso le mantiene despreocupado el proceso de selección del o la candidata para el 2024, pues su triunfo estará garantizado mientras su compromiso sea continuar profundizando la transformación democrática para hacer de México una potencia mundial empezando por el bienestar de sus trabajadores que ya están dejando de estar entre los peores pagados.