EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Democracia y partidos

Florencio Salazar

Septiembre 03, 2019

 

La democracia es un proceso de mejora continua. Es el sistema político inclusivo por definición y a partir de esa característica se reviste de atributos que corporizan la vida ciudadana: pluralidad política, tolerancia ante los diferentes, diversidad sexual y religiosa. En suma, libertad de pensamiento y derechos políticos, como los de asociación, opinión, manifestación y libre tránsito.
Los partidos políticos solo existen en la democracia. En los regímenes autoritarios se llama partidos a los que son órganos para el reclutamiento y formación de élites. En la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con una población de 286 millones de habitantes (1981), solo unos cuantos millares formaban parte del Partido Comunista. El carnet del partido otorgaba reconocimiento y privilegios, además de colocar a sus miembros en la posibilidad de acceder a cargos de gobierno. De ahí que el jefe de estado también lo fuera de gobierno y de partido.
Las características de los partidos son generales. Organización política (estructura), reglamentación de su vida interna (estatutos), declaración de principios (ideología) y plataforma o programa de acción (propuestas de políticas públicas o esbozo de plan de desarrollo). Sin embargo, los partidos políticos también adolecen de vicios similares: grupos cerrados de control, débil democracia interna, manipulación de las bases y ausencia de autocrítica.
El tamaño de los partidos tiene que ver con las características de su organización: pueden ser de masas o de cuadros. Los partidos de masas irrumpieron como los grandes movilizadores de la clase obrera y campesina, principalmente. Es el caso del sandinismo en Nicaragua, el peronismo argentino y del priismo, principalmente en la etapa del cardenismo.
Los partidos de cuadros responden a la organización de la estructura para la movilización ciudadana. Apuestan más al convencimiento del elector que a la fidelidad de una numerosa militancia. Partidos de cuadros son los europeos y de Estados Unidos. En México, principalmente, el Partido Acción Nacional.
En las últimas dos décadas el ciudadano se ha convertido en el sujeto central de los partidos y en la sustancia de la democracia en México. La centralidad del ciudadano se debe primordialmente a las tecnologías de la información. El ciudadano sustancia a la democracia porque, en mayor medida, vota según su libre albedrío. Es decir, la disciplina de partido no es necesariamente atendida debido a una cantidad de factores, que van desde el rechazo a sus propios candidatos, deslealtad o a conductas mercenarias. No hay que confundir ciudadano con elector, pues éste puede ser siervo.
Puesto que la democracia es un proceso, dar por hecha su inevitabilidad sería un error. Contra lo que generalmente se piensa la democracia no es global. Son más los países y el número de habitantes gobernados por gobiernos autoritarios, que los democráticos. La suma de China, Rusia, la mayoría de las naciones árabes y africanas, nos indican la fuerte presencia del poder vertical.
Lamentablemente nuestro continente no pasa por su mejor momento democrático: a lo largo de los 23 años de mediciones realizadas por el Latinobarómetro, la democracia alcanzó su apoyo más alto en 1997 (63 por ciento) y en 2010 (61). Para 2018 el apoyo llegó al 48 por ciento.
En el caso de México es evidente la crisis de los partidos políticos. El sistema de partidos está roto. Todos padecen del mismo mal, la pobreza de sus liderazgos y todo lo que ello conlleva: discurso sin análisis ni propuesta y notoria incapacidad para realizar cambios de fondo.
El proyecto de Plataforma Siglo 21, parece un ancianato, que ni siquiera ha podido gestionar el consenso para el traslado del registro del PRD; el PAN, al que alguna vez Soledad Loaeza llamó “impecable partido de ciudadanos”, sigue viviendo su noche de los cuchillos largos; y el PRI, se aferra a su pasado. En este contexto, Morena se está alzando como el remplazo del partido casi único sin las causas de una revolución social, como fue el caso del PRI, pero con las tentaciones del poder sin límite.
La democracia es un cuerpo vivo, ahora en crisis, que exige la regeneración de los partidos políticos. En las sociedades contemporáneas no hay democracia sin partidos. La democracia directa es para atender asuntos domésticos y, hasta ahora, no hay fórmulas que puedan substituir a la democracia representativa.
Las alarmas están prendidas.