Gaspard Estrada
Julio 27, 2016
El asesinatoayer durante la misa, del padre Jacques Hamel, de 86 años, en una toma de rehenes por dos hombres que se autoproclamaron miembros de la organización del Estado Islámico (EI) en la iglesia del pueblo de Saint-Etienne-du-Rouvray, en Normandía (norte de Francia), conmocionó de nueva cuenta a la sociedad francesa. Después de la reivindicación del EI y con la multiplicación de atentados terroristas en el último año y medio, queda cada vez más claro que Francia es, hasta ahora, el objetivo principal de este grupo terrorista. También, la voluntad política del grupo es nítida: se trata de sembrar el terror y la división, atacando a todos los símbolos que unen a la sociedad francesa. Después de haber atacado la libertad de prensa (el asesinato de varios caricaturistas del semanario satírico Charlie Hebdo, en enero de 2015); el modo de vivir y la fiesta (Petit Cambodge, Carillon, y el Bataclán en noviembre de 2015); la policía (dos agentes asesinados el 13 de junio); los símbolos patrios (Niza, el 14 julio), ayer los blancos fueron los católicos y su Iglesia.
Frente a la multiplicación de estos actos atroces, ¿cuál es la respuesta del poder político y en particular del gobierno del presidente François Hollande? En un primer momento, el presidente viajó a Saint-Etienne-du-Rouvray junto a su ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, para hablar con los habitantes y las autoridades locales. En segundo lugar, el presidente lanzó un mensaje a la nación por la televisión, llamando enfáticamente a la unidad de los franceses frente al terrorismo internacional. El problema principal para el ejecutivo y su gobierno es que, contrariamente a lo ocurrido hace un año y medio, en enero del 2015, cuando la clase política y más generalmente el país se unió en rechazo a los terroristas, hoy nos encontramos a poco más de nueve meses de las elecciones presidenciales y legislativas. Por ende, todas las estrategias, mensajes y posicionamientos de los actores políticos obedecen a esta lógica, que escapa de la conducta mesurada, equilibrada que pudo observarse después del asesinato de los moneros de Charlie Hebdo. En la oposición de derecha, los tenores del partido Los Republicanos no han dudado en cuestionar frontalmente la estrategia de lucha antiterrorista del gobierno, haciendo propuestas heterodoxas y poco aplicables, como por ejemplo equipar a la mayoría de los policías de zonas urbanas con lanza-cohetes.
Sin embargo, a pesar de este componente electoral, no podemos soslayar el aumento de la percepción de inseguridad en la población en general, a raíz de la multiplicación de los atentados, no únicamente en París, sino en cualquier parte del territorio francés. A pesar del reforzamiento del arsenal jurídico del Estado, del mantenimiento del estado de emergencia en todo el territorio francés, del patrullaje permanente en las calles de Francia de más de 10 mil soldados en la operación Centinela, los atentados continúan llevándose a cabo. A pesar de esto, el presidente Hollande declaró ayer que no prevé, por el momento, otras medidas que puedan resultar contrarias a los valores de la República francesa, a pesar de que los resultados de varias encuestas de opinión han mostrado un crecimiento de la aprobación de medidas que podrían considerarse “liberticidas”. Por eso, no es extraño ver que, a raíz de los últimos actos terroristas, el número de adhesiones al partido de extrema derecha Frente Nacional, dirigido por Marine Le Pen, está aumentando.
El problema principal para el gobierno, y en particular para los servicios de inteligencia franceses y europeos, es que es imposible trazar un perfil de los terroristas, lo que permitiría evitar futuros actos de barbarie en Francia y Europa en general. Los atentados llevados a cabo en los últimos 18 meses fueron realizados por personas extremadamente diferentes entre sí, ya sea por su edad, nacionalidad, o su presencia –o no– en algún campo de entrenamiento en Siria o Irak. En Francia existe una base de datos que aglutina a la mayoría de las personas sobre las cuales existen sospechas de vínculos de grupos terroristas. Pero, al tener más de 16 mil nombres, resulta materialmente imposible seguir individualmente a cada uno de estos individuos. Por otro lado, como lo vimos en Niza, existen terroristas que no estaban incluidos en esta lista y que terminaron realizando estos actos de barbarie.
En todo caso, las respuestas políticas, policiacas y militares a las múltiples interrogantes levantadas por estos actos terroristas distan de ser óptimas. Por ahora, lo realmente importante parece ser no ceder al chantaje del EI.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter: @Gaspard_Estrada