EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desarrollo estabilizador o estancamiento estabilizado

Héctor Manuel Popoca Boone

Junio 16, 2005

No es cierto que nuestra economía crezca. Mucho menos que en estos últimos 20 años hayamos tenido desarrollo económico amplio e integral. Las estadísticas muestran que a lo largo de los últimos cuatro lustros, el crecimiento de la riqueza nacional es de un tres por ciento promedio anual. Pero este crecimiento económico se lo come el dos y medio por ciento de crecimiento que nuestra población tiene anualmente. En términos reales, por tanto, nuestra economía tiene un crecimiento insignificante de 0.5 por ciento anual. En términos prácticos, no crecemos. Tenemos una economía estancada.

No crecemos porque no invertimos. No invertimos porque el excedente económico generado año con año, lo destinamos a otras cosas. Una parte, se lo llevan a sus países de origen las empresas que tienen inversiones extranjeras en México. Otra parte, los muy ricos de México, empresarios y políticos, envían su dinero a guardarlo en bancos en otros países. Otra parte, el gobierno la destina a pagar la deuda grande que tenemos tanto externa como interna. Total, no queda mucho excedente económico para reinvertirlo productivamente.

Si a lo anterior le agregamos que la mayoría de los bancos en México están en manos extranjeras, resulta que es ínfimo lo que prestan al sector productivo del país. Las divisas que se obtienen por las exportaciones, se nulifican por el monto que gastamos en las importaciones. Realmente el panorama en materia de inversión productiva nacional es desolador. Si algo nos salva en parte es el petróleo nacional ¡lo quieren privatizar!, el turismo y las remesas de nuestros pobres paisanos que están trabajando en el exterior.

Al no haber inversiones productivas, ya sea de las empresas o del gobierno, no se generan empleos fijos para la mayoría de la población económicamente apta para trabajar (60 por ciento de la mano de obra nacional está desempleada); orientándose la clase trabajadora, cesante y emergente, a emplearse en: el comercio informal, irse al otro lado de la frontera norte o de plano, dedicarse a la delincuencia.

Al no tener empleo, la mayoría de la población tiene ingresos económicos precarios ¡40 millones de pobres! Que dan por resultante un exangüe poder de compra de bienes y servicios para vivir. A esto se le llama también existencia de un mercado interno débil y frágil. Donde las empresas no pueden vender sus productos, tener ganancias y por consecuencia reinvertir en ampliaciones o nuevas plantas productivas.

En estas circunstancias las únicas empresas que pueden florecer son las que se dedican a la exportación de mercancías así como las orientadas al turismo. Esto es, el crecimiento de nuestra economía depende más de la demanda foránea que del mercado interno.

Se establece así, un círculo económico vicioso. No hay inversión productiva porque no hay quienes compren. No hay compras porque la gente no tiene ingresos económicos. No tienen dinero por falta de empleo. Y no hay empleo porque los empresarios no invierten ante la falta de ganancias. No hay expectativas de utilidades económicas porque no hay mercado interno fuerte que las genere. Todo ello en el contexto de un gobierno débil, económicamente hablando, porque no tiene suficientes fondos públicos, porque a su vez hay poca base gravable de impuestos que recaudar tanto al capital, al trabajo como al consumo. El estancamiento puro, pues.

El que tiene que romper este círculo vicioso es el gobierno federal. Necesariamente es la intervención del Estado en la economía, como ha sucedido en diferentes momentos de la historia del capitalismo mundial. La iniciativa privada no lo va hacer. Pero el gobierno actual se niega a hacerlo. La postura neoliberal es rechazar el potencial del gasto público para estimular la actividad económica ante condiciones de estancamiento como la que tenemos.

No quiere el gobierno federal violentar la estabilidad de las variables macroeconómicas que los organismos internacionales de financiamiento, el Fondo Monetario Internacional, el Bando Mundial y el propio gobierno de Estados Unidos le han obligado a observar, so pena de negarle los cuantiosos prestamos externos, a los que ha tenido que recurrir para salir de las crisis económicas recurrentes en que hemos caído, en los últimos 20 años.

El error del credo económico neoliberal es que ve la estabilidad de las variables macroeconómicas como un fin y no como un medio para el sano y creciente desenvolvimiento de una economía.

De esta manera: el cero déficit fiscal (no gastar más de lo que ingresa por impuestos), lograr menos del 3 por ciento de inflación (no emitir y reducir, de vez en vez, circulante monetario) y la variabilidad de las tasas de interés bancario (siempre a la alza para evitar devaluaciones ante déficit entre los que exportamos e importamos), nos ha llevado a tener una economía especulativa más que productiva, con desempleo masivo, orientada al mercado externo más que al mercado interno, con una inequitativa distribución social del ingreso (20 por ciento de las familias más ricas concentran el 50 por ciento de la riqueza nacional, mientras que el 20 por ciento de las más pobres no alcanzan a tener 0ni el 5 por ciento del producto nacional generado) y con nulo, raquítico o mediocre crecimiento económico.

PD1. No pervirtamos a la crítica: no la pongamos al servicio de nuestros odios y rencores; pero tampoco la postremos en aras de la adulación y la egolatría. Es deber del gobierno democrático respetar la libertad de expresión y garantizar las circunstancias y condiciones favorables para que ésta se despliegue.

PD2. Si la leche es poca, al niño le toca; y si éste es pobre, que no se le cobre. Estoy de acuerdo en ordenar y depurar el programa de despensas escolares, más no excluir por insolvencias económicas a meritorios infantes necesitados.

PD3. Aplicando las lecciones de la fábula de Lafontaine a la realidad política de Acapulco, digamos que el próximo gobierno municipal, debe actuar bajo el signo de la hormiga y no de la cigarra. Esto es, que se distinga por su laboriosidad, su buena administración y capacidad de prevención; en lugar de la displicencia, holgazanería y malbaratería. En eso, no hay otro en el escenario como Walton.