EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Del amor al humor

Adán Ramírez Serret

Septiembre 01, 2017

Una de las paradojas más nobles, por no decir ilustres, de la historia de la literatura, fue que Miguel de Cervantes no supo, no imaginó que El Quijote sería la obra que lo llevaría a la posteridad; siempre creyó que sería Persiles y Segismunda la cual consagraría su nombre. Algo parecido sucedió a Cristóbal Colón, quien murió sin saber que había llegado a un continente hasta entonces desconocido por Europa.
Quizá Cervantes no consideró que su amado Quijote perdurara por paródico, pues la novela, además de otras cosas, es sobre todo divertida. Una obra para desocupados que busquen matar las horas y entretenerse sin grandes pretensiones. Tal vez fue esta una de las razones por la cuales no consideró como trascendente su novela de caballerías: una obra divertida no puede ser sublime. Lo cual es falso, por supuesto
David Foenkinos (París, 1974) retoma este camino de las novelas sumamente divertidas que pretenden sobre todo entretener, y con La biblioteca de los libros rechazados recuerda al Quijote por su estilo ligero, cargado del mejor sentido del humor y plagado por citas eruditas que parodian la historia. La novela trata sobre una biblioteca en un pequeño pueblo al norte de Francia, en donde son acogidas todas las obras que las editoriales han rechazado; manuscritos que no son considerados lo suficientemente buenos para publicarse. La única condición que se debe cumplir para que el libro sea aceptado en el acervo, es que el autor vaya en persona a dejarlo. Todo transcurre con tranquilidad en este original recinto, hasta que un buen día una joven pareja, conformada por una editora con un gran olfato mercantil y su esposo, un exquisito y fracasado escritor, descubren en este acervo de obras despreciadas una novela que es un auténtica joya, una deliciosa historia que hace un símil entre la trágica y temprana agonía del poeta Alexandr Pushkin, con la separación de dos jóvenes amantes. Mientras el poeta se desangra, ellos, en otro lugar del mundo, tienen que decirse adiós. Novela culta y elegante que presuntamente fue escrita, nada más y nada menos, que por el hombre, ya en la tumba, que hacía pizzas en el pueblo y al que nunca nadie, ni esposa ni hija, vieron jamás con un libro en la mano y menos aún con papel y lápiz.
A partir de aquí Foenkinos comienza una divertida historia que tal como nos dicen las imágenes de la tapa del libro, involucra a una editora, un crítico literario, una viuda, un escritor fracasado y, sin duda, un presunto autor.
Comienza la parodia al mundo editorial, el cual, antes de lanzar el libro, intenta recordarle a la prensa nombres como el de Marcel Proust o John Kennedy Toole, escritores paradigmáticos cuyas novelas fueron despreciadas por las casas editoriales.
El mundo, por supuesto, se vuelve loco con esta novela escrita por un hombre que buscaba ser olvidado, que escribía por el mero gusto de hacerlo sin aspirar a la fama. Foenkinos describe con ironía nuestro presente en el cual es más importante la superficie que el fondo, en donde es noticia quien escribe los libros más que las historias en sí mismas.
Foenkinos nos sugiere algunas preguntas, ¿cualquiera puede escribir una novela? Más aún, ¿se puede lograr una obra maestra sin haber leído ningún libro?
Es una novela en donde, además, mediante el humor, se van tejiendo sin que apenas nos demos cuenta, sutiles historias de amor y desamor, claro.
Volviendo a la idea del principio, pensándolo bien, quizá Cervantes no quería trascender con el Quijote porque lo más bello es la historia misma y la manera de ser contada en la cual el autor se esconde detrás de varias máscaras, tal como lo hace quien escribe la enigmática novela recuperada de la biblioteca de los libros rechazados. Cervantes, al igual que Colón, descubrió el continente del amor y el humor, sin apenas darse cuenta o mejor aún, sin jactarse de ello; sin pretender la fama.

(David Foenkinos, La biblioteca de los libros rechazados, Ciudad de México, Alfaguara, 2017. 288 páginas).