EL-SUR

Martes 10 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desde la espesura de la Montaña contra la minería extractiva

Tlachinollan

Octubre 09, 2017

De diferentes lugares de la república mexicana y de Cajamarca Perú, llegaron a Malinaltepec autoridades y líderes comunitarios de los pueblos indígenas que están en pie de lucha en defensa de sus territorios. Los días 7 y 8 de octubre se realizó el Encuentro Nacional contra el Modelo Extractivo Minero para compartir experiencias que desde las trincheras de la resistencia comunitaria libran los dueños de los reservorios sagrados, que le dan sustento a las poblaciones urbanas y las empresas que promueven megaproyectos depredadores. Esta lucha desigual la libran los pueblos que se defendieron desde que pelearon contra el coloniaje hace ya 525 años.
La sabiduría secular de las mujeres y hombres del fuego y de la lluvia es como la niebla que empapa con su rocío a la montaña para darle vida y hacer crecer su follaje. Con esa destilación del saber de los principales del pueblo, el presidente del Comisariado de Bienes Ejidales de Zitlaltepec, en su saludo de bienvenida expresó con elocuencia: “Como pueblos somos como la roca que no se quiebra, como la montaña que se mantiene infranqueable, como los grandes árboles cuyas raíces se alimentan de las aguas subterráneas.”
Juntos somos como la fuerza del viento y como las aguas de las cascadas. Nuestra palabra es luz como el relámpago y flecha punzante como el rayo que descarga su furia contra quienes mancillan a nuestra madre tierra. Esa madre que nos reclama defenderla aún a costa de nuestras vidas. A lo largo de los siglos hemos entendido que solos y separados somos como las hojas secas de los árboles, que cualquier viento se las lleva. Por eso, estamos juntos como los ahuehuetes que le dan vida a la montaña.
Hace cinco años decidimos trabajar juntos como lo hacemos en la parcela, trabajando parejo y sin descanso. En este trabajo no hay jerarquías ni privilegios, más bien, todos estamos llamados a dar servicio, a ofrecer nuestro trabajo de manera gratuita y a obedecer lo que dice la mayoría. En la asamblea todos tenemos voz y voto. A nadie se le impide participar porque es la máxima instancia donde analizamos nuestros pueblos y vemos qué acciones son las que más nos conviene hacer.
En estos años los pueblos hemos tenido que enfrentar a los mismos funcionarios de las dependencias públicas que se han encargado de legalizar el despojo de nuestros territorios. Primero empezaron con programas nuevos como el Procede, luego nos condicionaron los apoyos del Procampo y nos obligaron a parcelar nuestra tierra. En las mismas asambleas los visitadores de la Procuraduría Agraria llegaban a dirigir las reuniones como si fueran las máximas autoridades. Su intención fue relegar a nuestras autoridades, no les dan el lugar que nosotros les damos. Son más bien los ingenieros, que por sus conocimientos técnicos, quieren imponer otra forma de organización de nuestro núcleo agrario. Podemos decir que entraron a nuestras asambleas como si fuera su casa y querían servirse con la cuchara grande como si ellos fueran los dueños de nuestras tierras. Los funcionarios de la Procuraduría Agraria, sin respetar nuestras normas, convocaban a reuniones para plantearnos algunos proyectos. Hablaban con el comisariado a solas para convencerlo de que autorizara para  realizar algunos estudios del suelo para saber qué tipo de minerales teníamos. También nos empezaron a explicar cómo podíamos obtener recursos económicos con el cuidado de nuestros bienes naturales. Se nos hacía raro que ahora fueran a pagarnos por cuidar nuestra agua y nuestro bosque. Varios comisariados firmaron convenios hasta por 30 años, sin saber que estaban dejando en manos de gente ajena al pueblo el futuro de nuestro patrimonio.
Por todas esas trampas y formas engañosas de trabajar, nos juntamos y formamos el Consejo Regional de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio y contra la Minería. Fue en este espacio  donde compartimos experiencias valiosas. Aquí abrimos nuestros ojos como pueblos, sobre todo nos dimos cuenta que el gobierno no nos respeta, que ignora la forma como tomamos decisiones. En este consejo lo que importa es la palabra de nuestras autoridades, es muy importante la opinión de quienes trabajamos el campo y defendemos la tierra. Nos asumimos como hombres y mujeres que tenemos cultura, que guardamos un gran respeto por la naturaleza, y que nuestros sistemas normativos están orientados a proteger nuestros bienes naturales.
