EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Declive global y unidad vs Trump-Peña

Eduardo Pérez Haro

Enero 24, 2017

Para Martha Haro Zermeño.

El problema que nos representa Donald Trump como presidente de la nación más poderosa del planeta, sin duda es un gran problema para el mundo y en particular para México por el alto grado de dependencia que se tiene con el vecino país del norte. Sin embargo, se trata de una complicación del problema que existía desde antes de Trump pero que no se reconocía ni se admitía porque no alcanzaba las áreas de negocio e interés de las élites del poder económico y político del país.
Que las cosas tuvieran contra la pared a la mayoría de los mexicanos no le quitaba el sueño a los actores del poder vertical, unilateral y antidemocrático en el que participan el grueso de grandes grandes, políticos, empresarios, medios de comunicación y delincuentes de cuello blanco (sin desmerecer a los pequeños colaboradores de cada caso, sicarios y espadachines a sueldo), sólo que ahora el postulado nacionalista que ajusta los términos de la globalización, de la que se han favorecido sin discreción ni piedad frente a los excluidos, les significa un hasta aquí que les perturba y les hace temblar, pues aún sin saber ni qué hacer ni qué decir, apelan al juicio simple y fácil como recurso desesperado del que se desprenden sin ningún cuidado. Están afectados, nerviosos y parecen enojados cuando hablan en la televisión, en el pódium o en los medios impresos. Se quejan, se lamentan, y parece que nos voltean a ver ora sí que pa’ ver si nos unimos contra el inefable huésped de la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Para los excluidos de la globalización, que son la mayoría de los países y de las personas, el problema no es nuevo, aunque ciertamente se agiganta, mas no necesariamente para los excluidos que surgieron en los países desarrollados, con lo que se da cuenta del surgimiento de nuevas contradicciones que no se explican con el mismo discurso que se usó para quienes –frente al proceso de globalización– se colocaron en los extremos de una dicotomía a favor o en contra quedando impedidos de la comprensión y el adecuado posicionamiento ante las contradicciones propias del proceso globalizador, de tal manera que no pudieron asumir la dinámica socioeconómica de la era digital sin abandono del basamento interno de producción y comercio de las naciones como lo pueden ilustrar algunos países del sudeste asiático, el norte de Europa e incluso, de alguna manera, la misma China, y sí, me refiero a políticos, empresarios y analistas, que por lo demás no entienden que no le entienden.
El discurso liberal del neoliberalismo ha sido tocado en su versión estimulada por el “auge” globalizador de los 80 y 90 haciéndole estragos que le dislocan, y los críticos de la globalización se enredan en sus lucubraciones sin derivar una posición clara sea por decir que en realidad hay algo que no es lo que estamos viendo, algo así como una treta que oculta la verdadera y única intención imperialista; o que de plano estaban mal y ahora acuden a la defensa de la patria y la pervivencia del libre comercio que en otro momento cuestionaron, pero en realidad hay que empezar por entender que el “nacionalismo” de Trump es muy delicado por sus manifestaciones cargadas de racismo, pero no nace ahí ni responde a la extravagancia xenofóbica del siniestro presidente estadunidense, sino al proceso de diferenciación social y al declive de la globalización que golpeó la dinámica de los países desarrollados y del mundo desde hace más de una década con especial acento a partir de la crisis del 2008.
La globalización emerge ante una apremiante necesidad de respuesta a las dificultades de la crisis del 73-74 que se cruza con la aparición del primer ordenador de la era digital (Intel 1971) y la migración del capital industrial al sistema financiero que se dinamiza en forma acelerada con base en la computación, y aunque nunca logra los ritmos de crecimiento económico de la época de oro del capitalismo de posguerra (arriba del 5 por ciento a nivel mundial), sí se resuelve con ritmos promedio muy importantes (aunque menores de 5 por ciento) logrando remontar los estragos de la crisis referida, construyendo la aldea global de las mega empresas que personifican los 100 hombres más ricos del mundo y en otro estrato el segmento de empresas, empresarios y políticos beneficiarios de su derrama que de cara a la humanidad no dejan de ser unos cuantos.
Con ello se produjo un proceso de alta concentración y centralización de la riqueza y del poder con un lugar preponderante para el sistema financiero, representado por la banca y el sistema accionario (bolsas de valores) que sobajó a los Estados nacionales y excluyó a trabajadores y poblaciones en proporciones inconmensurables. La técnica y la política bajo el predominio del cartel de los 100, y detrás de ellos sus empleados y panegiristas, públicos y privados. Mas la exitosa historia de sus privilegios se precipitó con la crisis de sobreproducción de los créditos hipotecarios subprime y los derivados, configurando, primero, una crisis del sistema financiero norteamericano y después del mundo hasta que, no hace mucho, alcanzó a los países emergentes y de la cual nadie sale porque se resume en una deuda mundial de enormes proporciones, con bajo ritmo de crecimiento, estancamiento y recesión(en las economías más fuertes, Estados Unidos, Japón, Europa) y extensión de poblaciones sin empleo y migraciones masivas, esto es, un escenario crítico que obligó a las grandes economías a buscar sus ganancias acostumbradas en el interior de sus economías y de paso buscar resarcir la erosión política entre sus poblaciones. El primero en plantearlo fue China, después vino el Brexit del Reino Unido y ahora Trump, pero ahora son todos.
En México lo que se requiere no es unidad con el régimen de Enrique Peña Nieto y las televisoras para enfrentar a Trump y pedirle que no ofrezca condiciones internas para favorecer el regreso o la llegada de inversión para recuperar su dinámica de crecimiento económico como tampoco podemos obviar el sesgo y la segregación del régimen para asumir la defensa del sector automotriz o el jitomate o el usurero sistema bancario que se sirven con la cuchara grande en nuestro país; nada contra la industria, la agricultura de exportación y la banca sino contra la sobreprotección y el consentimiento del que han sido objeto a costa del abandono de la mayoría de productores medianos y pequeños de la ciudad y el campo, que no es obra de Donald Trump ni del TLC sino de los regímenes de gobierno del PRI y el PAN que se han coludido y puesto al servicio de las grandes empresas globalizadas y en contra de los mexicanos.
Luego entonces tenemos que procurar unidad frente a la catástrofe del declive global, contra las implicaciones del deterioro del comercio exterior y de las remesas derivadas del trumpismo, y contra las políticas segregacionistas del crecimiento y el desarrollo nacional que han venido mermando las condiciones de vida de la gran mayoría de los mexicanos, donde se incluyen no sólo los pobres de siempre sino empresarios y clases medias que han venido siendo afectadas desde hace ya más de tres décadas de la era global pero que además de ello, nuestros burócratas se encuentran presos de la dislocación del discurso y los manuales tradicionales que suponían verdaderos y eternos porque no conocen otros, desconocen el movimiento y los cambios propios de la historia que incluye la de nuestro tiempo.
No le pidamos peras al olmo. Los problemas ya están aquí, los de antes, los nuevos y los que están por venir, y se debe reclamar en forma exigente y negociada el mejor esquema de auxilio a las mayorías con las autoridades apanicadas del régimen peñanietista y enlazar la solidaridad internacional contra la xenofobia de Trump, por supuesto. Elevar la crítica y la protesta y buscar formas de control social de los procesos electorales para cambiar la correlación de fuerzas políticas en el gobierno de México para buscar, en adelante, hacer el desarrollo de la capacidad interna que nunca se debió abandonar ante el canto de las sirenas del comercio exterior que sólo sirvió a unos cuantos.

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