EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Denis Johnson, el triunfo sobre la muerte

Federico Vite

Mayo 04, 2021

El nombre del escritor Denis Johnson está asociado al realismo, una tendencia literaria que en manos de autores como Richard Yates, Tobias Wolff y Richard Ford adquirió proporciones asombrosas y ejemplares en la postrimería del siglo XX. Yates, Wolff y Ford mostraron lo que es capaz de revelar un protagonista que se enfrenta, sin amaneramientos de estilo, a una circunstancia adversa. Hay ejemplos sobresalientes como Revolutionary road (Yates, 1961 ); En el jardín de los mártires estadunidenses (Wolff, 1981); y El día de la independencia, (Ford, 1995). A este magro enlistado sumo el libro de cuentos El hijo de Jesús (1992) y la novela Ángeles derrotados (1983), de Johnson. Pero agrego uno más, desgraciadamente el último del autor que hoy comento, quien falleció en 2017 en Estados Unidos. Hablo de El favor de la sirena (Traducción: Javier Calvo. España, Random House, 2018, 190 páginas).
Este libro póstumo de Johnson reúne cinco textos: El favor de la sirena, El starlight de Idaho, Bob el estrangulador, Triunfo sobre la tumba y Doppelgänger, poltergeist. Todos son de gran manufactura, pero en los que encuentro el pulso potente y la gran intensidad de Johnson es justamente en Triunfo sobre la tumba y Doppelgänger, poltergeist.
Mención aparte merece El favor de la sirena, cuento que abre senderos narrativos y propicia una expansión inusitada del corpus literario. Johnson se propone armar una trama mediante anécdotas sensibles (y devastadoras, como el hecho de que una mujer bese un muñón y termine enamorada de un cojo) que hayan propiciado un silencio. Bajo ese hilo conductor se condensan momentos de gran intensidad que se difuminan justamente cuando el narrador en primera persona cambia el tema de la unidad narrativa y cierra finalmente el abanico estilístico con su aportación a los silencios. La destreza técnica acá expuesta es formidable. Me parece un buen ejemplo para mostrarle a los noveles autores cómo puede abordarse un tema que aparentemente ofrece poco, pero en manos de un narrador adecuado cobra extraordinaria relevancia. Me refiero al uso del silencio. Aún así, con todos estos atributos a favor, me quedo con Doppelgänger, poltergeist, un cuento que indaga una importantísima veta cultural de Estados Unidos: la muerte de Elvis Presley. Pero esa es sólo una de las dos historias en cuestión; la otra, interesante por muchos motivos, habla de un profesor de literatura que intenta enseñar poesía. Esa labor da frutos y aunque la vida personal del teacher va mal, logra hacerse de un pupilo, un alumno a quien el narrador respeta (el texto está narrado en primera persona) y lo involucra en el misterio de la muerte de Presley, que no es otra cosa que un pretexto para hablar del hermano muerto del poeta. Una joya técnica con un tema sumamente atractivo: la poesía y el rock, la literatura y la muerte. Dicho de otra forma, Johnson expone en este cuento el universo interno de un poeta. Sirva Doppelgänger, poltergeist para mostrar que un cuento ejemplar reúne características indisolubles: un buen tema trabajado con gran destreza técnica. Aquí ronda la idea de la muerte, pero no es posible sondearla sino intuirla de manera inusitada y progresivamente. El narrador detalla ese imbricado acto de revelaciones que es la poesía y eso incluye a un poeta y a la muerte: asuntos esenciales pues. Esto me conduce directamente a Triunfo sobre la tumba. Texto que inicia con la nota de una crónica. Comienza en presente y hace un largo salto al pasado para explicarnos por qué se titula como se titula este relato. Testimonia la muerte de varios escritores y, sobre todo, la manera (son importantes las formas en las despedidas) de consumar el adiós. Pero aparte de enfatizar la muerte, el asunto va más allá de la promesa del título, pues literalmente la carne (disculpen que hable en términos gastronómicos), la corporeidad del texto toca al lector. Pero lo que Johnson sondea no es la muerte sino la vida. Y con la vida, un escritor siempre habla de sí mismo y su entorno. El narrador pone en perspectiva el oficio de escribir: “A veces vienen rachas de pobreza, ansiedad y deudas espantosas, pero nada dura para siempre. He pasado de mendigo a millonario más de una vez. Da igual lo que te pase, lo pones en la página, le das forma y enfoque. En realidad no es muy distinto de filmar un desfile de nubes por el cielo y decir que es una película, aunque hay que admitir que las nubes pueden descender, cogerte en volandas y llevarte a toda clase de sitios, algunos terribles, y luego te pasas años y años sin volver a tu lugar de origen”. Hay aquí una lección de oficio literario: contar la historia es lo importante, lo único, sin que el autor tenga valía.
Lo interesante de esta crónica que se convierte en cuento (un proceso bien detallado en el texto) es que el narrador anuda la vida (un sendero a veces largo, a veces corto) a las virtudes de la experiencia literaria. Dicho de otro modo, no hay un momento ideal para narrar una historia. Simplemente ocurre la escritura en el momento adecuado, cuando la vida te ha preparado para escribir eso, lo que chorrea el alma sobre la página en blanco.
De la mano del narrador (Triunfo sobre la tumba está contado en primera persona), asistimos al final de la vida de varios personajes. Por ejemplo, queda cincelada en mi memoria la imagen de una ex esposa enferma que asiste la muerte del ex marido; también se testimonia el adiós de un escritor sin familia. El cáncer se ha expandido por el cerebro y le hace ver fantasmas, convive con ellos de una manera extraordinaria. La vida literaria, como la expone Johnson, es la asimilación de lo vivido. Un proceso de decantación lento y perturbador. Justamente por eso estas líneas de Triunfo sobre la tumba son indispensables de citar: “En la última década y media me he escrito un poco con Jerry Sizemore, pero él no me ha contactado nada por iniciativa propia de los últimos días de Darcy Miller, y yo le he invitado a hacerlo. Tengo entendido, sin embargo, que Jerry Sizemore se pasó treinta y un días sentado las veinticuatro horas a la cabecera de su cama, hasta que Darcy expiró […]. Ah, y hace unas semanas mi amiga Nan, la viuda de Robert –si recuerdan ustedes mi impactante llamada telefónica del principio mismo de esta crónica–, enfermó y falleció también en el condado de Marin. No importa. El mundo sigue girando. Es evidente para usted que mientras escribo esto no he muerto. Pero puede que sí cuando lea esto”.
Estos tres cuentos confirman una de las obsesiones de Johnson; más bien, apuntalan una tesis: cuando más vivo está uno, la muerte se acerca. Cuando más se nos revela la muerte, la vida ofrece una tregua. Como bien dice el autor de Doppelgänger, poltergeist: “La vida después de la muerte, los fantasmas, el paraíso, la eternidad, lógicamente son cosas que damos por sentadas. Si no, ¿dónde estaría la diversión”. El aquí y el ahora, como ustedes bien saben, es lo único que importa. Lo único.