EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

De viveros y emperadores

Arturo Martínez Núñez

Junio 10, 2005

Conocí a Adolfo Aguilar Zinser en la primavera de 1997. Adolfo era candidato al Senado de la República postulado por el Partido Verde Ecologista de México y estaba organizando encuentros informales con distintos sectores de la sociedad. De rebote, fui invitado a uno de estos diálogos y decidí asistir motivado por el morbo de conocer la casa del que fuera su bisabuelo, Miguel Ángel de Quevedo, al inicio de la calle de Francisco Sosa en Coyoacán y que el pasado domingo se convirtiera en la capilla ardiente de sus propios restos.

La casona, hermosa e impresionante, parece empequeñecerse ante la majestuosidad del jardín. Don Miguel Ángel implantó lo que hoy día son los Viveros de Coyoacán y fue quizás nuestro primer ecologista.

Adolfo habló aquella tarde de muchos temas y desarrolló un interesante modelo de sombrillas para ejemplificar la permeabilidad de la corrupción en nuestro régimen. En su modelo, la corrupción descendía desde la cumbre y se expandía vertical y a la vez horizontalmente y todo la gente terminaba, a la vez recibiendo y transmitiendo corrupción. Sostenía que tan solo deteniendo el flujo corrupto de la sombrilla de arriba, esto es, al presidente de la República, significaría el fin de la corrupción. Se resistía a aceptar que el problema de la corrupción en México fuera un asunto cultural o una especie de destino manifiesto o herencia maldita de los españoles. Aguilar Zinser acababa de cobrar popularidad tras revelar los escándalos de corrupción en Conasupo desde su cargo de Diputado Federal. Llegó a la Cámara postulado por el PRD aunque pronto se convirtió en independiente.

Aguilar Zinser, siempre fue una rara avis, demasiado acostumbrado a su libertad mental como para pertenecer a partido político alguno. Por eso algunos lo tachaban de traicionero, por eso muchos lo señalaban como saltimbanqui político.

Lo cierto es que Aguilar Zinser intentó la locura de querer ser político y a la vez intelectual. El resultado es siempre el mismo, ni se es plenamente político, ni se es intelectual.

Adolfo tenía la extraña capacidad de ser siempre recibido con entusiasmo en los distintos grupos políticos en los que participaba y más tarde ser echado a patadas con una retahíla de calificativos a cuestas. De esta manera participó con Cárdenas en 1994, con los Verdes en 1997 y con Fox y los Legionarios del Voto Útil o Caballeros de la Izquierda Azul, en el 2000. Contra Cárdenas cometió la mayor ofensa que puede hacérsele al caudillo que es cuestionarlo con argumentos y escribir en un libro sus memorias al lado del Tlatoani. Con Fox se desempeñó tibiamente hasta que éste lo reconvino públicamente y tendiéndole un puente de plata para renunciar a su puesto como embajador ante la ONU. Aguilar Zinser era así: polémico, muy inteligente, poco cauteloso y poco leal.

Aguilar Zinser entró siempre en conflicto con los caudillos con los que colaboró, principalmente porque a éstos no les gusta que nadie les enmiende la plana. Desconfían de la gente que piensa distinto a ellos y ven en cada crítico y en cada pensador independiente, a un enemigo o a un traidor. Por eso comienzan a rodearse de incondicionales; por eso poco a poco se quedan solos; por eso modifican su entorno hasta que éste se asemeja a un bonito espejo que a la menor provocación les diga que sí y les hable de lo bien que van y de lo buenos gobernantes que son.

Pero la realidad es bien distinta. Aunque en los pasillos de palacio se escuche una cosa, en la calle el juicio popular es irrefutable. Aunque la prensa abyecta y los corifeos pagados digan que todo va bien, la gente rumora en las calles y en los corrillos. Aunque el espejo de la reina le diga que ella es la más bonita, siempre llega el día en que aparece Blancanieves.

Adolfo Aguilar nunca fue un tipo agradable para los poderosos. Su estilo más bien cáustico, contrastaba con el de los cortesanos de palacio que se empeñan en decir lo que el jefe quiere escuchar.

A los gobernantes les suele molestar la crítica. Todos los que no pertenecen al círculo de confianza pertenecen por extensión al círculo de la desconfianza. Estás conmigo o contra mí. Este es el cambio –dicen– Este es el camino, los que no estén de acuerdo conmigo son reaccionarios y emisarios del pasado.

Vicente Fox comenzó con un gabinetazo y terminará rodeado de la cofradía secreta que lo acompaña desde Guanajuato. Andrés Manuel vive rodeado de empleados que le aplauden todo.

Es inevitable recordar el cuento de Hans Christian Andersen y pensar en lo poco que cambian las cosas al paso de los siglos:

“Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!

Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

-¡Pero si no lleva nada! –exclamó de pronto un niño.

-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! –dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

-¡Pero si no lleva nada! –gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: ‘Hay que aguantar hasta el fin’. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola”.

El poder debe servir para cambiar el estado de las cosas, para transformar el entorno. Los gobernantes que no transforman el poder, que no cambian el estado de las cosas, acaban transformados ellos mismos por el poder y convertidos en ciegos emperadores.

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