EL-SUR

Viernes 10 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desde Zihuatanejo

Silvestre Pacheco León

Junio 18, 2017

El reencuentro

Se habían citado en una esquina del centro, en la zona de las cafeterías.
Francisco llegó a la cita con algunos minutos de anticipación para ubicar el mejor lugar del encuentro.
Era la primera vez en quince años que volverían a verse, bueno eso era un decir porque viviendo en la misma ciudad era normal que llegaran a encontrarse, pero del saludo y algún comentario intrascendente no pasaba.
Francisco y Verónica eran conocidos en el puerto porque juntos lideraron a la izquierda hasta hacerla una opción de poder en el municipio.
Después de recorrer tres cafeterías de las calles peatonales y mientras hacía cuentas de la cantidad de negocios nuevos, Francisco se encaminó a la esquina seguro de que había hecho la mejor elección del lugar.
Verónica apareció a la hora convenida, pero no caminando, sino en auto y sin bajarse hizo señas a Francisco para que subiera.
Qué te parece si mejor vamos al café de Ixtapa, le dijo en seguida, lo han remodelado y se está a gusto en su terraza.
No tengo objeción y me parece buena idea, la tarde está fresca y la verdad se me antoja un buen café. Espero que sigan haciendo el mejor capuchino de aquí.
En Ixtapa era el lugar preferido por los dos en aquellos sus años juveniles, pero desde la ruptura Francisco no había vuelto a pararse en el café.
En el camino a Ixtapa platicaron de la intensa lluvia que provocó el primer huracán de la temporada que sólo a ratos se calmaba durante los últimos tres días.
–Es de esas lluvias que todo lo mojan, aunque no haya truenos ni relámpagos, dijo Verónica.
–A mí la lluvia tranquila me llena de nostalgia, sobre todo si estoy donde no me moje, con un libro en la mano, respondió Francisco de cara al Mirador, con la zona turística a sus pies y en el horizonte el listón azul de la bahía que pocos conocen por su nombre del Palmar.
– A lo mejor nada más te llega el olor del perfume que me puse, pero tengo incomodidad porque toda mi ropa huele a humedad. Ése olor lo detesto, no me trae buenos recuerdos, dijo Verónica con un gesto de contrariedad.
–Yo pensé que te habías perfumado para mí, no para “Calvin”, respondió Francisco en tono de broma.
–Esa es la segunda intención, porque a “Calvin” debemos agradecerle que se llevó el calor, se siguió Verónica con la broma.
–Bueno que a las tormentas ahora les pongan nombres masculinos, ¿verdad?
–Es parte de los avances democráticos, ¿no?
A pesar de tanto tiempo transcurrido sin volver a tratarse, a Francisco le parecía que nada había cambiado en su relación, sólo la apariencia, se decía recordando su cabeza encanecida. Sin embargo, Verónica se veía igual, siempre juvenil, salvo por algunos de sus cabellos blancos que resaltaban en su abundante cabellera.
–Por cierto, ya que hablamos de democracia, me encontré por la mañana a la maestra Inés, platicamos un poco sobre las elecciones del Estado de México.
–Está indignada, supongo.
–Ella dice que con el cochinero que hizo el gobierno nadie puede hablar de avance democrático.
–Me recordó los tiempos aquellos de nuestras luchas heroicas tratando de que la gente creyera en el voto.
–Es cierto, ¿te acuerdas que eran muy pocos quienes sabían votar?
–Y también de los que controlaban las elecciones.
–Cuando el PRI ganaba con los votos que el gobierno quería.
–Por eso la gente estaba alejada de las elecciones.
–Oye, pero ¿no crees que sigue siendo igual ahora? los que votan difícilmente hacen mayoría.
Pronto Verónica y Francisco llegaron a Ixtapa. En el boulevard encontraron estacionamiento a pesar de que todo se miraba lleno.
–Siempre es digno de celebrarse que tengamos muchos visitantes a pesar de que ya comienza en la temporada baja, dijo Verónica cuando terminó de estacionarse.
–Y sobre todo que haya lugar para nosotros. Apenas escuché a un turistero en el banco decir que en Ixtapa ya no hay temporada baja, “que su boca sea de sabio, me dije”.
Cuando la pareja llegó a la cafetería ésta se encontraba desierta. Ni siquiera un dependiente había en el lugar. De todos modos se sentaron buscando la sombra de la tarde soleada.
Como no tenían prisa ninguno de los dos se incomodó por la tardanza del servicio. Mientras, se pusieron a recordar viejos tiempos cuando siendo jóvenes se encontraron un día compitiendo en una asamblea del partido. Francisco había ganado la coordinación regional y Verónica la municipal. Hicieron un gran equipo para la política y pronto aquel reducido grupo de militantes de izquierda creció en número e influencia.
–Oye, pero qué más te dijo Inés. Ya hace tiempo que no la veo.
–Pues aparte de confesarme su decepción por los resultados, dice que ella no ve avances democráticos en el país.
–¿Ni siquiera se contagió con el ánimo de Delfina Gómez?
–¿De que hizo temblar al PRI en su madriguera? Jajaja.
–Me platicó que en su pueblo del Coacoyul se sabe que salió un autobús con puros jóvenes para votar por el PRI. Hasta el nombre del organizador me dijo. Dice que eso mismo sucedió en el municipio de la Unión y no sé de cuántos municipios más de la Costa Grande, pero no sabe si alguien lo está documentando.
–Como siempre sucede, son sólo dichos y eso sólo está bien para la plática porque en política lo que vale son las pruebas, y más para impugnar.
–Lo que sí me saca de onda es cuando escucho que Morena no tuvo representantes en el 30 por ciento de las casillas. Es la historia que se repite ¿No crees que de eso se aprovechó el PRI?
–Las elecciones no son un día de campo.
–¿Haz leído lo último del fraude? Dicen que en los resultados preliminares del INE le quitaron muchos votos a Delfina que aparecen repartidos entre diferentes partidos. Hay una muestra hecha por un especialista que sumó mecánicamente los resultados de las actas y sostiene que el partido triunfador fue favorecido con unos 7 mil votos por distrito.
El dependiente del café por fin hizo acto de presencia con una excusa que pareció justa para su ausencia.
–A esta hora de por sí nadie viene porque no hay un solo lugar de sombra en la terraza, comentó mientras tomaba la orden.
–Pero nosotros traemos una nube, dijo Francisco en broma celebrando que el sol se había opacado.
Mientras el mesero preparaba el pedido Verónica insistió sobre el tema de la cita.
–Dime pues lo que quieres que platiquemos.