EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desmesura

Florencio Salazar

Abril 24, 2023

Nos encontramos ante un contraste
de principios. Norberto Bobbio.

Están prendidos los focos rojos. Las recientes declaraciones del presidente López Obrador en Veracruz, ordenando a su gabinete que ni siquiera conteste el teléfono a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, son inadmisibles en una República. Los poderes públicos están obligados a mantener la comunicación y sus titulares igualmente a reunirse cuando sea necesario. Sus agendas no son de bautizos o primeras comuniones.
López Obrador es experto en agitar las aguas y crear tempestades. Pero cae cada vez más en la desmesura con su retórica castrista, “alertando” a los mexicanos sobre una posible invasión extranjera. Esos recursos ya no son unificadores por descontextualizados y patéticos. Son excesos típicos del político autoritario.
La concentración abusiva del poder sólo puede tender a limitar las libertades suprimiendo a la oposición, descalificando a los medios y dividiendo a la sociedad en una confrontación entre buenos y malos, rehuyendo responsabilidades y acusando al pasado de los fracasos. El poder sin control es un vampiro que vive de la sangre de la nación. Así lo estamos viviendo ante la complacencia de muchos.
Tras sucesivas relecciones Porfirio Díaz terminó siendo el hombre fuerte de México. Si hubiera cerrado los oídos a Los Científicos, permitido la organización de partidos políticos y, luego de convocar a elecciones sin su participación, retirarse a la vida privada, probablemente fuera el gran constructor del México moderno. Lo condena la idea de haberse creído único, indispensable; y las consecuencias de esa idea. Son las ideas las que mueven al mundo aunque sean malas ideas.
Sin embargo, Porfirio Díaz siempre cumplió con las formalidades de la ley. Los documentos suscritos por él son montañas de papeles. Una carta a un juez recomendado a un defensor de la República para que pudiera ocupar el cargo de secretario. Ninguna instrucción tajante, ningún acto público de villanía. En la celebración del Centenario de la Independencia fue reconocido por las principales potencias, por la misma Francia, como el estadista civilizador de México.
No estoy colocando en el altar de la patria a Díaz. Sólo trato de establecer que –sobre todo– en el ejercicio del poder se deben de cuidar las formas. Sin formas no hay fondo, sin fondo no hay formas. Uno y otras se complementan para ser vigentes y aplicables. Si se rompe el vaso sólo quedará la sed de los añicos.
Cuando López Obrador condena a los ministros de la Corte ataca el equilibrio de los poderes pretendiendo asumir un poder omnímodo. Los ciudadanos no podemos estar sordos ante el tropel de la 4T. Lo que está en juego es superior a los intereses personales. No ha sido un juego la imposición ideológica de Fidel Castro y Hugo Chávez. Cuba, 60 años de dictadura; la isla se está cayendo en pedazos. Venezuela, la segunda potencia petrolera del mundo, con su economía destruida. Paridad del dólar: 24 mil 522 bolívares.
López Obrador apoya la invasión rusa a Ucrania, ha retrocedido 30 años la vacunación a los niños, cerrado estancias infantiles, eliminado las medicinas contra el cáncer, acabado con la investigación científica y los becarios en el extranjero, adoctrina con la educación, incrementa la pobreza, derrocha el presupuesto en obras económicamente inviables, inmoviliza las instituciones de transparencia y rendición de cuentas, ha pretendido desaparecer al INE e impulsa la anticipada campaña electoral de Morena. No es necesario meter la mano en el costado, el presidente ya no tiene vuelta a la democracia.
“El edificio debe ser sometido a inspección continua no solo por personal especializado, sino también por el público”, aconseja Jeremy Bentham. Hay que hacerlo antes de que colapse el país y nosotros con él. El ciudadano debe interesarse en la política, ese qué hacer que dialoga, busca acuerdo y supera problemas civilizadamente. Y pone un hasta aquí a los que quieren saltar la raya.
AMLO cumple con lo que ha dicho: al diablo con las instituciones. Sólo la apatía ciudadana puede permitir que así ocurra.