Nunca habíamos experimentado una embestida tan grande por parte de las empresas mineras que cuentan con el respaldo del gobierno. Los empresarios no sólo tienen la ley de su lado, también cuentan con el respaldo de todo el aparato de seguridad del gobierno. Últimamente hemos visto cómo se alían con los grupos de la delincuencia organizada. Con tal de que no les afecten en sus ganancias, pactan con ellos, les piden que se encarguen de la seguridad de la mina. Lo hacen así para que la gente que no está conforme con la mina, viva atemorizada porque sabe que la delincuencia va a defender al empresario.
Vemos cómo los dueños del dinero y los señores del poder siguen conquistando nuestros territorios con el fin de saquear nuestros recursos minerales, forestales y acuíferos, con el argumento falaz de que el desarrollo implica cambios en las leyes y en la manera de poseer nuestros territorios. El desarrollo es que los mantos acuíferos se sobreexploten en beneficio de la mina; que los trabajadores acepten las condiciones laborales que impone la mina; que los daños ambientales y a la salud los pague la misma población pobre, que no cuenta con posibilidades de demandar a la empresa y de obligar a que repare los daños.
En este encuentro nacional analizamos cómo los modelos extractivos mineros representan una de las políticas más despiadadas que nos aquejan porque se basan en el despojo progresivo de nuestros  territorios; impulsan el saqueo y la destrucción de los bienes naturales. Atentan directamente contra la integralidad de la vida. Destruyen el tejido comunitario y las redes de solidaridad, promueven el individualismo y el consumismo de bienes superfluos.  Desvirtúan nuestra forma de convivir basada en la comunalidad. Amenazan y desmantelan nuestros procesos identitarios y culturales, que en consecuencia son totalmente contrarios y contradictorios con la falsa premisa del progreso y el desarrollo que nos imponen con este tipo de proyectos.
Estos días de intercambio y reflexión entre pueblos hermanos que estamos en resistencia contra los proyectos mineros, pudimos reconocer el monstruo del gran capital que es voraz y no respeta limites territoriales ni fronteras nacionales. La destrucción es parte de su misma esencia porque para generar riqueza necesariamente tiene que extraerla destruyendo el hábitat. Caímos en la cuenta que este problema es generalizado en América Latina. La experiencia de Cajamarca , Perú fue muy ilustrativa porque vimos cómo los mismos gobiernos y empresarios se alían para arremeter contra la población que se organiza. Si lucha le fabrica delitos a sus líderes y si la gente se resiste se colude con la delincuencia para que se encargue de expulsarla de su propio espacio.  Vimos cómo la película del apocalipsis se repite en cada pueblo, lo que demuestra que enfrentamos a un sistema depredador que impone un modelo de extracción basado en el engaño y el desplazamiento forzado. El papel de los políticos es legalizar el despojo y utilizar a la policía y el ejército para ocupar los territorios y generar terror. La minería a cielo abierto que quiere venderse como la panacea del desarrollo en nuestro estado no es más que la nueva versión del coloniaje que lleva en primera fila a los grandes emporios mineros para someter con dinero constante y sonante a gobiernos débiles y corruptos, que en lugar de asumir la rectoría del Estado para garantizar los derechos básicos de una población empobrecida, declina su responsabilidad para que las empresas se erijan en los nuevos poderes fácticos que invaden territorios en nombre del progreso.
Queremos decir que como pueblos indígenas somos presente y futuro en nuestro continente, porque encarnamos el pasado con  nuestra sabiduría y nuestra experiencia, donde hemos demostrado que somos parte de una civilización esplendorosa que no puede ser negada ni pisoteada. Somos pueblos que no estamos contra la vida, por el contrario, somos portadores de la vida pero en colectivo, por eso la defendemos con todas nuestras fuerzas. Somos culturas que privilegiamos el bien de la colectividad y pugnamos por un mundo justo que también respete los derechos de nuestra madre tierra. Tenemos mucho que aportar para preservar nuestro ambiente y nuestro planeta. El calentamiento global nos afecta a todas y todos, incluso a todos aquellos que nos vienen a hacer daño.
Los dueños del dinero son los profetas de la muerte y los forjadores del apocalipsis. Con el oro que extraen de las profundidades del subsuelo no regeneran la vida ni la naturaleza, por el contrario, la matan, la destruyen.  El dinero no se come. Nosotros comemos de nuestro trabajo, con nuestras manos y con las bondades que nos da la tierra; sus árboles, sus ríos, sus arroyos y sus montañas. La tierra nos da todo, es nuestro sustento y nuestro corazón.
En nuestra montaña no pasaran las mineras, porque hay pueblos con historia y dignidad. Porque en esta espesura habitan culturas que han sabido resistir los embates del gran capital, han logrado levantar el acero para gritar que la tierra no se vende, se ama y se defiende.