EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¡Depredadores! no santos inocentes

Abelardo Martín M.

Diciembre 30, 2016

Hace exactamente 40 años que el presidente José López Portillo se sacó un as de la manga y anunció el inicio de la ruta mexicana hacia “la abundancia” y nombró a un auténtico patriota como director general de Petróleos Mexicanos, al ingeniero Jorge Díaz Serrano, quien en unos cuantos años convirtió a México en uno de los principales países productores de petróleo en el mundo.
López Portillo soñó con un México próspero, equitativo y moderno, pero le faltó considerar que él mismo canceló sus aspiraciones cuando apoyó (o nombró) como su sucesor a Miguel de la Madrid Hurtado, quien incrustó al país en la ruta del neoliberalismo económico y la entrega del patrimonio nacional a intereses particulares y extranjeros.
El gobierno mexicano tiene amplias aptitudes depredadoras, característica ampliamente compartida por el pueblo que lo elige.
Los recursos petroleros mexicanos se dilapidaron en 40 años: billones y billones de dólares se obtuvieron de la venta de petróleo y no se convirtieron en mejores hospitales, escuelas o mejor infraestructura, simplemente se tiraron al caño de la burocracia, de la incapacidad de varios gobiernos que no fueron capaces de proteger el patrimonio de los mexicanos, que como un padre desobligado y vicioso, egoísta e irresponsable, se gastó los ingresos en francachelas y parrandas.
Resulta incomprensible que México, con la empresa petrolera número 4 en el mundo, adonde la colocó la inteligencia, el patriotismo y el trabajo de Jorge Díaz Serrano, sea hoy un importador de gasolinas, productos petroquímicos, fertilizantes y un sinnúmero de productos derivados del petróleo. Los mexicanos merecerían un castigo supremo por esta desvergüenza.
El gobierno no es culpable sólo. Detrás de él están los mexicanos pusilánimes, dejados y abandonados, conformistas e ingobernables que se consuelan, de tanto en tanto, con las absurdas promesas de campaña y los estúpidos spots de “logros” inflados que confirman la vigencia de “gobiernos del spot”, cuyos representantes se tragan la mentira de que su exposición mediática resulta en aceptación de la ciudadanía. Nada más absurdo.
El aumento en el precio de las gasolinas, previo a la libre cotización de acuerdo al mercado a partir del 3 de febrero próximo, es consecuencia de la dilapidación de un país que se soñó petrolero y hoy debe enfrentar la cruda realidad: importador de gasolinas porque los dólares que ingresaron nunca se reinvirtieron en plantas de procesamiento de hidrocarburos, se gastaron sin ton ni son, de acuerdo a la más pura idiosincracia mexicana.
Esta no es la primera vez que recursos de la naturaleza se dilapida. Ya ocurrió con las minas de todo tipo de metales, con los ferrocarriles, las telecomunicaciones y con playas y costas que han sido depredadas por una industria turística ingobernable que hace lo que le viene en gana, desde la construcción de hoteles o instalaciones sin respetar a la naturaleza.
México es uno de los muy pocos, si no es que el único en el mundo, en donde los hoteles y edificios se construyen sobre la playa. En casi todos los demás países del mundo, no se diga sólo los llamados del primer mundo, las playas son públicas, a las que les siguen amplias avenidas y, después, se construyen los hoteles.
Acapulco es el ejemplo mejor acabado de depredación en cuya avenida principal, la Costera, está abandonada, luce corriente e incómoda, sin atractivos auténticos y sí coladeras rebasadas de aguas malolientes, entradas de playa oscuras e irregulares y sin la posibilidad de ver el mar, porque hoteles y restaurantes se adueñaron no sólo de los terrenos, sino también de la vista y del ambiente.
Ello sin contar con la violencia en el estado de Guerrero, cuya suma es interminable.
El fondo del problema es la nula valoración de los recursos naturales, la poca autoestima de los mexicanos en sí mismos y una sucesión de gobiernos incapaces, irresponsables; ciegos y sordos; soberbios y necios que viven montados en el engaño, en la manipulación y la mentira al pueblo, al que pretenden mantener en babia, idiotizados a través de mensajes repetitivos e insulsos, falsos y degradantes de quien los emite.
Depredadores, pues, y no santos inocentes.
La catarata de opiniones de funcionarios incapaces acerca de los “beneficios” que traerán los aumentos al precio de las gasolinas, lo único que están produciendo es el enojo de la ciudadanía, lo que los tiene, en realidad, sin cuidado en el municipio, en los estados o en la federación.
Los recursos petroleros se tiraron, se dilapidaron y no hay más que apechugar, aguantarse y ser testigo de que no sólo es con el petróleo, también con el turismo o con lo que se nos ponga enfrente. Asi somos los mexicanos, así es nuestro gobierno: depredadores.