EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Despedida de la Selva Negra

Silvestre Pacheco León

Diciembre 04, 2016

Uno de octubre 2016. Salimos de Shasbach después del almuerzo. En la despedida, Benno, el chef que nos atendió en el hotel pensión Candgasthaf, nos hizo entrega de la botella del mejor vino de la región que le había encargado.
Después de prometerle que la beberíamos a su salud tomamos la dirección hacia el parque de los osos y lobos, Parenpark, un poco adelante del aserradero que miramos en nuestro paseo de ayer.
Desde temprano el parque recibe visitantes, cobra cinco euros por persona y uno lo puede recorrer libremente atenido a las recomendaciones que se anuncian.
Los osos y lobos no están del todo cautivos, cada uno cuenta con espacio suficiente dentro del bosque como para sentirse libres y no vemos que se incomoden por la presencia de tantos visitantes, aunque tampoco lucen festivos cuando se les retrata.
El mayor acierto en este parque, administrado por una organización humanitaria que los protege, es que recibe a los osos y lobos que han sido rescatados por maltrato o desechados de los circos.
En nuestro recorrido por el parque el aire frío de esa mañana nublada nos obliga a caminar rápido, para entrar en calor, y así terminamos pronto de ver y fotografiar los ejemplares que fuimos descubriendo, para luego sobreponernos al clima subidos en el auto.
Mirando los senderos y ciclopistas del camino nos llama la atención la despreocupada vida de los alemanes en este clima de paz y tranquilidad que se respira.
En todos los caminos encontramos gente, van en grupos, solos y en parejas; a veces son niños, niñas, muchachos y muchachas que pasean con desenfado, sin preocuparse de andar en las zonas más despobladas y distantes. Como es natural, se tienen que cuidar de los animales salvajes, que los hay, pero no de asaltantes o secuestradores.
Junto con la bicicleta, que es el medio de transporte más común para los paseos, aquí los jóvenes y niños hasta para ir a la escuela se desplazan en patines y patinetas, con la seguridad de que la comunidad vela por ellos.
En cualquier parte del bosque vemos amplios estacionamientos para los vehículos de quienes vienen para emprender sus caminatas en una convivencia tan cercana y frecuente con la naturaleza que seguro les ayuda a mantener el equilibrio físico y mental.
Cerca de las ciudades hemos visto con frecuencia elegantes y cuidados campos de golf, deporte que al parecer aquí no resulta elitista.
También sigue habiendo manadas de caballos sueltos, como en Suiza, pero ver el frisón, corpulento, prieto azabache como es su color clásico, de pelaje largo y exuberante en crines, cola y patas, es siempre un espectáculo.
En uno de estos pueblos nos detenemos mirando las maniobras del jinete que monta un gran caballo blanco que por su fenotipo puede ser un holsteiner, la raza conocida por su habilidad natural para saltar. La estampa me recuerda al Llanero Solitario, mi cómic favorito. Lo saludamos y nos responde sonriente el saludo.
Con tantos caballos espectaculares en los campos de Suiza y Alemania, entendemos que Guillermo Padrés, el ex gobernador de Sonora halla llenado sus caballerizas con ejemplares de estos países, malo que todo el gasto ha sido a cargo del presupuesto del estado.

Las iglesias

Las iglesias, o templos, como es más correcto referirse a los edificios dedicados al culto religioso, se ven por todas partes, dentro y fuera de los pueblos, siempre en amplios espacios de jardines y rodeados de bosque. Pienso que así la ida a misa es también un paseo que seguramente compensa cualquier sermón aburrido.
La primera parada del día la hacemos en un pueblo donde vemos que se anuncia un viñedo que expende su propia marca de vinos. Vamos hasta la tienda porque nos damos cuenta de que se trata de la misma marca recomendada por Benno, pero llegamos con la mala fortuna de que han cerrado por ser la hora de la comida, entonces preferimos continuar en provecho del tiempo, aunque perdemos la oportunidad de llevarnos las botellas de a litro por la friolera de 3 euros.
Cuando vamos dejando atrás la Selva Negra con sus pueblos mágicos de duendes, osos, lobos, caperucitas, brujas y princesas, además de las fábricas de los famosos relojes cu-cu que se venden en Suiza, Palmira, Ana y yo coincidimos en que hemos visto más huertos de hortalizas aquí, en los jardines de las casas, que en otra parte de nuestro recorrido. Las familias alemanas siembran lechugas, repollo, calabacitas y jitomates, son de las hortalizas que pudimos reconocer.

La pizzería argentina

Vamos muy cerca de Sttugart y es apenas medio día, por eso decidimos continuar mejor hasta Frankfurt donde planeamos hacer una comida de derroche, cuando caemos en la cuenta de que en el laberinto de caminos hemos vuelto al pueblo que dejamos hace una hora.
Ya tenemos hambre y no vemos movimiento en los restaurantes que pasamos, siguen todos cerrados. Los pueblos comienzan a ser extraños, algo cambió en ellos que no acertamos a definir, aunque sus campos sigan sembrados de viñedos, con algunos grandes castillos en las zonas elevadas de la comarca. Ya no estamos en la Selva Negra, el paisaje ha cambiado, pero también el estilo arquitectónico de las casas en las que ya no vemos el derroche de madera.
Al doblar una esquina vemos como salvación una pizzería y heladería abiertas, y como el hambre arrecia no dejamos ir la oportunidad.
Nos paramos, retrocedemos y mientras Ana y yo buscamos estacionamiento, Palmira se adelanta para averiguar qué se puede comer.
Cuando la alcanzamos está en amena charla con la dependienta que resulta ser una argentina simpática quien la recibió con la carta del menú, agregando: “Mira, en la carta está todo lo que les puedo ofrecer, igual y hay algo que les guste, si no, ni modo, descansen un poco y siguen su camino”.
Por fortuna había más de lo que podíamos pedir. Además del plato de lasagna para Ana, a Palmira y a mí nos repuso el ánimo una deliciosa sopa de verduras servida con generosidad.
La anfitriona se llama Paty, una mujer frondosa de pelo rubio ensortijado, su familia vino de Argentina cuando se produjo el golpe militar de Videla. Se regresó a su país durante el gobierno de Mennen pero no quiso vivir la crisis de su último periodo y retornaron a Europa. Ella aprendió alemán y se ha quedado a vivir aquí a cargo del negocio que, como pudimos ver, tiene numerosa clientela.