EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desigualdad

Florencio Salazar

Febrero 04, 2020

 

Las frustraciones, la hostilidad y la ira que genera la pobreza más absoluta no pueden ser sostén de la paz en ninguna sociedad. Muhammad Yunus.

La desigualdad es la más tremenda de las injusticias. La globalización tiende a ensanchar la brecha bajo el argumento de que cada quien es responsable de sus oportunidades, de su vida. Se elogia a quienes refulgen en la sociedad y cuyos orígenes son modestos. Desde que Colosio dijo que era hijo del esfuerzo, muchos se llenan la boca con la misma frase.
Abundan los best seller sobre superación personal, cómo hacer amigos, emprender negocios de la nada y volverse millonario al instante. Amplios sectores de la industria enfocan sus baterías a hacer deseable cosas innecesarias con el fin de crear expectativas de status. Bajo la épica de tú puedes, se presenta el fenómeno de la desigualdad como asunto de voluntad personal. O sea, eres pobre por perezoso.
Las semillas germinan en condiciones óptimas. Suponer que la desigualdad se abate por la pura voluntad individual, equivale a sembrar sandías en el desierto y luego hacer responsable a la fruta tropical por no fructificar.
Los seres humanos nacemos con los mismos derechos, pero no con las mismas oportunidades para disfrutarlos. Los más pobres ignoran que tienen derechos y si los conocen no saben cómo ejercerlos. El derecho a la educación, el derecho a la salud, el derecho al trabajo… todos consagrados en nuestra Constitución.
(A nuestros presidentes les encanta incorporar derechos a la Constitución y con esa fórmula han intentado crear un país igualitario y justo. Ah, pero qué terca sigue siendo la realidad, pues la desigualdad sigue ahí, como enemigo artero).
Para que haya desarrollo personal se necesita que el nacimiento ocurra en una familia con ingresos: nutrición, desarrollo cerebral; después acceso a la salud, a la educación. Disponer de esos recursos significaría jugar en cancha pareja. Esa cancha pareja haría posible acceder al empleo, es decir, al ingreso y al patrimonio.
La desigualdad hace posible los cambios hasta en la física. En la balanza del ingreso –que mide la desigualdad– los pocos que tienen mucho pesan más que los muchos que tienen menos. La desigualdad en México se ha mantenido “sin modificaciones relevantes” en los últimos seis años (Inegi, 2019). Sinceramente, deseo que el Presidente López Obrador haga la diferencia.
En pobreza extrema las personas tienen poca conciencia de su condición. Parecen conformarse con su destino: han sido pobres y seguirán pobres. Apiñados en las poblaciones urbanas, los pobres expresan su malestar; contrastan su condición así sea con los que están un poco arriba de ellos.
El sur de México es la región de la desigualdad. La forman las tres entidades con mayor atraso: Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
En el sur la población de 15 años y más cuando mucho llega al segundo año de secundaria, con mínimas variaciones entre las entidades. Trece de cada 100 chiapanecos, no saben leer ni escribir; 13 de cada 100 oaxaqueños; y 14 de cada 100 guerrerenses (Inegi, 2015).
Los datos siempre son reveladores. Por ejemplo, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad con valores que van de 0 a 1. “Un valor que tiende a uno refleja mayor desigualdad en la distribución del ingreso”, pero si tiende a 0 es más equitativa la distribución del ingreso. (Coneval 2010).
El coeficiente Gini arroja los siguientes datos: Oaxaca con 0,511, primer lugar; Guerrero, 0,514, segundo lugar; y Chiapas, 0,541, tercer lugar. Pero el indicador también señala que Oaxaca y Chiapas tienen “alta cohesión social” y, de los tres estados surianos solo Guerrero tiene “baja cohesión social”.
Amartya Sen va más allá. La pobreza no debe verse como la falta de ingresos sino como la privación de “capacidades básicas” y advertir al desarrollo como “un medio muy importante para expandir las libertades”.
La pobreza explica los movimientos sociales y armados que ha habido en la región. Los constantes riesgos de la gobernabilidad y la debilidad de sus instituciones. En el caso de Guerrero debemos impulsar solidaridad suficiente a fin de evitar la estéril confrontación social.
En el sur se trabaja mucho y se avanza poco. Sin culpar a la Historia, debemos reconocer que por generaciones algo no hemos hecho bien. Debemos corregir para no quedar atrapados en la miseria.