EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desastre educativo

Héctor Manuel Popoca Boone

Julio 23, 2022

¿Alguien ha visto a Vicente Suástegui Muñoz?

Hará un año atrás, durante lo más intenso de la pandemia, el pronóstico de los especialistas era que por los estragos y secuelas que estaba provocando, pasarían no menos de tres años para recuperar lo perdido en los niveles de desarrollo humano que teníamos antes del flagelo; una vez que estuviera controlado y reducido a una enfermedad endémica.
Los principales sectores de la actividad social que ya acusaban déficits importantes eran y son todavía: la economía, seguridad pública, salud, y educación.
A la fecha, no contamos con suficientes indicadores cuantitativos, consistentes y confiables, tanto a nivel nacional como estatal, que nos den cuenta de la magnitud precisa del desastre en el ámbito de la educación. No obstante, existen una serie de encuestas y cifras valorativas parciales que nos sirven como puntos de referencia para acercarnos a la cruda realidad.
Antes del Covid-19, ya Guerrero junto con Oaxaca y Chiapas, estaban ubicados en el sótano del país, en cuanto a nivel educativo promedio de sus habitantes. Hoy, el territorio guerrerense, está más abajo de las dos entidades anteriormente mencionadas. El nivel educativo promedio de la población en el año 2020, era de 8.2 años de escolaridad básica (Inegi); es decir, no más del segundo año de educación secundaria. Con el cierre de escuelas a causa de la pandemia, algunos especialistas del ramo, estiman que hemos retrocedido un año y medio de escolaridad, situándonos en un nivel promedio no superior a 6.5 años de escolaridad. Un poco más de la primaria completa, nada más.
Cifras de una encuesta valorativa de la deserción y calidad de la educación básica pública en Guerrero en tiempos del Covid-19 (Ver Blog: “educación y pandemia” de la revista Nexos), arrojan que únicamente un ¡30 por ciento! de los alumnos que tomaron clases vía Internet, asimilaron medianamente los conocimientos impartidos a distancia. La población incorporada a la educación básica en el año 2020 era de 907 mil 399 infantes y púberes.
En otras palabras: durante los dos años que dura la pandemia, el logro de aprendizajes adicionales es bajo en poco más de 635 mil escolares de primaria-secundaria.
Es importante hacer notar que, en diez años, apenas logró subir un grado en la escolaridad promedio de su población, a pesar que la matriculación educativa alcanzó, en el año 2020, niveles aceptables, a excepción del nivel preescolar.
Se está incrementado nuestro rezago educativo y pasarán varios años en recuperar lo perdido. Esa es la cruda realidad. No olvidemos que toda educación escolarizada está concatenada y no podemos saltarnos los trancos tan solo por decreto. Un pueblo que no mejora realmente su educación, sino que retrocede con el tiempo, estará al borde de una catástrofe social; puesto que será un pueblo sin futuro; un pueblo ciego, mudo, sordo, carente de consciencia social. Será un pueblo “zombi”, sumamente manipulable.
Este relevante estrago en la educación básica de Guerrero, seguramente hará retroceder nuestro índice de desarrollo humano, donde además de tomar en cuenta el ingreso económico de la familia se ponderan también las variables de educación y salud, entre otras.
Abatir el rezago educativo que tenemos acrecentado por el Covid-19 y el deterioro económico en Guerrero, requiere de gran voluntad política, valor y resolución firme de los gobernantes. Conlleva empezar a transformar de raíz nuestro sistema estatal de educación pública: su infraestructura física deteriorada, saqueada y deficitaria; sus recursos económicos insuficientes y mal distribuidos, rehabilitar y capacitar mejor a buena parte de su personal que está amañado y en permanente posición egoísta. Es imperativo erradicar las corruptelas y la simulación, enquistadas y prohijadas burocráticamente. Revisar y actualizar los contenidos y métodos de enseñanza para que estén acordes a las realidades y circunstancias nuevas determinantes.
Esa labor de limpia integral de nuestro sistema estatal de educación pública, de suyo polifacético y multidimensional, deben hacerla, conjuntamente y en forma coordinada, los gobernantes (federal, estatal y municipales); funcionarios y directivos; la base magisterial; los sindicatos y los padres de familia. Todos. De lo contrario seguiremos en el pantano de la mediocridad incrementada y de una desigualdad social cada vez más profunda, con mayor anchura en la falta de oportunidades para el desarrollo personal de todos los guerrerenses.

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