EL-SUR

Viernes 03 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desigualdad, comunicación y gobernanza

Abelardo Martín M.

Octubre 04, 2022

 

Cada vez es más evidente que uno de los mayores problemas de Acapulco, de Guerrero, de México o de cualquier sociedad (grande o pequeña) o en cualquier familia o grupo, es la desigualdad.
No se trata, en ningún sentido o modo, de pensar o creer en sistemas igualitarios que atentan con la libertad, el libre albedrio, atentar contra la propiedad privada o la autonomía, sino de ser conscientes de que la igualdad debe referirse, estrictamente, a las oportunidades, no a los resultados. La diferencia, la inclusión, la aceptación son los pilares de las auténticas sociedades democráticas, en las que las minorías tienen no sólo salvaguardados y garantizados sus derechos, sino que gozan de respeto y apoyo institucional.
Lo que es no sólo riesgoso, sino grave, es la ausencia de oportunidades equitativas para todos los estratos sociales, la preservación y agravamiento de diferencias, que contribuyen a mantener a importantes y cuantiosos sectores de la sociedad en la marginación, la pobreza, la miseria, la carencia de oportunidades, no sólo de empleo o de vida, sino en especial de salud y educación.
Todos los integrantes de una sociedad bien cimentada y estructurada deben tener la garantía de contar con servicios médicos y educativos oportunos, suficientes, al alcance de todos y con la debida oportunidad. El momento para comprobar la voluntad de los gobernantes para satisfacer esta necesidad es, precisamente, que el congreso del estado y el de la república determinan el presupuesto de egresos, en cuyo contenido se comprueba si, en efecto, existe la decisión de atender las verdaderas necesidades de los guerrerenses y de los mexicanos y se lograría, de paso, reducir la brecha socio-económica-cultural que se agudiza cada vez más. Este es el punto clave, lo demás es palabrería hueca, buena intención, pero pocos resultados.
En un siglo en que a sus inicios parecía posible una etapa de concordia y prosperidad generalizada en el mundo, la acumulación de riqueza ha conllevado, no a mayor justicia y bienestar para todos, sino por el contrario a una desigualdad más acentuada y a conflictos de diversas escalas, el más encarnizado la invasión de Rusia a Ucrania y la sangrenta guerra que de ahí ha seguido. Otros factores se suman, como el calentamiento y desorden del clima, el agotamiento, contaminación y destrucción de recursos naturales, y el imperio de viejos intereses políticos y económicos de grupos que dominan el planeta.
Aunado a lo anterior, el avance tecnológico le ha brindado a la mayoría de la población acceso a datos e informaciones como nunca antes, que le permiten ahora opinar y manifestar su inconformidad de maneras eficaces y no siempre mesuradas.
Los resultados son disímbolos en distintos países y continentes, pero un denominador común es el triunfo en los procesos electorales de candidatos disruptivos y extremistas, lo mismo de izquierda que de derecha, muchos de ellos caracterizados por un populismo que en realidad ni siquiera atiende a las tradicionales etiquetas o plataformas ideológicas.
En este tema electoral, como en el ejercicio de la función gubernamental, la comunicación es vital, uno de los problemas más graves de la actualidad. Paradójicamente en el mundo de las tic’s, en el de la inmediatez y la globalización, la comunicación ha rebasado a gobiernos y sistemas, aunque ha sido un mecanismo útil de enriquecimiento y concentración mayor de la riqueza, en especial en las naciones o los estados menos desarrollados económicamente. La comunicación está al alcance, de hecho, de “todo el mundo”, independientemente de edad, condición social o económica y cultural. Pero sus deficiencias o carencias se expresan a toda hora, en todo momento y en muchos temas, en especial en su papel respecto a la gobernanza o gobernabilidad.
Sus insuficiencias llegan o alcanzan casi toda la vida social y tal vez, lo más preocupante, es el ascenso de figuras de una derecha e izquierda. Así ha ocurrido en nuestro continente con fenómenos como el que encabezó Donald Trump, o el que pretende repetir Jair Bolsonaro en Brasil, o en Europa con el triunfo reciente de Giorgia Meloni en Italia, y el avance de los partidos más retrógrados en Francia, Alemania, Suecia y otras latitudes, casi todos identificados con la derecha.
En ese contexto de polarización, en algunas regiones de América Latina los regímenes progresistas han logrado hacerse del poder, aunque no la tienen sencilla. En todos lados, están bajo fuego de los intereses enquistados, y con frecuencia son víctimas de sus propias estrategias erróneas, por falta de experiencia, pero también por exceso de soberbia.
En México, el régimen del Andrés Manuel López Obrador inicia su último tercio, presionado desde múltiples frentes en episodios que hemos abordado. Ahora, un nuevo proyectil ha estallado, sin que sepamos todavía con precisión los daños que ocasionará. La revelación de que un grupo de hackers ha robado una cuantiosa información confidencial de los sistemas de la Defensa Nacional ocupa ya y ocupará en los próximos días uno de los focos de atención pública.
Los primeros temas que han salido de esta veta ha sido la actuación gubernamental durante el llamado “culiacanazo” y detalles de las enfermedades que padece el Presidente, así como referencias a casos de acoso y abuso sexual al interior del ejército.
Nada estrictamente nuevo, aunque ahora apoyado en la evidencia documental robada. Pero es esperable que a lo largo de un periodo, el material dará para nuevos asuntos y revelaciones que pueden poner en entredicho la actuación de las fuerzas armadas y del propio gobierno.
No son menores los enemigos a los que se enfrenta el intento de transformación nacional, como no son tampoco pequeños los retos irresueltos que juegan en contra. Uno de ellos, la violencia criminal, lejos de estar controlada o por lo menos sustancialmente reducida.
Es cierto que, de acuerdo con los datos oficiales, en los primeros ocho meses del año algunas cifras disminuyeron, como los asesinatos, en ocho por ciento, y los feminicidios en catorce puntos, once por ciento los secuestros y nueve por ciento el robo de vehículo con violencia. Pero en el mismo lapso, la trata de personas subió el 27 por ciento y 24 por ciento la extorsión; robo a transeúnte con violencia y narcomenudeo, cinco puntos. En conclusión, hay menos sangre, pero más delitos.
Para septiembre, la violencia volvió a crecer en promedio en todo el país, y Guerrero ha sido la entidad con el mayor incremento, al pasar los homicidios dolosos de 67 en agosto a 101 el mes pasado.
Como se ve, no será fácil para el gobierno mexicano afrontar tiempos adversos, en un entorno mundial que se derechiza, con una sucesión presidencial adelantada que se vuelve más propicia para descontones y patadas bajo y sobre la mesa, con disensiones internas que pueden agudizarse por las filtraciones sobre temas sensibles.
Los próximos meses serán definitorios para la 4T y sus esfuerzos de cambio y evolución, bajo asedio en todo momento desde muchos flancos. El avance de movimientos de derecha en diversas partes del planeta debiera ser una alerta para los gobiernos identificados con la izquierda. Ya se verá si las barbas se pusieron a remojar a tiempo.